JENARO VILLAMIL
MÉXICO, D.F. (apro).- Algo grave está sucediendo en torno al IFAI. Una semana atrás, Enrique Peña Nieto simplemente olvidó el nombre correcto y la materia del Instituto de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos. No fue un simple desliz. El mexiquense demostró que el organismo no le sirve para sus objetivos políticos (confunde acceso a la información pública con opinión pública) ni está en su lista de compromisos reales.
La confusión de Peña Nieto ocurrió justo cuando anunciaba una gran reforma legal para extender las potestades y funciones del organismo e incorporar a dos nuevos comisionados que se sumarían a los cinco que actualmente integran la dirección colegiada del instituto.
Fue el mismo día que la rendición de cuentas pareció una broma. Los integrantes del gabinete y el propio mandatario dieron a conocer una lista de su declaración patrimonial sin especificar valor, ubicación y menos montos exactos de sus cuentas bancarias. Peña Nieto nos reveló que en una sola fecha (8 de diciembre de 2011) recibió cinco “donaciones”: dos casas y tres terrenos, como si se tratara de una ofrenda que se acostumbra en los rumbos de Atlacomulco.
Sólo la comisionada presidenta del IFAI, Jacqueline Peschard, exteriorizó su inconformidad frente al juego de adivinanzas y no el acto de rendición de cuentas fallido que operó el nuevo gobierno peñista.
“Debería darse la información completa y no sólo cuál es el inmueble que se tenga sino los datos que uno pone en la propia declaración patrimonial. También pienso que teniendo el nombre del dueño y del edificio es fácil identificar cuántos metros tiene y cuál es el valor catastral”, afirmó Peschard en declaraciones a medios.
El segundo momento crítico ocurrió el lunes 21. En un gesto inusual, Angel Trinidad Zaldívar, uno de los comisionados con mayor tiempo en el instituto y conocedor de la estructura del organismo, hizo público su voto razonado en contra de Gerardo Laveaga, el primer comisionado presidente elegido sin unanimidad de los otros cuatro integrantes.
La gran mayoría de los medios informativos se fueron por la anécdota y no por la sustancia de lo expresado por Zaldívar: que si Laveaga bostezó en una sesión del Senado; que si olvida el nombre hasta de su colega; que tiene 130 asuntos pendientes de resolución “por falta de ganas”; que le “aburre” ser integrante de un organismo dedicado a revisar expedientes, resoluciones y ser un gestor de la ciudadanía frente a la opacidad histórica de las instituciones públicas.
En el encuentro con los senadores, realizado en un hotel de Polanco, Peña Nieto volvió a cometer otro desliz: confundió a Emilio Gamboa con Manlio Fabio Beltrones, coordinadores ambos de las bancadas priistas, pero el primero era su anfitrión y el segundo estaba ausente.’Senador Beltrones’ le dijo a Gamboa Patrón. El hecho generó un Trending Topic en Twitter bajo #ConfundoAGamboaConBeltrones”.
El problema central es otro. Entre líneas, Zaldívar expuso que del IFAI se apropiaron los tres comisionados nombrados por Felipe Calderón en su sexenio: María Elena Pérez Jaen, Sigrid Artz y el propio Gerardo Laveaga, el más reciente integrante del organismo, quien fue nombrado apenas nueve meses atrás.
En franca minoría quedaron los otros dos comisionados: el propio Angel Trinidad Zaldívar y Jacqueline Peschard, la única funcionaria con experiencia previa en la conducción e integración de organismos colegiados como consejera electoral del IFE.
Imaginemos todos los recursos y las solicitudes de acceso a la información que afecten los intereses, negocios y expedientes negros del sexenio de Felipe Calderón. Cuando se discutan las “reservas de información”, veremos votaciones divididas. Al menos, el calderonismo se garantizó la protección de tres de los cinco comisionados.
Si no fuera así, es necesario que tanto Laveaga como los otros integrantes del organismo actuaran con la firmeza necesaria para sacar al IFAI de la rendición en la que se encuentra. Los problemas éticos están también presentes. Sigrid Artz Colunga participó en asuntos en los que ella misma era la solicitante de información, reveló el propio Angel Trinidad Zaldívar. “Eso se llama conflicto de interés y, en una institución que funciona como tribunal, es una falta grave”, advirtió el comisionado en su alegato.
No es la reforma peñista la que salvará al IFAI ni tampoco el talk show mediático sobre los dimes y diretes de la reciente elección del abogado Laveaga. Será una nueva alianza con los organismos ciudadanos y con los propios solicitantes de acceso a la información para romper los candados de opacidad y de franca corrupción que domina entre los llamados “sujetos obligados” que se resisten frente a lo ordenado en la ley que dio vida al IFAI.
Desde 2007 un grupo de organismos no gubernamentales preocupados por la rendición de cuentas y por la ola de contrarreformas al acceso a la información pública (en los estados y en algunos tribunales como el Federal de Justicia Fiscal y Administrativa) divulgaron un exhorto para concretar “la segunda generación de reformas en materia de acceso a la información”.
Esta “segunda generación de reformas” implica fortalecer a los órganos garantes, dotar a los comisionados de atribuciones legales para investigar a fondo las negativas de información, asegurar la suficiencia presupuestaria del organismo y ampliar sus atribuciones para demandar una rendición de cuentas claras. Hoy vemos la escandalosa sucesión de gobiernos estatales y municipales que contrataron deudas multimillonarias sin rendir cuentas a nadie. ¿No tendría el IFAI y los organismos estatales equivalentes algo qué decir al respecto?
¿Acaso el IFAI no tendría algo qué decir y sancionar frente al ocultamiento de las cifras de desaparecidos y de víctimas de la guerra contra el crimen organizado y la estela de opacidad que dejó el calderonismo?
La rendición del IFAI sería lo peor para la cultura cívica. Además, un regalo en bandeja de plata al nuevo gobierno federal priista que prefiere crear otro organismo burocrático como la Comisión Nacional Anticorrupción para maquillar su promesa fiscalizadora. No se necesitan más organismos de pantalla para combatir la corrupción. Se requiere eliminar la impunidad. Y Arturo Montiel sabe bien de qué se trata esto.
En algún momento, el IFAI también lo supo. El organismo surgió de la convergencia de intereses y objetivos de académicos, medios de comunicación impresos, organismos ciudadanos y sectores políticos convencidos de la necesidad de garantizar el acceso a la información pública como un elemento sustancial de la rendición de cuentas.
Ahora, el IFAI parece haber perdido su brújula. Quedan funcionarios y trabajadores de primer nivel en este instituto. Experiencias muy enriquecedoras. Quizá sea el momento de evitar la rendición del IFAI.
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