MANIFIESTO A LA NACIÓN #3
México y las dos revoluciones
Por la belleza del mundo,
por la afirmación de la vida,
por la alegría de vivir.
A los colectivos, organizaciones
y comunidades humanas de México y del mundo,
A las guerrillas y organizaciones
armadas,
A nuestras madres y a nuestras
hijas,
A nuestros padres y a nuestros
hijos,
Al probable lector de este
mensaje,
A quien corresponda:
En México han existido,
básicamente, dos memorias contrapuestas de la Revolución, una institucional y
otra comunitaria, cuyos trazos paralelos consideramos necesario reconocer
frente al persistente desmantelamiento del Estado, el abandono del proyecto
nacionalista y la emblemática cancelación del acto cívico anual que colocaba a
la Revolución Mexicana como parte del discurso legitimador del Estado. La
memoria es violentada hoy al punto de querer mirar al 20 de noviembre como el
simple recordatorio de un “evento histórico” fundacional, un “mal” que fue
necesario “por la democracia”, cuando México era “menos civilizado”, un hecho
lejano y doloroso, penoso e indeseable.
-I-
Habían transcurrido treinta años
de gobierno dictatorial, crecimiento desigual y acaparamiento de la tierra. La
Revolución estalla con el levantamiento de Madero en 1910 contra la dictadura
de Porfirio Díaz; al poco tiempo, triunfa. Pero no lo logró solo, pues este
movimiento alienta a los varios grupos inconformes con las condiciones
imperantes. Al norte, en Chihuahua, Pancho Villa se levanta; al sur, en
Morelos, Emiliano Zapata se levanta; en el oriente, en Puebla, los hermanos
Serdán se levantan; en distintos puntos del país el magonismo estaba presente.
Madero llegó, pero traía consigo
el desconocimiento de sus principales propuestas revolucionarias. Creyó que aún
no era tiempo propicio de repartir la tierra, de distribuir la riqueza y los
cargos administrativos. Para Madero, los zapatistas y villistas que no
depusieran las armas, no eran más que rebeldes que cubrían con las armas una
falta de conciencia. Madero muere al año de ser electo y no le matan sus
oponentes, sino un miembro de su propio ejército, Victoriano Huerta, quien
representaba a quienes buscaban reimplantar el orden porfiriano. Ese asesinato
marcó el inicio de la verdadera confrontación. En el noreste se levanta
Carranza, en el noroeste Villa, en el sur Zapata. Cuando cae Huerta y al ver
que Carranza y Obregón no están comprometidos con las demandas campesinas y
populares, se alían Villa y Zapata, pero tras conseguir una breve victoria, les
asola la derrota, la falta de recursos y armas. Y entonces, ayudado por los
Estados Unidos, el ansia de poder y una estrategia militar adecuada, Carranza
se convierte en la figura central de la “Revolución constitucional” y Villa y
Zapata debieron pasar nuevamente a la resistencia guerrillera.
El resultado más tangible de la
lucha revolucionaria encabezada por Carranza fue la Constitución de 1917, pero
al mismo tiempo de ser el más tangible fue también el más lejano e ilusorio; el
reparto agrario, la igualdad, la democracia y la libertad quedaron sólo en
promesas.
Se ha dicho que aún no era
tiempo, que las fuerzas conservadoras eran todavía demasiado fuertes y las
condiciones poco propicias; las promesas convertidas en artículos
constitucionales se desvanecieron en el aire, se han desvanecido por casi un
siglo y se concentran los derechos en la cúpula de los poseedores chupando al
pueblo como el murciélago a la vaca. Si bien esto habla de lo que pasó en la
Revolución, son afirmaciones vigentes para el tiempo presente.
Ni Villa ni Zapata aceptaron el
constitucionalismo y les valió la muerte. Tratado como un rebelde, Zapata muere
en 1919 asesinado a traición; no se han visto árboles más tristes, tierra más
seca que en aquel día.
Pensó Carranza que había ganado,
pero las balas siempre cobran lo que toman; presto a reelegirse, es asesinado.
No lo matan sus enemigos directos sino uno de sus filas, Álvaro Obregón, para
volverse presidente; nuevamente la distribución, el reparto y la igualdad
quedan sometidos al yugo del cacique, a la saliva del patrón. Pasan las
promesas, continúan los asesinatos, entre estos, el de Villa; muerto por el
miedo, por la traición, por la persecución… por Obregón. México está envuelto
en la historia de la violencia, el sometimiento y la justicia de la sangre.
