BUENAS NOCHES, BUENOS DÍAS
COMPAÑEROS, COMPAÑERAS BASES DE APOYO DEL EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN
NACIONAL, COMPAÑEROS/AS MILICIANOS Y MILICIANAS, INSURGENTAS E INSURGENTES,
RESPONSABLES LOCALES Y REGIONALES, AUTORIDADES DE LAS TRES INSTANCIAS DE
GOBIERNO AUTÓNOMO, COMPAÑEROS/AS PROMOTORES Y PROMOTORAS DE LAS DIFERENTES
ÁREAS DE TRABAJO. COMPAÑEROS, COMPAÑERAS DE LA SEXTA NACIONAL E INTERNACIONAL Y
TODOS LOS PRESENTES.
Compañeras y compañeros, hoy
estamos aquí para celebrar el 22 aniversario del inicio de la guerra contra el
olvido.
Durante más de 500 años sufrimos
la guerra que los poderosos de distintas naciones, lenguas, colores y creencias
nos hicieron para aniquilarnos.
Quisieron matarnos, sea matando
nuestros cuerpos, sea matando nuestras ideas.
Pero resistimos.
Como pueblos originarios, como
guardianes de la madre tierra, resistimos.
No sólo aquí y no sólo el color
que somos de la tierra.
En todos los rincones del mundo
que dolía antes y duele ahora, hubo y hay gente digna y rebelde que resistió,
que resiste contra la muerte que impone el de arriba.
El primero de enero de 1994, hace
22 años, hicimos público el “¡YA BASTA!” que preparamos en silencio digno
durante una década.
Callando nuestro dolor
preparábamos así el grito de nuestro dolor.
De fuego fue entonces nuestra
palabra.
Para despertar a quien dormía.
Para levantar a quien caía.
Para indignar a quien se
conformaba y se rendía.
Para rebelar la historia.
Para obligarla a decir lo que
callaba.
Para develar la historia de
explotaciones, asesinatos, despojos, desprecios y olvidos que se escondía
detrás de la historia de arriba.
Esa historia de museos, estatuas,
libros de texto, monumentos a la mentira.
Con la muerte de los nuestros,
con nuestra sangre, sacudimos la modorra de un mundo resignado a la derrota.
No fueron sólo palabras. La
sangre de nuestros caídos y caídas en estos 22 años se sumó a la de años,
lustros, décadas, siglos anteriores.
Tuvimos que elegir entonces y
elegimos la vida.
Por eso, entonces y ahora, para
vivir morimos.
Tan sencilla como nuestra sangre
pintando las calles y muros de las ciudades que nos desprecian ahora como antes
lo hicieron, fue nuestra palabra entonces.
Y lo sigue siendo:
Como bandera de lucha fueron
nuestras 11 demandas: tierra, trabajo, alimentación, salud, educación, vivienda
digna, independencia, democracia, libertad, justicia y paz.
Estas demandas fueron las que nos
hicieron levantarnos en armas porque es lo que nos hace falta a los pueblos
originarios y la mayoría de las personas en este país y en todo el mundo.
De esta manera, emprendimos
nuestra lucha en contra de la explotación, marginación, humillación, desprecio,
olvido y por todas las injusticias que vivimos causadas por el mal sistema.
Porque para los ricos y poderosos
sólo servimos para sus esclavos, para que así ellos sean cada vez más ricos y
nosotros cada vez más pobres.
Después de vivir tanto tiempo
bajo esta dominación y despojo, dijimos:
¡YA BASTA! ¡Y HASTA AQUÍ SE ACABÓ
LA PACIENCIA!
Y vimos que no nos quedó otro
camino más que tomar nuestras armas para matar o morir por una causa justa.
Pero no estábamos solos, solas.
No lo estamos ahora.
En México y el Mundo la dignidad
tomó las calles y pidió espacio para la palabra.
Entendimos entonces.
