Dênis de Moraes
ALAI AMLATINA, 13/05/2013.- El escenario del periodismo actual es complejo. De un lado, hay una profusión de contenidos distribuidos por canales y plataformas digitales. De otro, verificamos una dramática concentración de los medios de comunicación por pocos conglomerados empresariales, en sintonía con la meta de ampliar el valor mercantil y los patrones de acumulación y lucro del sector. En razón de esta concentración, lo que es difundido generalmente evidencia valores y visiones de mundo que reproducen las conveniencias de los grupos controladores.
La "diversidad" pregonada por los voceros del neoliberalismo está, casi siempre, bajo fuerte control de las fuentes de emisión, responsables de la mercantilización generalizada de la producción simbólica. Por otro lado, el acceso a los contenidos y conocimientos es profundamente desigual. Hay grave asimetría entre la expansión de los sistemas tecnológicos y la capacidad de inclusión de la base de la sociedad en los beneficios del progreso tecnocientífico. Los países más ricos y las élites dominantes son los que más disfrutan de los accesos, usos y ventajas del avance tecnológico.
Este cuadro tiene una serie de impactos en la praxis periodística. Las estructuras empresariales que rigen el periodismo de mercado son desfavorables a expresiones autónomas y participativas por parte de los periodistas. Los grupos monopólicos asumen y controlan los procesos de producción y difusión de las informaciones que circulan socialmente. Se trata de una “estructura piramidal”, como señala Milton Santos: “En el tope, se quedan los que pueden captar las informaciones, orientarlas a un centro coletor, que las selecciona, organiza y redistribuye en función del interés propio. Para los demás, no hay, prácticamente, camino de ida y vuelta. Son sólo receptores, sobre todo los menos capaces de descifrar las señales y los códigos con que los medios masivos trabajan.” (1)
Los mecanismos de control crecieron enormemente en los grupos mediáticos, generando, como efecto colateral, una sensible disminución de la posibilidad de interferencia autoral de los periodistas en los productos y mensajes que elaboran. Resultan de ahí desvíos en los procesos informativos, porque conveniencias corporativas y modelos autoritarios de gestión determinan las relaciones internas en las redacciones.
Sin embargo, pienso que es necesario analizar la actividad periodística de una manera amplia y dialéctica, lo que significa comprender el periodismo más allá de los equívocos y manipulaciones que a menudo ocurren en los medios corporativos. Se trata de creer que existen periodismos, y no sólo el periodismo que se hace prisionero de sí mismo cuando se contenta en ser únicamente vocero de las clases dominantes y sus intereses mercantiles. Rodolfo Walsh situó, primorosamente, este tipo de periodismo como una fábrica de “mentiras irrisorias, calumnias pagadas y estupidez elevada a la virtud”. (2)
¿Las experiencias de la mayoría de los medios contrahegemónicos tienen algo que ver con el periodismo empresarial? Obviamente que no. Claro, eso no quiere decir que todo lo que se hace en el periodismo de los grupos mediáticos sea una basura. Absolutizar las impugnaciones es ceder al dogmatismo y desconocer las propias contradicciones de cada medio informativo, así como ignorar eventuales miradas críticas dentro de los dominios mediáticos (aunque bastante ocasionales y en espacios reducidos). Sin subestimar la reverberación del ideario dominante en los medios, debemos reconocer que factores mercadológicos, socioculturales y políticos repercuten de alguna manera en la definición de contenidos y programaciones. Los medios están inmersos en el mercado y de él dependen para sus ambiciones monopólicas. Uno de los trazos habituales de los medios tradicionales, como sistemas de producción de sentido, es su capacidad de procesar ciertas demandas de la audiencia, al máximo posible dentro de los márgenes de control fijados por los gestores corporativos.
Lo que diferencia a una buena parte de los medios contra-hegemónicos es que ellos producen un otro tipo de periodismo, basado en temáticas y ópticas afines con el universo de las necesidades, reivindicaciones y expectativas sociales y comunitarias. Un periodismo que evidencia múltiples interpretaciones sobre acontecimientos y cuestiones sociopolíticas, económicas y culturales. Un periodismo que rechaza el cinismo de las formulaciones sobre “objetividad” y “neutralidad” incluidas en los manuales de los medios tradicionales, cuya finalidad, en verdad, es disimular o borrar las marcas de las conveniencias de clase presentes en las líneas interpretativas de los contenidos que divulgan.
En consecuencia, es fundamental no reducir el periodismo como un todo al tipo de periodismo con el cual estamos en desacuerdo, que es aquel periodismo de medios que neutralizan expresiones de lo contradictorio y prácticamente inviabilizan el pluralismo.