Plutarco Elías Calles llegó al
poder. Calles gobernó de 1924 a 1928 y al terminar su mandato le continuó
nuevamente Obregón; continuidad regresiva de la miseria, otra de nuestras
constantes históricas; pero Obregón es asesinado. Y como un medio para resolver
el evidente problema de la sucesión presidencial, Calles creó la institución
que por más de 80 años, con un breve intervalo de doce años, aún controla el
aparato de gobierno. Creó el PNR (Partido Nacional Revolucionario) en 1929,
luego PRM (Partido de Revolución Mexicana) en 1938 y finalmente PRI (Partido de
la Revolución Institucional) en 1946… hasta nuestros días. En una solución de
continuidad el PRI ha instalado el liberalismo, con Carranza y el
neoliberalismo, con De la Madrid.
Los “éxitos” de la Revolución
institucional son varios. Se consiguió cierta pacificación de la sucesión
presidencial, monopolizar el poder y mal que bien, la convivencia civil de la
sociedad. Lograron también el olvido completo del reparto de tierras y recursos
para el campo, además del paulatino acallamiento de la demanda agraria;
consiguieron más de 70 millones de pobres, concentrar la riqueza en menos de un
10% de la población. Han consolidado un salario anual de 6 millones 118 mil 873
pesos para los ministros de la suprema corte, de 3 millones 33 mil 612 pesos
para los consejeros del IFE, de 2 millones 57 mil 328 pesos anuales para los
senadores y de más de millón y medio para los diputados. Han conseguido la
fidelidad de más de medio millón de policías y de más de 225 mil militares que
juntos han encarcelado a cerca de 2, 226, 833 presos de los cuales cerca del
42% son inocentes o pobres; han sumado a sus logros casi 80 mil homicidios. La
revolución institucionalizada ha descubierto que para incrementar las ganancias
de capital a partir de la guerra, es más barato utilizar a la sociedad civil
desposeída y ha generado así a partir de la industria del narcotráfico más de
400 mil millones de dólares al año y más de 150 mil muertes. Guerra caliente,
sangrienta, silenciosa y controlada que paga a menos de 8 mil al mes la vida de
un hombre y una mujer. Han dejado libre a Raúl Salinas y a Caro Quintero, por
invocar a algunos. Han aprovechado el clima de muerte orquestado por ellos
mismos para perseguir a sus detractores, logrando la estrujante cifra de 28 mil
desaparecidos, de miles de familias rotas. Han repartido la pobreza, impuesto
el neoliberalismo y un gobierno basado en el miedo y la reproducción de la
miseria, de la muerte. Pero existió desde un inicio otro sendero de la
Revolución que, como la institucional, llega hasta nuestros días; esta
revolución, la de los motivos del pueblo, la que defendía el derecho de vivir
significando la vida mientras se venera la tierra. Reiniciemos; luego de
treinta años de gobierno dictatorial, crecimiento desigual y acaparamiento de
la tierra la Revolución comunitaria comienza en 1910; le antecedía una memoria
de levantamientos agrarios en el siglo XIX, desde los yakis en Sonora, hasta los
peones en Yucatán, pasando por todos los rebeldes despojados a lo largo y ancho
del país a los que junto con su tierra, les fue arrebatada la posibilidad de
nombrar el mundo en comunidad; se levantan los Flores Magón, se levantan los
hermanos Serdán, se levanta Villa, se levanta Zapata. Cuatrocientos años de
explotación, sobajamiento y expropiación eran suficientes, querían la tierra y
la libertad para trabajarla, querían la dignidad, querían la vida. Zapata vio
al poco tiempo del llamado de Madero, cómo al conseguir la presidencia se
olvidaba de su promesa de reparto agrario; Zapata sabía que Madero nunca
entendería lo que significa para la comunidad el trabajo en el campo, y que
nunca, ni él ni los que buscaban el poder, tendrían el sentimiento de saberse hijos
de la tierra, hermanos del maíz. Era imposible deponer las armas pues, ahí
donde la promesa de reparto e igualdad se había puesto, quedaba en su lugar la
misma burocracia, el mismo despojo y abuso, de todos los que se habían vendido
a otro ideal, el de la riqueza. No existen trabas legales que detengan la
igualdad del pueblo si hay voluntad; Zapata no depuso las armas ni ante Madero,
ni ante Carranza y le costó ser tratado como rebelde. Cuatro siglos de opresión
y la posibilidad de liberarse de ella bien valían una vida en las montañas. Y
así fue que Zapata se refugió en la tierra, amenazante y temible como la
sombra. La lejanía de la frontera para comprar las armas y la inferioridad
numérica marcaron el ritmo de la lucha. Fue asesinado a traición en 1919. Hay
hombres que viven más que sus cuerpos, sus nombres recorren la historia y los
pueblos, como la luz en el espacio. Zapata está por encima de su muerte. Ha
vivido en los arados, en la sangre de los trabajadores de la tierra, en los
hombres del maíz.
