martes, 28 de julio de 2009

Procampo: subsidio a ricos




Procampo fue creado hace 15 años para que los agricultores del país pudieran competir en los mercados de Estados Unidos y Canadá y para que los productores más pobres mejoraran su calidad de vida. A la postre, ninguno de estos dos objetivos se cumplió. En términos relativos, el agro mexicano no mejoró ni en productividad ni en competitividad y la pobreza en el medio rural no ha hecho más que crecer.
Procampo ha sido un programa de subsidio público dirigido a los productores mexicanos más ricos e influyentes del país. Alrededor de 80 mil millones de los 171 mil millones repartidos durante tres lustros fueron entregados al 10% de los propietarios más pudientes del medio rural.

¿Refuta el gobierno federal estos datos? En voz del secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas, el gobierno negó ayer que este programa necesitara cambios. Asegura que Procampo funciona bien, que está mejor que nunca y que aún le queda larga vida.

Tampoco está dispuesto a asumir este funcionario que en el padrón del programa concurren como beneficiarios funcionarios públicos ligados a la operación del programa, diputados y presidentes municipales, y que hay también narcotraficantes conocidos y varios familiares suyos entre los listados.

El que en estas fechas tomemos conciencia del fracaso que ha sido Procampo coincide en el tiempo con los datos arrojados por la reciente encuesta de ingreso y gasto de los hogares en la que se retrata el aumento de la pobreza en el medio rural durante 2008, y también la alarmante concentración de la riqueza mexicana en cada vez menor número de manos.

No son hechos aislados. La desigualdad económica en México tiene responsables y en este caso son aquellos que han secuestrado los recursos públicos para beneficiarse privadamente con la riqueza nacional.

Otros programas sociales, como Oportunidades, han sido exitosos precisamente porque han contado con mecanismos mucho más eficaces para la rendición de cuentas. Procampo, por el contrario, apoyó a los más favorecidos y careció de mecanismos de control. ¿Cómo no llamar a eso un fracaso?

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