‘Quiero que explote la verdad’
Por Anabel Hernández
“Cuando me preguntan por qué estoy aquí, me esfuerzo en explicarles que me acusan injustamente de secuestro, lo digo para defenderme, otra vez. A veces tengo ganas de contestar simplemente: ‘Estoy aquí por secuestro’, pero entonces ellos habrían ganado definitivamente, bajé los brazos, me rendí. Solo me queda una riqueza: mi inocencia”.
Así concluye el libro “A la Sombra de mi Vida. Prisionera del Estado Mexicano”, escrito por Florence Cassez, la ciudadana francesa que el 9 de diciembre de 2005 fue exhibida ante los medios de comunicación y acusada públicamente de secuestro mucho antes de que su caso llegara a un juzgado.
Hoy, la mujer de 35 años purga una condena de 60 años en el penal femenil de Tepepan, en la Ciudad de México.
Su controvertido caso está plagado de dudas sobre su culpabilidad y lleno de certezas respecto a los vicios de origen provocados por la manipulación que hizo la entonces Agencia Federal de Investigación (AFI).
Todo esto aderezado con una campaña mediática orquestada por altos funcionarios del gobierno federal para que Cassez no vea opción alguna de libertad.
Cada vez que surge una posible oportunidad de repatriación o liberación, los mismos funcionarios que inventaron pruebas en su contra hace cuatro años, sacan de la chistera nuevos testigos para contar nuevas atrocidades sobre Florence Cassez.
Todo esto hace imposible tener un veredicto auténtico sobre la participación o no de la ciudadana francesa en los tres secuestros que se le imputan.
En muchos países, una investigación judicial viciada de origen sería suficiente para liberar al supuesto sospechoso. Aquí no, aquí se encierra a las personas y luego se averigua. Ya sean indígenas analfabetas, como Jacinta, o alcaldes de Michoacán que fueron sacados a la fuerza de sus ayuntamientos, encarcelados ocho meses y después puestos en libertad ante la evidente manipulación de las pruebas.
Cassez tiene aún mucho qué decir. En México nada más han sido escuchadas, y con una amplia difusión, las versiones de los funcionarios que alteraron las evidencias desde el principio. También se han oído las voces de las presuntas víctimas de Cassez, que hasta el final, en sus declaraciones ministeriales, imputaron la responsabilidad de sus plagios a personas que nunca fueron detenidas.
Durante ocho meses, Florence escribió el libro que acaba de publicar la Editorial Michel Lafon, una de las más prestigiadas de Francia. Consta de 11 capítulos y 233 páginas
Sus escritos fueron recopilados por el periodista francés Jacques-Yves Tapon, quien conoció a Florence Cassez pocos días después de su arraigo. Desde entonces no soltó el caso porque le interesaba entender por qué había tantas irregularidades.
En el prólogo, Tapon narra sus vivencias. Explica que después de haber visitado a Cassez en el Centro de Arraigo haciéndose pasar por un familiar –era la única forma de hablar con ella–, ella le deslizó un papel donde había escrito las verdaderas condiciones de su detención. Esto sucedió mucho antes de que la propia Florence denunciara el hecho en el programa televisivo de Denise Maerker en marzo de 2006.
En esa emisión, la ciudadana francesa reveló públicamente los detalles del montaje de su arresto. Lo hizo en vivo y en directo, cuando estaba en el estudio el titular de la AFI Genaro García Luna.
La versión completa del hecho circula desde el pasado jueves 4 de febrero a través de los más de 15 mil ejemplares impresos.
Ante la inminente publicación del libro, visitamos a Florence Cassez en el penal donde purga su condena. Vestida de azul, como lo marca el reglamento, conversó de manera informal.
La visito con frecuencia desde marzo de 2009 para seguir de cerca el caso que hoy tiene pendiendo de un hilo la relación diplomática entre México y Francia.
