jueves, 4 de octubre de 2012

2 de octubre

En concreto | Laura Itzel Castillo

Hay un refrán que dice: Saber y no recordar es lo mismo que ignorar. A 44 años de la matanza de jóvenes en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, el día de ayer en el Callejón del Espíritu Santo, en el barrio del Niño Jesús en Coyoacán se develó una placa en memoria de un trozo de la historia del movimiento estudiantil de 1968.

El texto de la placa, que desde el día de ayer se encuentra sobre un muro de piedra, se titula El abrazo de Coyoacán. Continúa el texto: “Esta casa fue uno de los refugios del ingeniero Heberto Castillo Martínez, gracias al apoyo fraterno del licenciado Emilio Krieger Vázquez, durante el movimiento estudiantil de 1968. Aquí recibió el abrazo solidario del general Lázaro Cárdenas, quien con preocupación le previno: ‘Si te agarran, te van a matar’”.

Hay algo que caracteriza a estos tres personajes, cada quien desde su trinchera: el general, al igual que Heberto y Emilio, eran hombres idealistas.

Según el escritor argentino José Ingenieros, “el idealista es un hombre capaz de usar su imaginación para concebir ideales legitimados sólo por la experiencia y se propone seguir quimeras, ideales de perfección muy altos, en los cuales pone su fe, para cambiar el pasado en favor del porvenir; por eso está en continuo proceso de transformación…”

Emilio Krieger tuvo el valor de enfrentar al régimen autoritario de Gustavo Díaz Ordaz con las armas de la ley y dignificar así su profesión. Dedicó todo su empeño, en los últimos años a la creación de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos.

En el año 1970 murió el general Lázaro Cárdenas, pilar fundamental para la protección de militantes del movimiento estudiantil.

La noticia conmovió a México, pero más aún a quienes se encontraban escondidos, exiliados o purgando prisión a causa de la lucha por la democracia y la libertad de expresión.

Hoy, gracias al apoyo del secretario de Turismo del gobierno del Distrito Federal, Carlos Mackinley, y al delegado de Coyoacán, Mauricio Toledo, así como a la generosidad de Antonio Alcántara y Emma Jimeno, propietarios actuales del inmueble, fue posible la instalación de esa placa conmemorativa, que sin duda contribuye a la construcción del memorial del 68.

Desgraciadamente a más de cuatro décadas de esos acontecimientos, los jóvenes en México vuelven a vivir represión y desesperanza. El regreso del PRI implica desgraciadamente el regreso de su forma de gobierno y por ende su manera de acallar la disidencia, a través de la violencia.

Ahora además del odio que ha generado la estúpida guerra en la que nos ha hundido Felipe Calderón debemos estar alertas frente a las posibles violaciones a los derechos humanos para silenciar las protestas de los integrantes de organizaciones sociales, como los jóvenes del movimiento #Yosoy132.

Por eso el mejor homenaje consiste en recordar y seguir luchando. En Espíritu Santo 60, donde también vivió el astrónomo Guillermo Haro en los años 50, fue la casa donde a partir del 68 toda la familia Castillo encontramos refugio y amistad, con Yolanda, Gabriela y Marcela, esposa e hijas de Emilio Krieger.

Sin duda, que como decía Pablo Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Pero en mucho, nosotros, los de entonces, somos hijos del 68. Mientras haya memoria y utopías”.

Fuente: El gráfico

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