A partir de ese momento cambió
nuestra forma de lucha y fuimos y somos oído atento y palabra abierta, porque
desde un principio sabíamos que una lucha justa del pueblo es por la vida y no
por la muerte.
Pero tenemos a un lado nuestras
armas, no las dejaremos, estarán con nosotros hasta el final.
Porque vimos que donde nuestro
oído fue corazón abierto, el Mandón opuso su palabra de engaño, su corazón de
ambición y mentira.
Vimos que la guerra de arriba
siguió.
Su plan y su objetivo era y es
hacernos la guerra hasta exterminarnos. Por eso en lugar de resolver las justas
demandas, preparó y prepara, hizo y hace la guerra con sus armamentos modernos,
forma y financia grupos paramilitares, ofrece y reparte migajas aprovechando la
ignorancia y la pobreza de algunos.
Ésos mandones de arriba son
tontos. Pensaron que quienes estaban dispuestos a escuchar, estaban también
dispuestos a venderse, a rendirse, a claudicar.
Se equivocaron entonces.
Se equivocan ahora.
Porque nosotras las zapatistas,
los zapatistas, tenemos bien claro que no somos limosneros o inútiles que
esperan que todo se les resuelva solo.
Somos pueblos con dignidad, con
decisión y conciencia para luchar por la verdadera libertad y justicia para
todas, para todos, para todoas. Sin importar su color, su raza, su género, su
creencia, su calendario, su geografía.
Por eso nuestra lucha no es
local, ni regional, ni siquiera nacional. Es universal.
Porque universales son las
injusticias, los crímenes, los despojos, los desprecios, las explotaciones.
Pero también son universales la
rebeldía, la rabia, la dignidad, el afán de ser mejores.
Por eso entendimos que era
necesario construir nuestra vida nosotros mismos, nosotras mismas, con
autonomía.
En medio de las grandes amenazas,
de los hostigamientos militares y paramilitares, y las constantes provocaciones
del mal gobierno, empezamos a formar nuestro propio sistema de gobernar,
nuestra autonomía, con nuestra propia educación, nuestra propia salud, nuestra
propia comunicación, nuestra forma de cuidar y trabajar a nuestra madre tierra;
nuestra propia política como pueblo y nuestra propia ideología de cómo queremos
vivir como pueblos, con otra cultura.
Donde otras, otros esperan que
desde arriba se solucionará lo de abajo; nosotras, nosotros, zapatistas,
empezamos a construir nuestra libertad como se siembra, como se construye, como
se crece, es decir, desde abajo.
Pero el mal gobierno intenta
destruir y acabar nuestra lucha y resistencia con una guerra que cambia de
intensidad como cambia su política engañosa, con sus malas ideas, con sus
mentiras, usando sus medios de comunicación para difundirlas y con la
repartición de migajas en los pueblos indígenas donde hay zapatistas, para así
dividir y comprar conciencias, aplicando de esta forma su plan de
contrainsurgencia.
Pero la guerra que viene de
arriba, compañeras, compañeros, hermanas y hermanos, es siempre la misma: sólo
trae destrucción y muerte.
Pueden cambiar las ideas y las
banderas con las que llega, pero la guerra de arriba siempre destruye, siempre
mata, nunca siembra como no sea el terror y la desesperanza.
En medio de esa guerra tuvimos
que caminar hacia lo que queremos.
No podíamos sentarnos a esperar a
que entendieran quienes no entienden ni siquiera que no entienden.
No podíamos sentarnos a esperar a
que el criminal renegara de sí mismo y de su historia y se convirtiera,
arrepentido, en alguien bueno.
No podíamos esperar una larga e inútil
lista de promesas que serían olvidadas unos minutos después.
No podíamos esperar a que lo
otro, diferente pero igual en dolor y rabia, nos mirara y mirándonos se viera.
No sabíamos cómo hacer.