La crítica a los medios hegemónicos es decisiva e indispensable. Ellos dicen representar la voluntad general, presentándose a la opinión pública como intérpretes del sentido común y guardianes de la moralidad, cuando lo que hacen en verdad es ocultar sus prioridades comerciales, intenciones políticas y ambiciones de poder. Estas prioridades se ponen en conflicto con los intereses colectivos, que deberían ser el punto a ser preservado por los actores participantes del campo periodístico y de los procesos informativos en particular, principalmente por empresas privadas que detentan concesiones públicas de canales de radio y televisión.
Reivindico una mirada más amplia sobre la producción periodística como un todo. El periodismo, por definición, es una actividad que, a despecho de limitaciones y coerciones, tiene que ver con la libertad de expresión y la diversidad, estando en contacto privilegiado con la condición humana, a partir de sus vínculos con la realidad social. La fascinación por el periodismo está, a mi juicio, asociada a su relación con aspiraciones comunitarias y ciudadanas, y también con la posibilidad que tienen los periodistas de traducir en textos, sonidos e imágenes los acontecimientos sociales, económicos, políticos y deportivos, las creaciones culturales, el entretenimiento, los hechos de la vida cotidiana etc.
Debemos mantener el espíritu crítico en relación a las mentiras y manipulaciones cometidas por los medios de masa, sin olvidarnos que existen otros periodismos. Y cuando me refiero a otros periodismos no estoy refiriéndome sólo al periodismo contra-hegemónico en sentido estricto; existen varios otros periodismos: sindical, estudiantil, cultural, científico, ecologista... Sin contar redes y publicaciones electrónicas, revistas alternativas, televisoras comunitarias, universitarias y educativas, agencias de noticias independientes, colectivos de producción informativa, el periodismo de los movimientos sociales, el periodismo de las radios comunitarias/libres, el periodismo de las redes sociales, de los blogs, de los tablets, de los móviles...
Hay una variedad que necesita ser contemplada en el análisis, y nosotros no podemos confundir los varios periodismos posibles con el periodismo problemático de los medios corporativos. A pesar de los obstáculos, hay espacios y posibilidades para el periodismo crítico, inclusive aprovechando herramientas y ecosistemas digitales (sin caer en la ilusión de creer que Internet es la solución para todos los males, inclusive porque es creciente la mercantilización de las redes sociales, por ejemplo) y estimulando formas colaborativas, compartidas y descentralizadas de producción informativa y cultural. El poder público tiene un rol estratégico que cumplir en este contexto, a través de programas de fomento que ayuden a crear condiciones adecuadas de sustentabilidad para los medios alternativos.
El otro periodismo posible también exige una urgente reformulación de leyes y regulaciones de la radiodifusión por concesiones públicas. La regulación se impone para cohibir el clientelismo político y abrir oportunidades a canales comunitarios y la una comunicación pública no-gubernamental, como también para ampliar los mecanismos democráticos en la definición de líneas de programaciones de canales de radio y televisión.
Finalmente, me parece esencial intervenir en otros escenarios de la actividad periodística, comenzando por la formación de los nuevos periodistas, intentando superar insuficiencias y falsas percepciones. Actualmente, los valores del mercado y de la competitividad dominan los procesos de aprendizaje en muchas universidades. Eso contribuye para direccionar carreras hacia los medios hegemónicos, como si fuera estos el único camino para los jóvenes periodistas. Entre los peores efectos de esta concepción, podemos mencionar el desestímulo a la reflexión crítica, el culto a los tecnicismos, el control ideológico en la selección de periodistas para las grandes empresas. De ahí la necesidad de valorizar una enseñanza del periodismo más pluralista, humanista, ética y crítica, comprometida con la libertad de expresión y la ciudadanía.
De esta manera, creo ser indispensable profundizar la discusión sobre las relaciones entre periodismo y diversidad, en busca de iniciativas y prácticas de comunicación afines con el sentido de diversidad propuesto por Eduardo Galeano: la variedad de mundos que el mundo contiene.
Notas:
(1) Milton Santos. O espaço do cidadão. São Paulo: Edusp, 2007, p. 155.
(2) Rodolfo Walsh. Ese hombre e otros papeles personales. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 2007, p. 223.
- Dênis de Moraes es doctor en Comunicación y Cultura por la Universidad Federal de Río de Janeiro y profesor e investigador de la Universidad Federal Fluminense, en Brasil. Autor, entre otros libros, de Mídia, poder e contrapoder: da concentração monopólica à democratização da informação (con Ignacio Ramonet y Pascual Serrano, Boitempo, 2013), La cruzada de los medios en América Latina (Paidós, 2011), Mutaciones de lo visible: comunicación y procesos culturales en la era digital (Paidós, 2010), Sociedad mediatizada (Gedisa, 2007) y Por otra comunicación (Icaria/Intermón, 2005).
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