En concreto | Laura Itzel Castillo
Uno de los temas que se encuentran en la mesa de discusión, con gran preocupación, no es precisamente la mal llamada reforma política que se discute hoy en la Cámara de Diputados, sino las consecuencias desastrozas del calentamiento global en México.
Los problemas derivados del cambio climático llegaron para quedarse o para empeorarse. Hace ya más de una década, los expertos nos habían alertado sobre estas graves consecuencias, aunque la verdad científica parecía bastante lejana para la incrédula ciudadanía, y desde luego inconveniente para los grandes intereses de las empresas petroleras y de la industria atomotriz.
Debido a las altas temperaturas, es lógico que aumente la demanda de agua y que a la vez se genere el desabasto, pues disminuyen los niveles de los ríos y lagos a causa de la evaporación; por tanto, proliferan las enfermedades infecciosas y la deshidratación.
Actualmente, estamos frente a una fuerte tendencia de aridificación y sequía. Las cuencas situadas en el centro y en el norte de la República tienen una baja disponibilidad de agua.
Si se captara toda la lluvia en los techos y en algunos suelos se podría ahorrar de 10% a 15% del agua que se consume en los hogares.
Nuestro país recibe un alto porcentaje de agua de lluvia; sin embargo, gran cantidad de ese recurso se desaprovecha. Se estima que casi 75% se evapora y que menos del 5% se infiltra en el subsuelo para la recarga de los mantos acuíferos.
Por esto, las medidas para mitigar la sequía, deberían estar orientadas a hacer más eficiente el abastecimiento de agua y decrecer su demanda. El acceso al agua como derecho humano debe garantizarse para atender a comunidades en riesgo y no para beneficiar los megaproyectos que terminan concentrando y acaparando el agua para los grandes consorcios.
Deben privilegiarse los proyectos ecológicos que atiendan los aspectos locales con la participación de la comunidad, que respeten el entorno y la escala humana.
Fuente: El Gráfico
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