No había ni hay libro, manual o
doctrina que nos dijera cómo hacer para resistir y, al mismo tiempo, construir
algo nuevo y mejor.
Tal vez no perfecto, tal vez
diferente, pero siempre nuestro, de nuestros pueblos, de las mujeres, hombres,
niñas y ancianos que con su corazón colectivo cubren la bandera negra con la
estrella roja de cinco puntas y las letras que les dan no sólo nombre, también
compromiso y destino: E Z L N.
Entonces buscamos en nuestra
historia ancestral, en nuestro corazón colectivo, y a los tumbos, con fallas y
errores, fuimos construyendo esto que somos y que no sólo nos mantiene con vida
y resistiendo, sino que también nos levanta dignos y rebeldes.
Durante estos 22 años de lucha de
Resistencia y Rebeldía seguimos construyendo otra forma de vida, gobernándonos
nosotros mismos como pueblos colectivos que somos, bajo los 7 principios del
mandar obedeciendo, construyendo un nuevo sistema y otra forma de vida como
pueblos originarios.
Uno donde el pueblo manda y
gobierno obedece.
Y nuestro corazón sencillo lo ve
que es lo más sano, porque nace y crece del mismo pueblo, es decir, es el mismo
pueblo que opina, discute, piensa, analiza, propone y decide qué cosa es lo
mejor para su beneficio, siguiendo el ejemplo que nos dejaron nuestros
antepasados.
Como iremos explicando después,
vemos que en las comunidades partidistas reinan el desamparo y la miseria,
manda la holgazanería y el crimen, la vida comunitaria está rota, lastimada ya
mortalmente.
El venderse al mal gobierno no
sólo no resolvió sus necesidades, sino que sumó más horrores.
Donde antes había hambre y
pobreza, hoy las sigue habiendo, pero además hay desesperanza.
Las comunidades partidistas se
han convertido en grupos de limosneros que no trabajan, sólo esperan el
siguiente programa gubernamental de ayuda, o sea esperan la próxima temporada
electoral.
Y esto no aparecerá en ningún
informe de gobierno municipal, estatal o federal, pero es la verdad que se
puede ver en las comunidades partidistas: campesinos que no saben ya trabajar
la tierra, casas de material vacías porque ni el cemento ni las láminas se
pueden comer, familias destruidas, comunidades que sólo se reúnen para recibir
las limosnas gubernamentales.
En nuestras comunidades tal vez
no hay casa de cemento, ni televisiones digitales ni camiones último modelo,
pero nuestra gente sabe trabajar la tierra. Lo que se pone en su mesa, la ropa
que las viste, la medicina que las alivia, el saber que se aprende, la vida que
transcurre es SUYA, producto de su trabajo y de su saber. No es regalo de
nadie.
Podemos decirlo sin pena: las
comunidades zapatistas no sólo están mejor que hace 22 años. Su nivel de vida
es superior al de quienes se han vendido a los partidistas de todos los
colores.
Antes para saber si alguien era
zapatista se veía si traía paliacate rojo o pasamontañas.
Ahora basta ver si sabe trabajar
la tierra; si cuida su cultura; si estudia para conocer la ciencia y la
técnica; si se respeta como mujeres que somos; si tiene la mirada en alto y
limpia; si sabe que manda como colectivo; si ve los cargos de gobierno autónomo
rebelde zapatista como servicio y no como negocio; si cuando le preguntan algo
que no sabe, responde “no lo sé… todavía”; si cuando se burlan diciéndole que
los zapatistas ya no existen, que son muy pocos, responde “no preocupas, ya
vamos a ser más, de repente tarda, pero sí vamos a ser más”; si mira lejos en
calendarios y geografías; si sabe que el mañana se siembra hoy.
Pero pues sí, reconocemos que nos
falta mucho por hacer, nos hace falta organizarnos más y mejor.