Desde hace casi un año, solicitamos al gobierno del Distrito Federal autorización para entrevistar a Florence Cassez a cámara para los lectores de Reporte Índigo. Esto no ha sido posible, ni para nosotros, ni para ningún medio de comunicación que lo ha solicitado.
Por un tiempo, debido a presiones del gobierno federal, que no quiere que Florence hable con periodistas, se nos negó la entrada al reclusorio, aunque nunca violamos ningún reglamento en nuestras visitas.
El martes 2 de febrero pasado, cuando fui a verla, una empleada del área de registro me preguntó si era periodista.
Respondí que sí, y me advirtió que los periodistas no podían entrar, aunque antes que periodista, soy ciudadana. No llevaba cámara, ni grabadora, ni siquiera libreta y pluma.
Por suerte, su compañera dijo: “No te preocupes, la pusieron en la lista negra, pero ya la quitaron”. Al decir esto, sacudía un papel lleno de nombres, todos ellos de periodistas de medios de comunicación nacionales y extranjeros que han pedido entrevistar a la ciudadana francesa.
¿Quién le teme a Florence Cassez?
Hoy, nadie podrá impedir que Florence ejerza el derecho de defenderse a través de un libro que en Francia ha generado expectación.
“Que la gente descubra quién soy, que descubra la verdad, el montaje, cómo (Genaro) García Luna fue manipulando todo”, comenta Florence brevemente, nerviosa ante la inminente publicación del libro.
“Tengo ganas de que se traduzca al español, que los mexicanos también lo lean. No es posible que todos en México sepan que la justicia aquí es un fracaso, pero no solamente en mi caso.
“Los mexicanos no son crédulos, saben muchas cosas de sus autoridades, de sus abusos, ¿por qué no pueden entender mi caso? Por eso escribí el libro, ¡ya basta!, quiero que explote la verdad”.
Con la autorización de la autora y de la editorial, Reporte Índigo publica extractos de tres de los capítulos más estremecedores y reveladores.
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La voz de Florence
Gracias a la editorial Michel Lafon. Reporte Indigo reproduce algunos fragmentos del libro “A la Sombra de mi Vida. Prisionera del Estado Mexicano”, escrito por Florence Cassez.
Busca este fin de semana en ReporteIndigo.com los tres capítulos completos...
Capítulo 3
LA VISITA DEL CÓNSUL
Fue el cónsul quien se lo anunció a mis padres. Por lo menos hizo eso. Poco más tarde, vendría a verme para cumplir con lo mínimo, la asistencia consular. Pero eso debió costarle mucho porque me trató como a un delincuente. Lo único que me dijo fue que no podía hacer nada por mí, mientras que Frank Berton, el abogado que mis padres contrataron más tarde para defenderme, me diría que el cónsul habría podido obtener mi liberación sobre la base de una violación flagrante de la Constitución Mexicana.
El artículo 16 establece que, en una detención, el inculpado debe ser puesto a disposición del ministerio público “inmediatamente”. Ahora bien, entre mi arresto y mi llegada a la sede de la Policía esa mañana, ya habían pasado casi 24 horas. Se lo pude haber contado al cónsul. Pero parecía que tenía cosas más importantes que hacer. A él tampoco se le ocurrió y, como muchos mexicanos que lo vieron todo en la televisión, sin duda él también creía lo que se mostró. A sus ojos, soy una secuestradora de niños, Florence “La Diabólica” y, peor aún para él, Florence “La Francesa”.
