Pulso Crítico
J. Enrique Olivera Arce
El jueves, 21 de los corrientes Manuel Rosete Chávez, en su leída columna “APUNTES”, se pregunta: “¿Qué hizo Fidel Herrera con la entelequia que le quedó de PRI para ganar su elección y las otras que le ha tocado enfrentar? Respondiéndose en el mismo espacio: “Fundar una nueva corriente paralela a su partido, la de la “fidelidad”, más fuerte que el tricolor cuyo capital le pertenece siendo este políticamente su principal activo, con el que está luchando por conservar la hegemonía priista en Veracruz dejando en el Gobierno a su alumno más destacado, el diputado federal Javier Duarte de Ochoa”.
Reafirmando su tesis Rosete Chávez agrega: “El asunto no es difícil de entender para quienes vivimos en Veracruz. Hemos visto a Fidel Herrera trabajar con la fidelidad y ganar elecciones, mientras el PRI de los políticos tradicionales se ha mantenido a la expectativa observando con asombro el escenario, viendo los toros desde la barrera o esperando a ser convocados para participar pero de forma muy aislada, no en las decisiones a las que estaban acostumbrados”.
Interesante supuesto confrontando a los políticos priístas de viejo cuño con la entelequia fiel de la nueva horneada. Tanto le agrega más leña al fuego como pone sobre la mesa un tema que muchos priístas se niegan a ventilar.
Dado el clima político prevaleciente, sin duda el destacado columnista toca un tema que se presta a muchas lecturas y a no pocos acuerdos y desacuerdos con lo que asevera, pero bien vale el esfuerzo de análisis e interpretación, en tanto que pone sobre la mesa elementos que permitirían entender el porqué de la polarización que se da al interior del priísmo estatal entre los que aceptan sin mayor análisis la imposición del “delfín” Duarte de Ochoa y el cada vez mayor número de escépticos, que no consideran como viable a un proyecto de continuidad o continuismo al que en lo electoral no le ven futuro promisorio.
Aunque en política no hay nada escrito, a mi juicio Rosete Chávez tiene y no tiene razón en lo que afirma. El análisis me resulta lineal y demasiado simplista. A la luz de lo que aconteciera en el 2004, tanto en hechos objetivos como en la subjetividad de la interpretación estadística del triunfo electoral de Fidel Herrera Beltrán, éste no se hubiera dado sin el concurso, primero, del priísmo veracruzano tradicional dentro del cual se formara el actual gobernador, incluido Miguel Alemán Velasco y, segundo, sin los amarres y componendas con la cúpula nacional del PRI y PAN, que le permitieran salir avante en el tribunal electoral. Entre otras cosas, no se puede olvidar que la coordinación de su campaña recayó en un priísta de viejo cuño, Guillermo Zúñiga Martínez, quien por cierto no ostenta la etiqueta de la “fidelidad”.
Por cuanto a las elecciones del 2006 y 2007, es absurdo el sólo pensar que al triunfo priísta se le debe atribuir a la corriente de la fidelidad. El trabajo de Fidel Herrera al frente de la administración pública contó y mucho, pero no se puede hacer de lado que la operación política pie a tierra, descansó en la “vieja” guardia y en una estructura partidista que se forjara a lo largo de muchos años. Sin la tradicional estructura, voto duro histórico, capacidad para cooptar a una oposición proclive a la corrupción y cuadros probados con autoridad política en sus respectivos ámbitos de influencia, el grupo de “jóvenes valores” con Javier Duarte de Ochoa al frente y que hoy se ostentan como “fieles”, no hubieran probado las mieles y el beneficio del poder.
Tampoco se puede hacer de lado el hecho de que a la gran mayoría de los viejos cuadros, incluidos amigos personales de muchos años de Fidel Herrera, habiendo trabajado, invirtiendo tiempo, esfuerzo, e incluso recursos económicos propios a favor del proyecto del hoy gobernador de Veracruz, se les hizo a un lado, privilegiándose pago de facturas a improvisados empresarios metidos a políticos, así como la incorporación de jóvenes en su mayoría tan ambiciosos como inescrupulosos. Eso ya debería tener un costo negativo para Herrera Beltrán y aún así, la vieja guardia priísta trabajó y lo sigue haciendo a favor de su partido y no necesariamente en torno a un proyecto al que hoy sienten como ajeno, gracias a los barruntos de imposición y continuismo.
No se puede negar que el principal capital político del PRI en el estado es Fidel Herrera Beltrán, quien se ha ganado a pulso, para bien o para mal, tal consideración. Pero también no es ya un secreto que el gobernante está perdiendo el piso al querer trascender más allá de los límites que constitucionalmente tiene fijados, imponiendo con calzador tanto a su discípulo y ahijado favorito como al reducido primer círculo de “chapulines y jóvenes fieles”, desdeñando opinión y experiencia de la vieja guardia. Y aún peor, el que éste primer círculo se sienta con tamaños para darle la espalda a la estructura histórica del partido, confiando en la fuerza que le atribuye lo mismo hoy Manuel Rosete Chávez, “que la alfombra roja” mediática al servicio de la corriente “Fidelidad”, que por consigna y atendiendo a intereses empresariales propios así lo propala.
El tema abordado por el destacado comunicador da para más, sin duda, pero el debate exige respeto a contextos… si la guerra sucia lo permite.
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Difusión: Soberanía Popular
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