Fernando Camacho Servín
Para el profesor Alberto Patishtán, la forma en que llegue su liberación es mucho menos importante en este momento que el hecho principal de que la misma, finalmente, ocurra.
Ya sea a través de un posible indulto presidencial, una ley de amnistía o incluso la vía larga de la justicia interamericana, dice, la prioridad ahora es terminar con un encarcelamiento iniciado hace 13 años por un delito que no cometió.
En entrevista con La Jornada en una clínica ubicada al sur de la ciudad –donde actualmente recibe tratamiento médico por un tumor cerebral–, el activista tzotzil comentó lo que han significado todos estos años de encierro, la persistencia de los abusos contra los miembros de los pueblos indígenas y, por supuesto, su liberación tantas veces postergada.
Como se recordará, Patishtán fue acusado de participar en el asesinato de siete policías ocurrido el 12 de junio de 2000 en el municipio chiapaneco de El Bosque –de donde es originario– y más tarde condenado a 60 años de cárcel, a pesar de las evidencias de que en el momento del delito él se encontraba en otro sitio.
Indignado, pero tranquilo
–Profesor, ¿cómo se siente de salud y de ánimo para enfrentar todo este proceso?
–Bien no estoy, porque estoy en una cárcel. En cuestión de salud, siempre ha sido mala por la falta de atención en el Cereso donde he estado y lo otro también, porque el tumor que me habían operado hace un año, como quedaron los restos ahí, parece ser que comenzó a crecer nuevamente. La llevo no tan bien, pero tratamos de vivir todo lo que se pueda en cada momento, en cada día.
–¿Cómo hace para no caerse frente a una situación en la que muchos tal vez ya se habrían quebrado?
–Yo solamente me pongo en manos de Dios, así es como la he llevado todo este tiempo. Lo esencial para mí es encomendarse a Dios. Lo otro es que traigo la conciencia limpia. El delito que me ponen no lo hice. Estoy tranquilo de seguir adelante porque me siento libre e inocente. Solamente falta la libertad que anhelo, la libertad física –dice con semblante tranquilo.
–¿Cómo tomó el hecho de que el primer tribunal colegiado del vigésimo circuito le negó la libertad?; ¿cómo interpreta este fallo?
–Me siento indignado, con coraje. Aunque ya sabemos cómo es el sistema judicial, que a los que estamos presos nos mantiene ahí por nuestra falta de recursos, quizá por nuestra raza y todo eso, realmente no lo esperaba. En mi mente yo estuve tranquilo porque ya conozco cómo son las cosas, aunque también esperaba por ahí un milagrito –confiesa Patishtán entre risas.
–¿Cómo toma el hecho de que usted siga en la cárcel pero Florence Cassez haya salido, o que a Raúl Salinas de Gortari le hayan devuelto sus bienes?: ¿en qué país se ha transformado México?
–Son autoridades inflexibles, que ni conciencia tienen. Hace poco liberaron a otro (implicado en la masacre) de Acteal, cuando ellos ya han confesado sus culpabilidades. Yo, que he aportado tantas pruebas y un montón de cosas, no salgo porque hacen todo al revés. Las autoridades caminan de cabeza hoy en día.
–¿Usted tiene claro que se ha convertido en una especie de símbolo contra la existencia de presos políticos?
–Yo solamente sé que hago poco para mí, pero como el mío hay muchos casos. Hay uno de un compañero que sigue luchando conmigo, que se llama Alejandro, que fue detenido en Veracruz y sentenciado a 30 años por un delito que no cometió. Le pusieron traductor en tzotzil allá en Veracruz, pero lo triste es que la gente indígena allá no habla tzotzil.
“En el Cereso donde estoy, hay un solo defensor por 500 internos. ¿Qué hace ese defensor con tanta gente? También hay una mujercita que se llama Antonia y que lleva 10 en prisión (sin sentencia). Pueden juzgarla y decir que su sentencia es de seis años. ¿Los otros 4 dónde quedan?
–Sobre las opciones para su liberación se habla de tres vías: un indulto, una ley de amnistía y acudir ante la justicia interamericana, ¿cómo ve estas opciones?
–¡Lo que me parece a mí es que me liberen! ¡Eso es todo!
¿Pedir perdón? Sólo si hubiera mentido
–No hay por qué pedir perdón…
–Así es, tendría que hacerlo si estuviera yo mintiendo. Lo que quiero es que me liberen –recalca el profesor tzotzil ante la insistencia de la pregunta sobre la forma de llegar a ese punto.
–¿Qué tan importante es en este momento el tema de la justicia, la verdad, la reparación del daño?
–Ni siquiera he pensado en eso. No sé, el tiempo lo marcará. Lo primero es mi salud.
–¿Cuáles son los planes para después de salir de prisión?, ¿cómo encarará esa etapa?
–Ahorita siento que estoy viviendo un mundo muy diferente, no veo más allá de lo que está pasando. No sé cómo está el ambiente, por eso no puedo opinar, pero una vela que se enciende no se pone debajo de la cama para que nadie la vea. Siempre se pone en un candelero para que todos vean.
–¿Cuál sería su mensaje para la gente que lo apoya?
–Que hay que seguir luchando, no debemos esperar porque así la justicia nunca va a llegar. Hay muchas tareas y a veces no hay tiempo ni para un descanso. Seguirle con poquito o con mucho, pero seguirle.
–¿Y para el Presidente, el Congreso, los políticos que van a decidir sobre su liberación?
–Que actúen con justicia y con la verdad. Nada más.
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