EL ARRAIGO
¿Cuánto tiempo más me dejarán encerrada aquí con esta loca que me mira desde el rincón? Ya no sé si es de día o de noche. Vienen a buscarme, sigo sin concebir el sueño. Y todo vuelve a empezar. Me siguen haciendo las mismas preguntas y de nuevo dicen “desvístete”, “voltéate”, siempre presionándome, mirándome con desprecio para mostrarme que no valgo gran cosa. En la habitación contigua, Israel sufre lo mismo. Y como a mí, le piden que firme un papel que todavía no puedo descifrar. Vagamente, un tipo me dijo que me llevarían a un especie de hotel con una habitación y una ducha y que me tendría que quedar ahí. No entiendo muy bien lo que esto significa, pero estoy casi desnuda frente a todos estos tipos que pasan por ahí, me siento humillada, siento que ya no valgo nada, termino firmando esta hoja porque me obligan. Lo que acabo de firmar es en realidad la aceptación de mi custodia. Puedo estar aquí hasta noventa días. Este es el momento donde se hacen las investigaciones, el tiempo que tiene la Policía para reunir pruebas y eso es lo que acabo de firmar: los noventa días de encierro. ¿Cómo iba yo a adivinar?
LA PISTOLA EN LA SIEN
Una noche, mientras todos duermen, vienen a buscarme. El director de la prisión quiere verme, según me dicen, y me pregunto por qué, puesto que son las dos de la mañana, pero aquí he aprendido que todo es posible. Él está en su oficina, un tipo grande, con unos músculos increíbles y frente a él se apilan papeles que no reconocí al principio. Habla sin mirarme; hay algunos guardias a mí alrededor, pero no me maltratan. Después, entiendo que él quiere que yo firme un documento, pero no sé exactamente lo que está escrito. De hecho, algunos de los documentos que no había reconocido son míos y otros son de Israel. Fotos, declaraciones, cosas así. No quiero firmar, me espero un momento, pero él insiste, y de repente me armo de valor para decirle que no; ni modo. No voy a firmar. Es tal vez, la primera vez que encuentro la energía para rebelarme, para resistir. Le explico que no tengo abogado, y que no quiero hacer nada hasta que no tenga uno. Entonces se enfurece, se pone de pie agitando su pistola y se acerca. Es una forma de intimidarme, al menos eso es lo que me viene a la mente. Y su plan funciona. Estoy petrificada, aterrorizada por la amenaza. No debo mostrarles mi miedo, pero todo cambia cuando me apunta en la sien con su pistola. Es un momento increíble, que nunca había vivido, las fuerzas que tenía se van de golpe.
Siento que la vida se me escapa y apenas lo escucho a lo lejos cuando grita en mis oídos: “¡Vas a saber cómo es el infierno si no firmas!”.
También amenaza con aislarme, no sé de qué, ya estoy tan sola. El miedo me hace ceder y firmo.
LO QUE LE DIJO EL ABOGADO
Una persona la reconoce, sin lugar a dudas, y asegura que usted participó en su secuestro. Es un tal Ezequiel quien lo dice en el proceso verbal establecido por la AFI. Un joven de 22 años que estaba en el rancho cuando filmaron su arresto para la televisión. Él dice formalmente que te reconoce. Todavía no sé cómo, pero la reconoce. (…)
“Vas a salir dentro de unos tres años, después del amparo final”.
Ahí sí tuve una crisis. Una de verdad. Empiezo a patalear, y a llorar y tal vez hasta lo golpeo, ya no sé qué hago, es demasiado duro escuchar eso. ¿Tres años?
“Puede ser que cuatro...”.
Él se va y me deja devastada. Pero se toma unos minutos para acabar conmigo y explicarme sus honorarios:
“Serán diez mil euros al mes. Debe pagar por adelantado”.
Me lo dice como una orden sin siquiera mirarme. Yo, que no tengo nada. Que tengo que mendigar para fumar un cigarro. Yo, que tengo que usar la misma ropa todos los días, y que la tengo que lavar cada noche porque no tengo otra. ¡Diez mil euros al mes, y promete sacarme dentro de cuatro años!
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Capítulo 10
UNA LLAMADA DEL PRESIDENTE
Nicolás Sarkozy debe pasar unos días con su esposa en una casa junto al mar, del viernes 6 de marzo por la noche al domingo 8, antes de volver a la Ciudad de México para pasar una velada privada en compañía de la pareja presidencial mexicana. Ahí se supone que hablarán de mi caso. Espero ese momento con emoción.
