El fuero militar, independientemente de que ha existido siempre, existe y deberá seguir existiendo, pues finalmente es la Ley del más fuerte, columna vertebral de cualquier sociedad.
Pedir que desaparezca es desconocer la Historia de la Humanidad, es desconocer lo que es La Guerra y que la Historia está escrita sobre de ella (aparte de hacerse como el Tío Lolo en época de elecciones, pues la iniciativa no prosperará)
“Silent leges inter arma” Las Leyes guardan silencio cuando suenan las armas, decía el gran Cicerón. Y por algo Erasmo de Rótterdam, el controvertido personaje que no quedó bien con nadie de su época, de tal suerte que prohibieron sus libros, dijo que “La Guerra es dulce para quien no la conoce”.
Sin soslayar que los críticos ignoran que la Justicia militar es aún más severa que la Justicia civil, y que los militares están muy lejos de ser los salvajes que nos han convenientemente pintado.
Los soldados están entrenados para obedecer. En la milicia, bien o mal, y quien entra a formar parte de las Fuerzas Armadas lo sabe, no se puede decir no. Por lo que los soldados no son los responsables, sino quien los comanda.
El problema radica en que hacer nuevas Leyes no servirá de nada, mientras las que rigen no se cumplan. Y eso es de la absoluta y total responsabilidad del Poder Judicial.
Solo que estos, los integrantes del Poder Judicial, al no ser electos por el Pueblo, sino designado, se ve acorralados entre los compromisos de quien los designó y las amenazas de los delincuentes que les hacen escoger entre “La Plata o el plomo”.
Sin dejar de advertir que en el Estado de Excepción que vivimos ya desde hace casi un año, por lo visto se vale violar la Constitución y ya no se diga las Garantías individuales de cada uno de los mexicanos.
Por lo que reformar las Leyes viviendo en un Estado de Excepción, es punto menos que ridículo y perder el tiempo.
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