Por eso nos tenemos que esforzar
más por prepararnos para realizar más y mejor nuestros trabajos de gobernarnos,
porque ahí viene de nuevo el mal de los males: el mal sistema capitalista.
Y tenemos que saber cómo
enfrentarlo. Ya tenemos 32 años de experiencias de lucha de Rebeldía y Resistencia.
Ya somos lo que somos.
Somos el Ejército Zapatista de
Liberación Nacional.
Somos aunque no nos nombren.
Somos aunque con silencios y
calumnias nos olviden.
Somos aunque no nos miren.
Somos en el paso, en el camino,
en el origen, en el destino.
Y en lo que somos vemos, miramos,
escuchamos dolores y sufrimientos cercanos y lejanos en calendarios y
geografías.
Y miramos antes, y miramos ahora.
Una noche cruenta, más si posible
fuera, se tiende sobre el mundo.
El Mandón no sólo se empeña en
seguir explotando, reprimiendo, despreciando y despojando.
Está decidido a destruir el mundo
entero si eso le da ganancias, dinero, paga.
Está claro que viene lo peor para
todas, todos, todoas.
Porque los grandes ricos
multimillonarios de unos cuantos países, siguen con el objetivo de saquear
todas las riquezas naturales en todo el mundo, todo lo que nos da vida como el
agua, las tierras, bosques, montañas, ríos, aire; y todo lo que está bajo el suelo:
oro, petróleo, uranio, ámbar, azufre, carbón, y otros minerales. Porque ellos
no la consideran a la tierra como fuente de vida, sino como un negocio y todo
lo convierten en mercancía, y la mercancía la convierten en dinero, y así nos
quieren destruir por completo.
El mal y el malo tienen nombre,
historia, origen, calendario, geografía: es el sistema capitalista.
No importa cómo lo pinten, no
importa el nombre que le pongan, no importa la religión que lo vista, no
importa la bandera que levante.
Es el sistema capitalista.
Es la explotación de la humanidad
y del mundo que habita.
Es el desprecio a todo lo que es
diferente y que no se vende, no se rinde, no claudica.
Es el que persigue, encarcela,
asesina.
Es el que roba.
Frente a él surgen, nacen, se
reproducen, crecen y mueren, salvadores, líderes, caudillos, candidatos,
gobiernos, partidos que ofrecen la solución.
Como una mercancía más, se
ofertan las recetas para resolver los problemas.
Tal vez alguien todavía crea que
de arriba, de donde vienen los problemas, vendrán las soluciones.
Tal vez todavía hay quien cree en
salvadores locales, regionales, nacionales y mundiales.
Tal vez hay todavía quien espera
que alguien haga lo que nos corresponde hacer a nosotros, nosotras mismas.
Sería muy bueno, sí.
Todo fácil, cómodo, sin mayor
esfuerzo. Sólo levantar la mano, tachar una boleta, llenar un formulario,
aplaudir, gritar una consigna, afiliarse a un partido político, votar para
botar a uno y que otro entre.
Tal vez, decimos, pensamos
nosotras, nosotros, zapatistas que somos lo que somos.
Sería muy bueno así, pero no lo
es.
Porque lo que hemos aprendido
como zapatistas que somos y sin que nadie nos lo haya enseñado, como no sea
nuestro propio paso, es que nadie, absolutamente nadie va a venir a salvarnos,
a ayudarnos, a solucionar nuestros problemas, a aliviar nuestros dolores, a
regalarnos la justicia que necesitamos y merecemos.
Sólo lo que hagamos nosotras,
nosotros, cada quien según su calendario y su geografía, según su nombre
colectivo, su pensamiento y su acción, su origen y su destino.
Y también hemos aprendido, como
zapatistas que somos, que es sólo con organización que es posible.
Aprendimos que si se indigna una,
uno, unoa, es bonito.
Que si se indignan varios,
varias, muchas, muchos, muchoas, entonces una luz se enciende en un rincón del
mundo y su luz alcanza a alumbrar por unos instantes toda la faz de la tierra.