Me sorprenden el viernes por la noche. Fue una sorpresa divina. Me llaman, porque me espera un visitante. Ya es casi de noche. No es ni la hora ni el día de visitas. Estoy emocionada, me pregunto qué va a pasar. Sé que los esposos Sarkozy llegaron, pienso en Carla, y sé que puede pasar cualquier cosa. Veo a un hombre al final del corredor aún más emocionado que yo. Es un tipo de la embajada. Me entrega un papel con un número de teléfono al que debo llamar inmediatamente. ¡Tengo que llamar al presidente!
- ¡Rápido! ¡Date prisa!, dice el hombre mientra me empuja hacia el teléfono de la pared.
Me cuesta trabajo presionar los botones. Me dice que me calme. Los dos estamos en un corredor desértico, y nerviosos escuchamos el sonido del teléfono. De repente descuelgan:
- Hola, habla Florence Cassez.
- Un segundo.
Tomo fuertemente el auricular y lo pego a mí oído tanto como me es posible, ya no veo nada de lo que sucede a mí alrededor.
- Hola, ¿Florence? Nicolás Sarkozy al teléfono. ¿Cómo está?
Reconozco su voz. ¡Qué shock! Me caigo. No físicamente, claro, pero tengo la impresión de que mis piernas se hunden y de que estoy sola en el mundo, sola con el presidente que me habla por teléfono y que quizás hable de mi liberación. No debo perderme ninguna de sus palabras.
- Es importante que hable con usted. Acabo de llegar a México y quiero decirle que no la decepcionaré, Florence.
Y me escucho contestarle:
- Sí, señor presidente… sí, señor presidente.
¡Es todo lo que puedo decir! Siento que no conozco otras palabras, otra respuesta. Yo que tengo la lengua tan larga, estoy como bloqueada, y ni siquiera estoy consciente de las pobres frases con las que hablo. Salen automáticamente de mi boca y al teléfono las escucho como si fuera alguien más hablando.
- Florence, tiene que confiar en mí. Tengo un plan en mente, creo que ya se lo han mencionado. Para empezar, tiene que pedir la repatriación.
Es ahí cuando me regresa la voz:
- ¡No estoy de acuerdo!
Lo dije espontáneamente y él lo entendió. Le explico que es muy difícil para mí resignarme a aceptar que soy culpable, que cargo con esto desde hace tres años y no lo voy a dejar así sin más.
- Insisto, Florence. Se lo repito: tiene que confiar en mí.
Lo dijo despacio, pero con firmeza, como siempre lo escuchamos expresarse en la televisión. Estoy un poco impactada porque, en esta ocasión, es solo a mí a quien le habla y estoy perdiendo mi convicción, ya no sé qué pensar. Sobre todo, porque me gustaría tener más tiempo para responder, para pensar, pero por el momento parece que es imposible. Estoy completamente cautivada por lo que está pasando, concentrada, atenta a cada una de sus palabras. Y después empieza a decirme que mi padre es un hombre formidable y que…
- Florence, es como si fuera parte de la familia. La sacaré de ahí.
Es algo que quiero creer. Son exactamente las palabras que quería escuchar del presidente de la República. Las quería oír, pero no me atreví ni siquiera a tener la esperanza de que me hablara de esa manera. ¡Y continúa!
- Carla quería ir a verla a la cárcel, pero no le será posible. Es más, se la paso, ella le va a explicar.
Una voz pequeña, dulce, crujiente, llena de sentimiento y de atención, reanuda la conversación. Ella me pregunta primero por mi salud y, como su marido me había dicho, ella explica:
Yo quería ir, pero Nicolas me aconsejó que no lo hiciera. Estoy muy decepcionada, pero me dijo que te haría más daño, en lugar de beneficiarte. No sabemos cómo podría ser percibido por la opinión pública en México.
