viernes, 6 de agosto de 2010

Guerra, cifras y contradicciones

Utopía


Eduardo Ibarra Aguirre

Todo indica que para los integrantes del grupo gobernante es lo mismo 24 mil 826 que 28 mil caídos durante la Guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado que, casi cuatro años después, es puesta a debate entre los seleccionados por Los Pinos.

Y si no se hizo antes la discusión, explicó el inquilino principal, es porque cuando la gente es víctima de extorsión, secuestro o asesinato, “créanme que no hay mucho tiempo para la reflexión y el análisis”. Seguramente por eso, se lanzó a lo borras e introdujo al país en el que puede ser el peor baño de sangre desde 1917, si no lo paran a tiempo los poderes Legislativo y Judicial y, sobre todo, el de la ciudadanía.

¡Qué más da! 3 mil 174 muertos de diferencia en las cifras dadas por los titulares de la Procuraduría General de la República, el 16 de julio, y el Centro de Investigación y Seguridad Nacional, el 3 de agosto, si ninguno de los caídos en la refriega o por los llamados “daños colaterales” –inocentes asesinados por las balas de la delincuencia o las de la patria-- son familiares del par de burócratas, de los arquitectos y estrategas de esta costosa aventura que, es un secreto a voces, tiene su origen en un disenso poselectoral que puso a la orden del día dotar de legitimidad a Felipe Calderón, manotazo del que ahora pretende eludir una responsabilidad inexcusable y que el futuro inmediato le cobrará mucho más que el presente.

Por si lo anterior no fuera suficiente, el michoacano de Morelia dio luz verde al debate sobre despenalizar la comercialización de las drogas. Y como si los tiempos del gran Tlatoani fueran los de hoy, el aplauso predominó. Pero nueve horas después del anuncio, Comunicación Social de la Presidencia de la República aclaró que “aun estando en contra de la legalización de las drogas, el presidente Calderón no se opone al debate en torno a ese tema”. ¡Qué generoso! Esta sociedad diversa y plural discute el tema desde hace más de una década.

Basten los tres ejemplos para evidenciar que el problema de Calderón Hinojosa en su costosísima guerra –que le urge hacer transexenal y el apoyo de todos a los que ignoró durante casi cuatro años-- no es de comunicación, como insiste y por lo que despidió al exbaterista de Timbiriche que ahora despacha en el Comité Ejecutivo Nacional del partido del gobierno, sino de la materia misma de la que informan o de la falta de ella.

El problema no se localiza en la ausencia de una política de comunicación “seria, consistente y cotidiana”, como reclamó Héctor Aguilar Camín, uno de los “23 expertos en seguridad publica” convocados al Campo Marte. Lástima que no invitaron a hablar al doctor Macario Schettino porque los hubiera ilustrado sobre “las razones éticas” de la guerra presidencial.

Pero mal termina Diálogo por la seguridad. Evaluación y fortalecimiento, y peor aún comienza un debate que pretende auspiciar un gobierno que sistemáticamente lo negó, con excomulgaciones –previo uso de una cita bíblica-- de los partidos políticos y del Congreso de la Unión y apelaciones al apoyo de la ciudanía, a la que tardíamente apuesta a concentrarse. Omite Calderón que senadores y diputados lo dotaron de casi todas las leyes solicitadas y que algunas son inhibitorias de garantías individuales, así como de altísimos presupuestos para seguridad y justicia.

Tan concentrado está el esposo de Margarita Zavala en concitar el respaldo ciudadano a su impugnada estrategia militarista, que lo anterior lo dijo en una sesión con la jerarquía católica y de otras confesiones, antes se reunió con las elites de los organismos de la sociedad civil afines a su estrategia y la cúpula empresarial. La ciudadanía, pues.

Acuse de recibo

Humberto Musacchio abunda sobre ¿Y las adicciones cuándo? (4-VIII-10): “En favor de tu argumentación, ayer martes 3 de agosto, en Reforma, Eduardo Huchim cita una información aparecida en el mismo diario el 13 de abril de este año, según la cual de 2006 a la fecha la producción de mariguana aumentó 35 por ciento, el consumo interno se disparó 78 por ciento en los últimos seis años y el narco penetró casi 80 por ciento ‘de los sectores económicos mexicanos formales’, datos que muestran la esterilidad de la matanza tan tercamente promovida por Felipe Calderón”… La editora María Teresa Menéndez Monforte me enmienda la plana del 2 y 4 de agosto: “demasiado -da. 1. Como adjetivo significa ‘que excede de lo necesario o conveniente’ y se antepone siempre al sustantivo, con el que debe concordar en género y número: «Me pregunto si no habrás leído demasiadas novelas» (Ferré Batalla [P. Rico 1993]). Como adverbio, la forma demasiado es invariable y significa ‘excesivamente’: «Tu tío Genaro fuma y habla demasiado» (Díaz Neruda [Chile 1991]); «Las orcas son demasiado inteligentes para caer en la trampa» (Geo [Esp.] 6.95). Cuando, como adverbio, se antepone a un adjetivo, no debe concordar con éste, puesto que los adverbios son invariables”. Y concluye: “Es para que vea que no se lo cambio por capricho”. Muchas gracias.

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