Pero también aprendimos que si
esas indignaciones se organizan… ¡Ah!, entonces no es una luz momentánea la que
ilumina los caminos terrenales.
Entonces es como un murmullo,
como un rumor, como un temblor que empieza a sonar quedo primero, más fuerte
después.
Como si este mundo fuera a parir
otro mundo, uno mejor, más justo, más democrático, más libre, más humano… o
humana… o humanoa.
Por eso hoy empezamos esta parte
de nuestras palabras con una palabra ya de antes, pero que sigue siendo
necesaria, urgente, vital: tenemos que organizarnos, prepararnos para luchar,
por cambiar esta vida, por crear otra forma de vida, otra forma de gobernarnos,
nosotros mismos los pueblos.
Porque si no nos organizamos,
seremos más esclavizados.
Ya no hay nada ya de que confiar
en el capitalismo. Absolutamente nada. Ya lo vivimos cientos de años su
sistema, ya las padecimos sus 4 ruedas del carruaje del capitalismo: la
explotación, la represión, el despojo y el desprecio.
Ya sólo queda la confianza entre
nosotras, nosotros mismos, donde nosotros, nosotras sí sabemos cómo construir
una nueva sociedad, un nuevo sistema de gobierno, con la vida justa y digna que
queremos.
Porque ahora nadie se salva en la
tormenta de la hidra capitalista que destruirá nuestras vidas.
Indígenas, campesin@s, obre@s,
maestr@s, amas de casas, intelectuales, trabajadores y trabajadoras en general,
porque hay muchos trabajadores que luchan por sobrevivir su vida diaria, unos
con patrón y otr@s no, pero que caen en la misma garra del capitalismo.
O sea que no hay salvación en el
capitalismo.
Nadie nos va dirigir, somos
nosotr@s mism@s los que nos dirigimos, tomándonos en cuenta de cómo lo pensamos
resolver de cada situación.
Porque si pensamos que hay quien
nos dirige, pues ya vimos cómo nos dirigieron durante los cientos de años antes
y en el sistema capitalista, no sirvió para nosotros los jodidos. Para ellos
sí, porque ahí sí, sólo sentados, ganaron dinero para vivir.
A todos les dijeron “voten por
mí”, voy a luchar porque ya no haya más explotación y ya cuando ya llegaron en
el puesto donde se gana dinero sin sudar, automáticamente se olvidan de todo lo
que dijeron, empiezan a crear más explotación, a vender lo poco queda de la
riqueza de nuestros países. Ésos vende patrias son unos inútiles, hipócritas,
parásitos que no sirven.
Por eso, compañeros y compañeras,
la lucha no ha terminado, apenas estamos empezando, apenas llevamos 32 años, de
los cuales 22 son públicos.
Por eso debemos unirnos más,
organizarnos mejor para construir nuestra barca, nuestra casa, es decir nuestra
autonomía, porque es la que nos va a salvar de la gran tormenta que se acerca,
debemos fortalecer más nuestras áreas de trabajo y nuestros trabajos
colectivos.
No tenemos otro camino más que
unirnos y organizarnos para luchar y defendernos de la gran amenaza del mal
sistema capitalista, porque las maldades del capitalismo criminal que amenaza a
la humanidad no va a respetar a nadie, va a barrer a todos sin distinción de
raza, de partido, ni religión porque ya lo han demostrado durante muchos años
que siempre han mal gobernado, amenazado, perseguido, encarcelado, torturado,
desaparecido y asesinado a nuestros pueblos del campo y de la ciudad en todo el
mundo.
Por eso les decimos, compañeros,
compañeras, niños y niñas, jóvenes y jovenas, ustedes como nuevas generaciones
son el futuro de nuestros pueblos, de nuestra lucha y de nuestra historia, pero
deben de entender que tienen una tarea y obligación: seguir el ejemplo de
nuestros primeros compañeros, de nuestros compañeros mayores de edad, de
nuestros padres y abuelos y todos los que iniciaron esta lucha.
