Miércoles, 08 de Diciembre de 2010 00:00
Escrito por Piergiorgio Odifreddi*
Las revelaciones de Wikileaks han sacudido al mundo y continuarán haciéndolo.
Los estados del mundo se han unido a la defensiva, rasgándose las vestiduras y reivindicando el derecho al secreto. Como si la transparencia no fuera un deber, por los menos para las autodenominadas democracias, que por el contrario adoptan sistemáticamente un doble estándar basado en la sutil diferencia entre “legalidad” y “legitimidad”.
Esa distinción tiene en Italia grandes defensores hasta en los más altos cargos de gobierno, desde los ministros del Interior hasta los presidentes de la República.
Y no hay solo un caso en el que quienes descubrieran el primer sentido hayan luego descubierto el segundo: desde Segni hasta Cossiga, Scalfaro y Napolitano.
El mismo Cossiga me explicó en una oportunidad la diferencia entre ambos conceptos en estos términos: “La legitimidad es lo que se refiere a la naturaleza de los intereses que constituyen el Estado, mientras que la legalidad se refiere sobre todo a los métodos para alcanzar los fines del Estado. No existe servicio secreto que no sea ilegal, pero la ilegalidad del servicio se halla justificada por la coherencia de sus fines con la legitimidad”.
Queda claro que, a partir de estas premisas, sólo puede derivar el doble comportamiento de las instituciones, que sistemáticamente dicen en público lo que las leyes y la decencia requieren, pero luego hacen en privado lo que la praxis y los intereses les aconsejan.
Solo los gobiernos revolucionarios pueden soñar con sacar de quicio los fundamentos de esta doble moral, para luego volver al rango de lo posible. Por ejemplo cuando Trotsky se convirtió en el Ministro del Exterior del primer gobierno bolchevique declaró que divulgaría los contenidos de los tratados firmados por el gobierno zarista y que en unas pocas semanas cerraría el ministerio. Pero obviamente no hizo nada de eso.
Wikileaks opone a la “realpolitik” del doble discurso una ideología de transparencia, por lo menos a través de su portavoz Julián Assange, que hunde sus raíces en el pensamiento científico en general y en el matemático en particular.
El hombre más buscado del mundo, acusado de “terrorismo” por haber confirmado en los hechos que la verdad es revolucionaria, fue en su pasado estudiante de matemática y de física de la universidad de Melbourne, entre 2003 y 2006.
En su blog de hace algunos años, llamado IQ como acrónimo de Interesting Questions, dicho pasado aflora en muchas entradas. Por ejemplo, el del 12 de julio de 2006, atestigua que Assange participó en el convenio del Instituto australiano de Física y que un año antes representó a su universidad en la Competencia Nacional australiana de Física.
Otras entradas abordan problemáticas de filosofía y de sociología de las matemáticas, desde el uso de los números imaginarios hasta el influjo del pensamiento masculino en el desarrollo de la disciplina.
La entrada más interesante es tal vez la del 27 de agosto de 2007, titulada “La irracionalidad de las discusiones”, en la que señala: “Se puede probar que A sigue a B, que a B sigue C…. que a la H sigue la I, que a la I sigue la L y advertir que la Justicia concuerda y lo aprueba.
Pero luego si con un golpe teatral, se afirma que ahora necesariamente a la A la seguirá la L, la Justicia retrocederá y refutará el axioma de la transitividad, si L apoya la Libertad”. En otras palabras cuando la lógica no funciona de acuerdo con los intereses, se la rechaza sin problemas
La entrada continúa así: “A menudo nos sucede que nos insisten en que si creemos en X, le seguirá algo determinado. O también que si creemos en X esto nos conducirá a otra cosa. Pero todo eso nada tiene que ver con la verdad de X y demuestra que las consecuencias son tratadas con mayor reverencia que la Verdad”.
En otras palabras, en vez de preocuparnos por saber cuál es la Verdad nos preocupamos por sobre cuales podrían ser sus consecuencias.
La conclusión de la entrada parece una declaración preventiva por los intentos que Assange comenzaría a hacer poco tiempo después: “Exactamente cuando parece que toda esperanza está perdida ocurre un milagro. Parece que la gente quiere ver hacia donde apunta la aguja de la brújula, que tiene hambre de verdad. Y es la verdad la que la libera de las manipulaciones, que le saca la argolla de la nariz. Sean benditos los Profetas de la verdad, sus mártires, Voltaire y Galileo, Gutemberg e Internet, los criminales en serie de la desilusión, los obsesivos y brutales que socavan la realidad, que destruyen todo edificio podrido hasta dejarlo en ruinas en las cuales sembrar la nueva semilla”.
*Traducido para Rebelión por Susana Merino.
Fuente: La Jornada de Morelos