Ella me tuteó. Me empecé a quebrar, y terminé llorando. Con Nicolás Sarkozy no es lo mismo; él es el presidente y no lo puedo hacer perder el tiempo. Con ella (la conversación) es más amigable, es como si se hubiera caído una barrera.
Me vuelve a pasar a su marido. Entonces, él repite que tengo que confiar en él, que no debo escuchar todo lo que se diga mientras él está en México y que será importante que él también calle sobre algunas cosas. Está bien, comprendo. Soy capaz de escuchar de todo, si él así lo quiere. Con tal de que me saque de aquí, él puede dejar de decir lo que quiera.
Cuando colgué tenía la sensación, con todo lo que había escuchado y el tono que había sido empleado, de que había hablado con un tío y una tía. El tipo de la embajada seguía ahí, me había olvidado de él, y tenía un buen semblante, pero me miraba fijamente. Sin decirme nada, mientras yo prendía un cigarro, se marchó.
SARKOZY HABLA DE CASSEZ
Después, vemos a Nicolás Sarkozy y a su esposa en el Colegio Francés, acompañados por todos los empresarios, el presidente dio un discurso ahí y luego en el Senado, frente a la asamblea que fue sin duda el evento más solemne de su visita. Así lo veo yo, en todo caso. Es probable que no se hable de mí ahí. Sin embargo, el periodista habla de la presencia del presidente francés, de la sorpresa de los senadores de México y deja que las imágenes hablen. Lo veo en el podio, con los ojos brillantes, "como me aconsejaron discretamente de no hablar del caso de Florence Cassez, voy a empezar hablándoles de Florence Cassez ...".
No puedo creerlo. Veo bien cómo los mexicanos están molestos, pero no lo puedo creer. Me entusiasmo y lo veo con admiración. Definitivamente, me da gusto.
LA DENUNCIA CONTRA GARCÍA LUNA
En Francia, Frank Berton se irritaba por todo esto. A mediados de abril, anunció que tenía intenciones de presentar una denuncia en contra de Genaro García Luna frente a la justicia francesa por la manipulación de pruebas y el montaje de mi detención. Una declaración de guerra. Esto podría conducir a una investigación. No en suelo mexicano, pero probablemente esto le impediría viajar al secretario. No podría entrar a Francia, por supuesto, pero tampoco a Europa, particularmente a España, país que visita con regularidad, según dicen. Y tal vez tampoco a todos los países con los que Francia tiene un acuerdo de cooperación judicial que podrían permitir suextradición a Francia.
Creo que es un buen golpe. Pero el señor Berton me dice que primero tiene que reunir las pruebas de que mi detención se llevó a cabo el 8 de diciembre y no el 9. Con ello, también podría pedir al gobierno francés que inicie un juicio ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, porque la Constitución Mexicana se violó, en su artículo 16 que establece que toda persona detenida debe ser inmediatamente presentada a un magistrado. De hecho, si se prueba que fui arrestada el 8 de diciembre, sería bueno para mí, porque los documentos de cuando me presentaron ante la SIEDO, están fechados al 9 de diciembre, a media mañana.
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Capítulo 11
LAS REACCIÓN A LAS ENTREVISTAS
He dado tres o cuatro entrevistas en estos tres años y medio. Tres o cuatro, al parecer. Se hizo un leve eco en la opinión, mis palabras y mis lágrimas hicieron algo de ruido, removieron algunas conciencias que se negaron a seguir ciegamente la furia de Felipe Calderón. Pascal Beltrán del Río, respetado editor del periódico El Excélsior, escribió una crítica mordaz y denunció a su gobierno, que en su opinión ha perdido toda credibilidad en este caso.
El penalista Samuel González Ruiz denuncia la falta de coherencia en el comportamiento de su país. Son más golpes de los que Felipe Calderón está dispuesto a aceptar y Genaro García Luna, sin duda, quiere actuar porque siente que la opinión pública podría debilitarlo.