Vivió también en Lucio Cabañas,
que se levantó en 1967, exigiendo mejores condiciones de vida; tierra y
libertad para trabajarla.
Viendo el avance del despojo y su
desprecio, no soportó Lucio y se levantó en armas por el amor a la tierra, por
las ansias de vivir, por su pueblo. Suya fue la guerrilla y suyas tantas manos.
No construirán un mejor mundo las armas sino las manos que las portan; lo sabía
Lucio, manos para arar la antigua tierra, para cosechar el nuevo maíz, para
hacer justicia, para librarnos de los genocidas. No les bastó asesinar a Lucio;
su miedo siempre es más grande. Diezmaron a su gente y aún los matan, los
venden como mercancía y ellos resisten con malévola alegría. Tampoco ha muerto
Lucio; vive en el sonido de las balas rebeldes, en la fuerza de los brazos, en
el ansia de vivir, en nuestra alegría vive.
Junto a Zapata, Lucio vive en el
nuevo zapatismo y en las nuevas generaciones rebeldes y revolucionarias de
vuelta de siglo. Con más radicalidad que antes, el partido institucional ha
querido distribuir la pobreza y repartir el miedo. Pero la Revolución
comunitaria que comenzó con Zapata vive nuevamente. En enero de 1994 se
levantaron nuevamente los pueblos del sur afirmando el derecho de vivir, de
justicia, de libertad.
De 1910 al 2013 seguimos en la
lucha. Para recordar a Carranza tenemos a Zapata; para Luis Echeverría, Lucio
Cabañas; para Salinas oponemos a los nuevos movimientos rebeldes y
revolucionarios, que decimos, desde ahora, que sus días están contados.
-II-
¡Mírennos lamiendo la miel de la
vida, mírennos la sonrisa que les aterra, mírennos en los ojos la pasión de la
sangre, mírennos el amor y estos brazos fuertes que algún día, muy pronto, se
levantarán para siempre libres de toda opresión! El sentido de la vida es dar a
la vida sentido. La riqueza de los tiempos de paz, es permitir la preparación
para los tiempos de guerra. El sentido de la vida es dar a la vida sentido. La
riqueza de los tiempos de paz, es permitir la preparación para los tiempos de
guerra. Somos fuertes, somos la noche que cae y el sol que se levanta, somos la
vida, somos la tierra. Somos el eco de la historia, los que tienen todo por
ganar. Nosotros hacemos revolución en la noche, en el día, en la sombra; y
habrán de temer de la sombra de su sombra. Ahí estamos a los que no les gana el
miedo. Hoy no nos engañan.
Después de celebrar, año con año,
la apropiación contra-revolucionaria de la Revolución mexicana, reduciéndola a
un simple evento deportivo, la elite que gobierna ha decidido dejar de hacerlo,
poniendo de manifiesto su total postración frente a las políticas imperiales,
principalmente estadounidenses. Han de celebrar tan sólo, por supuesto, el
centenario de la formación del ejército constitucionalista, larvado hasta el
tuétano por la corrupción y el servilismo, en calidad de policía local,
subordinada al Pentágono, e instrumentalizada para la gestión del narcotráfico
y protección de sus carteles; como arma de destrucción de los lazos
comunitarios y de las redes de solidaridad que posibilitan la resistencia
frente al modelo extractivista, como lo pone en evidencia la tierra caliente de
Michoacán o la Costa Grande de Guerrero o cualquier otra región del país en la
que se producen todos los días nuevos asesinatos, secuestros o
“desapariciones”.
Nosotros celebramos hoy la
Revolución de la tierra, de la vida y de la fuerza. Somos la tierra, la vida,
somos la fuerza, somos la alegría y somos también una guerrilla, un ejército de
pobres que van por lo que han producido, por lo que han creado, nunca más un
ejército de reserva. No queremos el dinero, pero tampoco la miseria, queremos
la vida, la tierra y la libertad; no queremos el poder corrompido, queremos la
potencia. No queremos la guerra, queremos la paz. No pedimos nada al gobierno,
lo trabajaremos por nosotros mismos. Dejemos para luego el sacrifico por los
otros y armémonos hoy con el arma de nuestra voluntad y acabemos con la
patética revolución institucional, con el mal gobierno, con la miseria y con su
esclavitud.
¡Viva compañeros la tierra, viva
la vida, viva la libertad!
¡Viva Lucio! ¡Viva Zapata! ¡Viva
Villa!
¡Viva la rebeldía! ¡Viva la
rebeldía!
¡Por la unidad y la emancipación
del pueblo!
COORDINACIÓN REVOLUCIONARIA
LIBERTAD
Noviembre 18 de 2013
¡Por la unidad y la emancipación
del pueblo!