Ellos y ellas ya nos marcaron el
camino, ahora nos toca seguir y mantener ese camino, pero para esto solamente
se logra organizándonos en cada generación y en generación, entender eso y a
organizarse para eso, y así hasta llegar al final de nuestra lucha
Porque ustedes como jóvenes son
parte importante de nuestros pueblos, por eso deben de participar en todos los
niveles de trabajo que hay en nuestra organización y en todas las áreas de
trabajo de nuestra autonomía, y que sean las generaciones que sigan dirigiendo
nuestro propio destino con democracia, libertad y justicia así como nos están
enseñando ahora nuestros compañeros y compañeras primeros.
Compañeras y compañeros todos y
todas, estamos seguros que vamos a lograr un día lo que queremos, para todos
todo, o sea nuestra libertad, porque ahora nuestra lucha está avanzando poco a
poco y nuestras armas de lucha son nuestra resistencia, nuestra rebeldía y
nuestra palabra verdadera que no hay montañas ni fronteras que puedan
impedirla, sino que llega hasta en el oído y en los corazones de otros hermanos
y hermanas en el mundo entero.
Es decir que ya somos cada vez
más los que entendemos la lucha en contra de la gravísima situación de
injusticia en que nos tienen, que causa el mal sistema capitalista en nuestro
país y en el mundo.
También estamos claros que a lo
largo de nuestra lucha ha habido y habrá amenazas, represiones, persecuciones,
desalojos, contradicciones y burlas de parte de los tres niveles de los malos
gobiernos, pero debemos de estar claros que si el mal gobierno nos odia es
porque vamos en un buen camino; y si nos aplaude es que nos estamos desviando
en nuestra lucha.
No olvidemos que nosotros somos
los herederos de hace más de 500 años de lucha y resistencia. En nuestras venas
corre la sangre de nuestros antepasados, ellos nos heredaron el ejemplo de
lucha y rebeldía y el ser guardián de nuestra madre tierra porque en ella
nacimos, en ella vivimos y en ella moriremos.
-*-
Compañeras, compañeros
zapatistas:
Compañeros, compañeras,
compañeroas de la Sexta:
Hermanas y hermanos:
Ésta es nuestra primera palabra
en este año que comienza.
Más palabras vendrán, más
pensamientos.
Poco a poco se irá mostrando de
nuevo nuestra mirada, nuestro corazón que somos.
Ahora sólo queremos terminar
diciéndoles que para honrar y respetar la sangre de nuestros caídos, no basta
con solo recordar, extrañar, llorar, ni rezar, sino que debemos de seguir el
ejemplo y continuar la tarea que nos dejaron, hacer en la práctica el cambio
que queremos.
Por eso compañeros y compañeras
para este día tan importante es el momento de reafirmar nuestra conciencia de
lucha y de comprometernos para seguir adelante, cueste lo que cueste y pase lo
que pase, no permitamos que el mal sistema capitalista destruya lo que hemos
conquistado y lo poco que hemos podido construir con nuestro trabajo y esfuerzo
durante más de 22 años: ¡nuestra libertad!
Ahora no es el momento de
echarnos para atrás, de desanimarnos o de cansarnos, debemos de estar más
firmes en nuestra lucha, mantener firmes las palabras y ejemplos que nos
dejaron nuestros primeros compañeros: de no rendirse, no venderse y no
claudicar.
¡DEMOCRACIA!
¡LIBERTAD!
¡JUSTICIA!
Desde las montañas del Sureste
Mexicano.
Por el Comité Clandestino
Revolucionario Indígena – Comandancia General del
Ejército Zapatista de Liberación
Nacional.
Subcomandante Insurgente Moisés.
Subcomandante Insurgente Galeano.
México, Primero de enero del
2016.