Ojo por ojo, diente por diente, la respuesta fue rápida. Un jueves por la noche, alrededor de las diez, una escolta de la policía entró en mi celda. En el fondo, me da pánico la idea de lo que podría suceder, pero soy incapaz de expresar el terror que se apodera de mí y me paraliza aún más. Por algunos días no pude comer, estoy amorfa. Y ocurrió lo que más temía: me llevan a otro lugar y solo tuve tiempo para tomar dos o tres prendas de ropa interior y mi cepillo de dientes. Mientras tanto escucho conversaciones entre los oficiales de policía y los guardias de la prisión, al parecer esto es a causa de mis entrevistas, en especial la que me hizo Denise Maerker.Oficialmente, me cambian de cárcel porque no estoy bien y estaré mejor vigilada donde me llevan, es para protegerme de mí misma. Después entendí: me llevan de regreso a Santa Marta.
EN SANTA MARTHA
Mi estancia en Santa Marta no ha sido muy larga, pero el mensaje es claro: podemos moverte a cualquier hora. Es una manera de hacerme callar, de que deje de hablar en los medios de comunicación, de que deje de existir, de alguna manera. De que purgue aquí mis sesenta años en silencio, es lo que quiere el gobierno mexicano. Quieren una victoria total.
SARKOZY, GARCÍA LUNA Y CÁRDENAS PALOMINO
Es un jueves, a principios del mes de julio. Frank me dice que llame a las 10:20, 17:20 en Francia. No es el número directo de la oficina del presidente y me preocupa un poco porque me pasan de extensión en extensión.
Al final escucho:
- Sí, Nicolás Sarkozy. ¿Cómo está Florence? Estamos en mi oficina con Frank Berton, Thierry Lazaro y sus padres, pongo el teléfono en altavoz.
Escucho su tono de voz molesto:
- Las cosas no están saliendo como lo pensamos, Florence. ¡Nos están tomando el pelo!
Alguien en su oficina le pide que no diga mucho, pero añade:
- Yo, Nicolás Sarkozy, le digo, Florence que no la defraudaré.
Esto porque sabemos que hay escuchas al teléfono, que sus colaboradores le hicieron una señal para que no fuera demasiado lejos. Sé que nos están escuchando, y también yo quiero decírselo, pero obviamente no hay nada que hacer:
- Sí, sé que nos están escuchando. ¡Pues qué escuchen bien!
Y durante dos minutos, habló sobre García Luna, y dijo que su intención era demandarlo. Lo escucho, esa determinación, esa manera de decir las cosas con tanta convicción, una vez más me transporto. Es increíble cómo me siento fuerte, de golpe me siento protegida. Parece una tontería, pero siento que ya no estoy en la prisión en ese momento. Creo que hasta cerré los ojos.
De hecho, cuando hablo con Nicolás Sarkozy, quiero comprenderlo todo –habla muy rápido y no lo puedo hacer repetir las cosas- tengo tanto miedo de no escuchar algo de lo que me diga, que olvido todo lo que está alrededor de mi. Es mi secreto. Nadie sabrá lo que él me dice. Cuando cuelgo, me cruzo con las otras detenidas y ellas no saben nada. Es mi protección, como un velo a mi alrededor.
Intento con todas mis fuerzas retener las palabras, con la mayor precisión posible para recordarlo la mañana siguiente, cuando me despierte.
El Presidente fue muy lejos esta vez. También habló de Luis Cárdenas Palomino, el brazo derecho de García Luna, ese que toda la prensa dice que tiene sangre en sus manos. Se cuenta abiertamente el episodio de un taxi, donde uno de sus amigos, asesinó a sangre fría al conductor porque no tenía cambio y el pobre hombre insistía que le pagara la carrera. Es Anabel Hernández, quien me dijo: "Palomino siempre ha encubierto a su amigo," ella dijo. Y Nicolás Sarkozy, por teléfono también lo dijo deliberadamente: "Sabemos lo que hizo con el taxista".
LA INVESTIGACIÓN DE BERTON
Fuente: Reporte Indigo
Difusión: AMLOTV