Amy Goodman y Denis Moynihan
Han pasado tres años desde el terremoto y el tsunami que provocaron el desastre nuclear de la planta de energía nuclear Fukushima Daiichi en Japón. El número de víctimas mortales inmediatas del tsunami superó las 15.000 y alrededor de 3.000 personas permanecen desaparecidas. Sin embargo, el número de muertos sigue aumentando, tanto en Japón como en otros países. Los efectos del desastre nuclear de Fukushima en la salud y el medio ambiente son graves y se ven agravados a diario a medida que la planta nuclear, de la empresa Tokio Electric Power Company (TEPCO), continúa liberando contaminación radiactiva.
Como parte de una iniciativa poco común, más de cien marineros e infantes de marina estadounidenses presentaron una demanda colectiva en la que acusan a TEPCO de mentir acerca de la gravedad del desastre, cuando ellos corrieron al lugar de los hechos para brindar ayuda humanitaria. Iban a bordo del portaaviones USS Ronald Reagan, que funciona a energía nuclear, y de otros buques que viajaron con el Reagan y que participaron en la respuesta humanitaria al desastre denominada “Operación Tomodachi”, que en japonés significa “Operación amistad”.
El teniente Steve Simmons es uno de los demandantes. Antes de Fukushima, Simmons tenía una salud de hierro. Ocho meses más tarde, comenzó a padecer problemas de salud inexplicables. Dijo en una entrevista en el programa “Democracy Now!”: “[Mientras conducía hacia el trabajo] perdí el conocimiento en una curva. Después de eso, comencé a tener síntomas de lo que pensé que era una gripe y me comenzó a subir la fiebre persistentemente. Bajé rápidamente entre 9 y 11 kg. y comencé a tener sudores nocturnos y dificultades para dormir y había ido varias veces al médico para que me hicieran análisis y otros estudios para determinar lo que estaba sucediendo. Y de enero a marzo de 2012 estuve internado tres veces. La primera vez, no pudieron detectar nada. Lo único que supuestamente encontraron fue una sinusitis y descartaron la posibilidad de que estuviera vinculada con la radiación. De hecho, el médico practicante me dijo que si fuera provocado por la radiación, debería haber manifestado síntomas mucho antes. Tres días más tarde, después de que me dieron el alta, volví al hospital porque mis nódulos linfáticos comenzaron a hincharse y no me bajaba la fiebre, tenía 39° C”. En abril de 2012, mientras se encontraba internado, sus piernas quedaron inmóviles. Desde entonces, está en silla de ruedas y podrá solicitar la baja por “motivos médicos” en abril.
Este es el segundo intento de los marineros y los infantes de marina de presentar una demanda contra TEPCO. El primer juicio, en el que había ocho demandantes, fue desestimado por motivos técnicos basados en la falta de jurisdicción del tribunal. Charles Bonner, el principal abogado defensor de los marines, afirmó: “En junio de 2013, 51 marineros e infantes de marina nos habían contactado porque padecían diversas enfermedades. [Algunas de las enfermedades] incluían cáncer de tiroides, cáncer testicular, cáncer cerebral, problemas uterinos inusuales, sangrado uterino excesivo, todo tipo de problemas ginecológicos, problemas que no son habituales en personas de 20, 22, 23, o incluso 35 años de edad, como el Teniente Simmons, que tiene esa edad. Por lo que ahora presentamos una demanda colectiva en nombre de alrededor de cien infantes de marina y todos los días recibimos llamadas de marines que padecen problemas diversos”. Había al menos 5.500 personas a bordo del USS Reagan cuando navegó hacia las costas de Japón.
Cabría preguntarse por qué el grupo no demanda también a su empleador, la Armada de Estados Unidos. Acerca de esta decisión, el abogado Charles Bonner sostuvo: “La parte responsable del daño a estos jóvenes marines es la empresa Tokyo Electric Power Company, la cuatra empresa de electricidad más grande del mundo. La Tokyo Electric Power Company no le dijo ni a la población ni a la Armada que se había producido un grave accidente nuclear. Los núcleos de tres de los reactores se fusionaron tras el terremoto y el tsunami. No tenían generadores, no tenían un soporte de electricidad. No había ningún tipo de abastecimiento auxiliar de agua para enfriar los reactores”.
Entrevisté a Naoto Kan en su oficina en Tokio en enero de este año. Kan era el Primer Ministro de Japón en el momento del accidente. Instaló de inmediato un centro de control para manejar la crisis nuclear. Una de las personas que asistía al equipo de manejo de la crisis era un importante ejecutivo de TEPCO. Kan me dijo “Por lo que me estaban informando desde la sede de TEPCO y, en particular, el Sr. Takeguro, que era el vicepresidente de la empresa, no estaban proporcionando información precisa sobre la situación real en el lugar”. Frustrado ante el bloqueo de información, Kan viajó a la planta para hablar de la situación con los trabajadores que estaban allí. El ex primer ministro, que antes era un firme defensor de la energía nuclear, ahora promueve que se deje de utilizar en Japón.
El desastre nuclear de Fukushima, cuyas consecuencias aún persisten, debería servir de advertencia al mundo. En lugar de aprender de la sabiduría de Naoto Kan, el Presidente Barack Obama está comprometiendo fondos públicos para construir nuevas plantas nucleares en Estados Unidos por primera vez en más de treinta años. Tras lo ocurrido en Fukushima, la Comisión Reguladora Nuclear del Gobierno de Obama evitó hablar de ciertos temas con el fin de disminuir la creciente preocupación pública con respecto a la seguridad de las plantas de energía nuclear en Estados Unidos. NBC News tuvo acceso a correos electrónicos internos de la Comisión en los que se instruía al personal a que desestimara los riesgos a la seguridad, a pesar de que las plantas nucleares de Estados Unidos no son seguras. Los infantes de marina de la Operación Tomodachi se merecen ser oídos por la justicia y la población estadounidense merece una evaluación honesta de los graves riesgos de la energía nuclear.
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