Carlos Fazio / Prensa Latina
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La noticia de que soldados mexicanos están siendo entrenados en programas de contrainsurgencia en el Comando Norte de Estados Unidos, viene a confirmar que la seguridad es el eje sobre el que está articulada la actual relación mexicano-estadunidense.
Según reporte de mayo del Comando Norte, instructores estadunidenses entrenan a miembros de las fuerzas armadas mexicanas en tácticas de guerra irregular utilizadas para desmantelar redes en Afganistán e Iraq, que en algunos aspectos se aplican ya para combatir a los cárteles del narcotráfico. En la nueva relación militar, el Comando Norte trabaja sobre la idea de que la amenaza enfrentada por el Ejército Mexicano es un “enemigo interno” que vive entre civiles, por lo cual se tiene que transformar de fuerza convencional a otra capaz de librar una guerra irregular.
De acuerdo con el informe, la mayoría de los instructores estadunidenses han participado en operaciones militares en Afganistán e Iraq, incluyendo trabajo social y de reconstrucción. La seguridad de América del Norte viene siendo redefinida desde 1994, con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLCAN) entre Canadá, Estados Unidos y México, pero pasó a una fase de aceleración tras los atentados terroristas contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001.
Desde entonces, la nueva doctrina de seguridad de Estados Unidos, sostenida en el concepto de Homeland Security, requirió de la “cooperación” de sus dos vecinos a fin de poder evitar un nuevo ataque a su territorio. En 1994, cuando entró en funcionamiento el TLC, México rechazó que el tratado implicara compromisos en seguridad y defensa. Pero después de 2001, en el marco de la “guerra contra el terrorismo” de George W. Bush, comenzó a ceder en sus posiciones nacionalistas.
Bajo presión de la administración Bush, el expresidente Vicente Fox firmó un acuerdo de “fronteras inteligentes”, lo que llevó a una suerte de cooperación asimétrica subordinada a su vecino, para compartir información de inteligencia en las áreas de seguridad y defensa, así como en la aplicación de la ley.
De manera paulatina, los principios clásicos de la teoría de la soberanía absoluta de los Estados fueron quedando atrás y México se convirtió en el “eslabón débil” de la alianza trinacional. El dramático cambio de la política de defensa mexicana ocurrió en momentos en que en Estados Unidos se estaba produciendo una gran revolución organizativa y técnico-militar, acentuada tras la creación del Comando Norte, en 2002.
El NORTHCOM del Pentágono tiene su sede en las instalaciones del Comando de Defensa Aeroespacial de América del Norte (NORAD), en la Base Aérea Peterson, Colorado Springs, y abarca de facto territorios de Canadá, Estados Unidos, México, Cuba, Puerto Rico y el Golfo de México. Tras la firma de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN, 2005), los mecanismos de defensa entre Estados Unidos y México todavía se hicieron más intensos, y durante el gobierno de Felipe Calderón se comenzó a hablar de una “interoperatibilidad” militar.
En 2009 se realizó el primer ejercicio de Top Off en el que México participó con el Comando Norte en los ejercicios Unitas. Asimismo, en los últimos cinco años se acentuó la “cooperación” entre los sistemas judiciales, policiacos, de inteligencia y migratorios de los dos países. La cooperación en materia de defensa incluye entrenamiento, compra y donación de equipo e intercambio de información.
Es en ese contexto, que ahora militares mexicanos reciben entrenamiento en tácticas de contrainsurgencia en el Comando Norte para combatir, supuestamente, al narcotráfico, un asunto de orden policial.
Fuente: Forum
Difusión: Soberanía Popular
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