lunes, 11 de enero de 2010

Reforma Desde Arriba o Transformación Desde Abajo



Reforma Desde Arriba o Transformación Desde Abajo

Por Alfredo Velarde

La inmoral e inflacionaria escalada de precios que tipifica a la recta crítica final del dramático 2009 mexicano que se fue, es, apenas, la arista más visible de un conglomerado de circunstancias más, que sin ningún empacho se puede en tildar como el más claro botón de muestra de la evidente catástrofe económica y política nacional que vivimos y en que nos hundimos los mexicanos, al grado de poner en cuestión la viabilidad misma del estado-nación.

A la “cuesta de enero” que ya se antoja como una suerte de “caída vertical” que pareciera responder más a la física ley de la gravedad, que a los vaivenes de la oferta y la demanda, se le adiciona la tremenda crisis de representación política que hunde en el más feroz descrédito al conjunto de los personeros de la insulsa partidocracia gobernante , operando en función de los intereses capitalistas más recalcitrantes y a las espaldas de la voluntad de la gente. Y esto último también ocurre al lado de la crisis de la seguridad y que la militarización neoliberal desde el repudiado e incapaz gobierno calderonista, sólo ha contribuido a exacerbar, terminando por crear una auténtica situación límite.

La ominosa ejecución extrajudicial del “jefe de jefes” , el narcotraficante Beltrán Leyva en Morelos con la consecuente manipulación de su cadáver mostrando la ausencia de estado de derecho alguno, así como sus réplicas y la por ende pésima evaluación del Estado y sus gobiernos en materia de derechos humanos en el plano global, así como el nada honroso lugar que el país ocupa como el segundo en el mundo en materia de ejecución de periodistas, refiere que quienes en el norte acuñaron la noción de “Estado fallido” para referirse a México, no andaban tan errados, pese a que esos mismos personajes fueran abiertos promotores y hasta entusiastas cómplices de quienes hoy, desde el gobierno federal, son los causantes directos del tremendo desbarajuste económico y político que tiene postrada a una nación en donde ya se antoja como necesario, además de urgente, un cambio cierto de ruta económico-política cualitativamente desmarcado y en sentido contrario a donde quienes hoy tripulan el timón gubernamental, nos condujeron, al punto de casi naufragar sin salvación alguna posible.

Por eso fue indudablemente dramático el final del año 2009, y por eso, también, es que ha cundido tan extendidamente un enorme escepticismo por lo que el 2010 parece deparar, al punto tal de dar por supuesto que, quienes abrigan esperanzadores propósitos para el año final de la primera década del siglo XXI, en esta parte del mundo, no pueden ser sino utopistas ingenuos sin remedio. Sin embargo, independientemente que las expectativas sobre lo que se viene se proyecten desde el más frío objetivismo, y en contra aparentemente de cierto utopismo voluntarista, lo cierto es que el México del presente no aguantará mucho más sin depositar en el basurero de la historia al contraproducente y pernicioso neoliberalismo económico que nos ha hecho trizas. ¡Del modo que sea, pero ya! Y por eso, la anhelada transformación económico-política, además de social y cultural que tantos ambicionan, será acaso la única y última oportunidad que queda antes de caer sin remedio en el más oscuro de los insondables vacíos sociales de que se tenga memoria en la compleja, zigzagueante y convulsa historia mexicana a lo largo de los últimos dos siglos.

En ese orden de ideas, 2010 bien podría ser el intervalo histórico espacio-temporal mexicano, en el cual, además del cumplimiento de la doble efeméride bicentenaria (el centenario de la Revolución Mexicana y el bicentenario del inicio de la Guerra de Independencia ) y sin la cual lo que queda de este país sería incomprensible, podría y debiera marcar la puesta al día, de nueva cuenta, de los diversos proyectos de nación que se disputarán la iniciativa política para dirigir un cambio económico pertinente ante la aguda y cruda emergencia nacional. Al respecto, tal vez el consenso mayoritario se orienta por el sendero de suscribir la necesidad del cambio, aunque los desacuerdos sobre la dirección, la forma y el contenido irrumpan una vez aceptando que el cambio, o mejor la transformación económico-política, resulta más que necesaria, urgente. ¿Reforma desde arriba o transformación desde abajo? ¿Transición o ruptura? Estas preguntas condensan, en mucho, el hecho de que pese a que se vean posibilidades de cambio como objetivamente hablando muy difíciles, y subjetivamente hablando, muy rezagadas en lo político-organizativo, parece lógico concluir en la necesidad por empezar de nuevo - ¡y ya!- un ejercicio refundador, por fuerza revolucionario, del proyecto nacional mexicano de cara al siglo XXI que ya nos alcanzó. ¡Y de qué manera!

En los prolegómenos del 2010, pareciera que hacia el futuro inmediato parecen perfilarse tres proyectos cualitativamente distintos: el primero , que detenta el poder y que ya acusa un desgaste notorio explicado por la egoísta y reaccionaria insensatez de persistir empeñada en aplicar la misma medicina que ha resultado ser, con mucho, bastante peor que la propia enfermedad económica del subdesarrollo, la pobreza y miseria galopantes en medio de una dinámica de integración subordinada al más impertinente capitalismo de “inspiración neoliberal” a favor de los de arriba; el segundo , marcado por la nostalgia reformista y reflotadora del Estado, justo cuando se ha mostrado y demostrado que el mercado no es infalible, razón por la cual propone volver a un estado Estado social que recomponga limitadamente, con reformas, el drama que nos habita; y el tercero , el proyecto insumiso y rebelde de los de abajo, que propugna y propondrá, desde la otra política , una insurrección popular en términos radicales (violentos o no), de alcances revolucionarios y para la cual el problema es no sólo el neoliberalismo, sino todas las formas de capitalismo conocidas. Ni mercado, ni Estado son infalibles, razón por la cual, la organización de los productores libremente organizados, opone a neoliberales y keynesianos una alternativa socialista y autónoma, a favor de la autogestión social generalizada. En esta tercera trinchera nos colocamos y, desde ahí daremos la lucha.









Fuente: Machetearte
Difusión: AMLOTV

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