martes, 4 de noviembre de 2008

¿Cómo callar a tanto pinacate?

El hijo pródigo
Armando Ortiz
¿Cómo callar a tanto pinacate?
Un pinacate es un insecto que no vale la pena aplastar porque sueltan un olor fétido que termina siendo peor que la molestia de estarlos espantando. Así son muchos que se dicen periodistas, que apenas logran distinguir un sustantivo de un verbo y ya por eso se sienten escritores. Piensan que tener criterio es repetir lo que los comentaristas de Televisa o TV Azteca pregonan, pero no saben que López Dóriga, Loret de Mola, Sergio Sarmiento y Javier Alatorre han hecho de la mentira, de las medias verdades, de la acechanza un emporio que les ha permito yates, departamentos, viajes y sueldos magníficos. Pero ellos repiten las cosas como animales entrenados sin ninguna retribución. No consiguen yates, sueldos, ni departamentos. Sólo quedan bien con su ego devaluado que les hace pensar que son iguales a esos cretinos que están a disposición de los intereses de los poderosos.

Claro que tenían que estar a tono en su crítica contra López Obrador a quien llaman violento sin comprender que es precisamente Andrés Manuel quien ha sido un dique para contener la violencia de los millones de mexicanos que nos sentimos agraviados por las acciones del espurio. Lorenzo Meyer, uno de los pocos historiadores autorizados para hablar de los movimientos sociales, dijo que precisamente el movimiento que encabeza López Obrador ha sido una válvula de escape para que evitar la violencia social que se ha dado en otros países.

Esos pinacates, tinterillos de cuarta, también llamaron necio a López Obrador cuando este exigió que se añadieran las famosas 12 palabras en uno de los artículos de la Reforma Energética. No entendieron lo que señaló Pablo Gómez en el Congreso, quien habló de la pertinencia de la prohibición expresa para evitar que se otorgaran bloques de territorio nacional para que empresas extranjeras explotaran nuestro petróleo. Pero estos pinacates, cómo debían estar a tono, ni siquiera investigaron. Se les olvida, o no se tomaron la molestia de enterarse, de que tanto en el asunto del Paraje San Juan como en el caso del Encino, Andrés Manuel tuvo la razón. Y cuando se descubrió el fraude del Paraje San Juan, en el que incluso estaba metido el mismo Diego Fernández de Cevallos, pocos, muy pocos se disculparon por la retahíla de descalificaciones al entonces Jefe de Gobierno del DF.

Recientemente lo llamaron violento, golpeador, anarquista por encabezar la toma de la tribuna en el Congreso por parte del Frente Amplio Progresista. Pero de no haber sido por él no se hubiera dado un movimiento en defensa del petroleo, ni un debate tan de altura que permitió a gente como Arnaldo Córdoba, a Luis Javier Garrido a Raúl Carranca y Rivas y al mismo premio Nobel de química Mario Molina, aportar sus puntos de vista para poner en evidencia la reforma privatizadora de Calderón. Todos al final reconocieron lo necesario de debatir antes de reformar, pero en su momento López Obrador fue símbolo de violencia e intolerancia.

Pero ¿cómo callar a tanto pinacate que sigue repitiendo como perico las cosas que dice Ciro Gómez Leyva, Eduardo Ruiz Healy, Pedro Ferriz de Con y otros tantos psicópatas de la noticia que aspiran a los beneficios de ser cretinos clase A como ya lo es Joaquín López Dóriga? Fue el mismo López Obrador, con su discurso ante los diputados quien mostró como se calla a tanto pinacate. Pero no se van a callar porque son un eco sin sentido, una voz sin pensamiento, insectos que por las noches sólo hacen ruido, pero que como ya dije, que no vale la pena aplastar.
Armando Ortiz aortiz52@hotmail.com
Fuente: Newsver

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