Del cuaderno de apuntes del
gato-perro:
LA HORA DEL POLICÍA (primera
parte):
Uno.- En México, un país de
Latinoamérica que sufre, al igual que todos, la crisis mundial, pero potenciada
por la sólida triada de corrupción-torpeza-ignorancia hecha gobierno, el
funcionario responsable de la educación pública, Aurelio Nuño Mayer, no puede
ocultar su pasión por la profesión de policía. Alentado por sus compinches, el
señor Nuño cree que puede lograr la candidatura de su partido, el
Revolucionario Institucional, para la presidencia de la república, si funge más
como golpeador a sueldo, que como promotor de la educación mexicana. Aficionado
a proferir amenazas, regentear su propio cuerpo represivo y obrar como
cualquier patrón en los inicios de capitalismo salvaje, el señor Nuño encuentra
un placer especial en convertir al magisterio en destino, no de mejores
escuelas, preparación y salarios, sino de arbitrariedades, golpes y despidos.
Cumpliendo funciones de fiscal, juez y verdugo; de ministro de trabajo (decreta
despidos sin indemnización), ministro del interior (dispone a su antojo de policías
y ejército), torpe locutor mediático, pésimo constructor de adhesiones
“espontáneas”, y tuitero en permanente “slow motion”, el señor Nuño tiene como
único mérito curricular el haberse cobijado en la banda de criminales que
delinquen con fuero. A pesar de sus trajes y corbatas, su imagen maquillada y
construida a fuerza del Photoshop mediático, el señor Nuño no puede ocultar lo
que siempre ha sido: un triste y gris policía que obtiene dinero y placer
reprimiendo y humillando. El señor Nuño siempre ha anhelado ser un buen
policía, pero… cuando la cueva de ladrones sea insuficiente para albergar a
tantos, cuando su secreto protector se derrumbe, el señor Nuño demostrará
también que es un buen corredor… cuando de huir se trata.
Otro uno.- En la llamada “máxima
casa de estudios” de ese país conocido en los mundiales de fútbol (aunque no
más allá de octavos de final) como “México”, en la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), ha llegado al máximo puesto burocrático −y escalón
para puestos gubernamentales−, es decir, a la rectoría, el señor Enrique Graue
Wiechers. Además de que su carrera académica y profesional ha sido en la
burocracia de la academia, conducido por la mano del siquiatra de la familia
Zedillo Ponce de León, el señor Graue hizo estudios de posgrado en una
universidad norteamericana conocida por haber inventado la bebida energética
autodenominada “Gatorade”, lo que da una idea de lo avanzado de su especialidad
en oftalmología. Hace unos días, el señor Graue se ha declarado “indignado” porque
no fueron suficientes las drogas que la policía “plantó” o “sembró” en uno de
los activistas del Auditorio Che Guevara (al que, inútilmente, las autoridades
universitarias pretenden llamar “Justo Sierra”). El señor Graue no se indignó
porque el bajo presupuesto federal destinado a la educación superior sea
insuficiente para dar cabida a cientos de miles de jóvenes y jóvenas; tampoco
se indignó por las condiciones mercantilistas a las que está sujeto el personal
académico y administrativo; ni se indignó porque la UNAM se ha convertido en un
nido de malvivientes, es decir, de funcionarios burocráticos que ni siquiera
saben escribir bien el nombre de su capataz (o sea del rector); tampoco se
indignó por la inseguridad que sufren administrativos, académicos y estudiantes
en los campus de la UNAM (asaltos, violaciones, asesinatos); no se indignó
porque un proceso antidemocrático y gansteril haya colocado en el máximo puesto
de la “máxima casa de estudios” a un burócrata gris.
No, el señor Graue se indignó porque
la policía no hace bien el trabajo de fabricar culpables. Y eso le indigna al
señor Graue porque él, toda su vida, se ha esforzado por ser un buen policía.
Con su indignado discurso policíaco (secundado por personas que ni siquiera
saben dónde rayos está el auditorio Justo Sierra, mucho menos el Che Guevara),
el señor Graue dicta cátedra: “el problema de la educación superior en México
es culpa de un comedor vegetariano, un taller de serigrafía, un taller de
panadería, entre otras cosas. Son actividades subversivas promovidas por un
grupo de personas anarquistas, o sea sucias, feas y malas, que contrastan con
la pulcritud y buen vestir de la burocracia universitaria. Ni siquiera venden
Gatorade, sino puras aguas de origen desconocido. Son drogadictos (los
funcionarios altos, medios y bajos esconden en los cajones del escritorio la
cocaína, el cristal, las tachas y hasta el crack y una que otra bacha −también
en la burocracia hay niveles, mi buen−), son anarco-anarquistas, no forman
parte de la comunidad universitaria (más de un funcionario traga saliva) y ese
auditorio… el auditorio… el auditorio… secretario, rápido, dígame cómo se llama
el auditorio ése que queremos liberar… ah sí, el auditorio Justo Sierra de la
facultad de medicina… ¿eh?… ¿no está en medicina?… ¿eh?… ¿están grabando?
¡avisen!… ok… que está en la facultad de Filosofía y Letras de Acatlán… ¿no?…
¿en Ciudad Universitaria?… ¿Qué en CU no es donde juegan los pumas?… ¿A poco
también hay facultades ahí?, pues yo sólo conozco el palco de la rectoría…
bueno, donde sea, eso debe ser “liberado” por la policía, claro, por policía
que sí siembre bien las pruebas, y no ésos atolondrados que ni acomodar bien la
yerbabuena en una mochila saben. Por eso, un grupo de élite de mis funcionarios
dará un diplomado sobre cómo acomodar enervantes en portafolios. Sí, ya sé que
no son lo mismo, pero nosotros no cargamos mochilas, sino portafolios. He
dicho… ¿y los aplausos?… ¡préndele a la grabadora wey!… ¡no, ésa apágala que me
arruinas mi carrera al gabinete! ¡la otra! ¡ésa mera! ¡Gracias, gracias a los
auténticos universitarios que saben que la universidad sirve para domesticar,
no para enseñar ni investigar! ¡Gracias, gracias, gracias! ¿cómo quedó? … ¿eh?…
¡que apagues esa pinche grabadora!… ¡no, la de los goyas no, la otra wey, la
que está grabando!”
El señor Graue está furioso, él
sólo quiere ser un buen policía…
Doy fe: guau-miau.
Gato-perro.
Copyleft 2016. Permiso de la
Junta de Buen Gobierno en estado “vuelva mañana a ver si ya, pero quién sabe,
de repente en el otro turno, pero mientras le cuento la historia de la
autonomía zapatista. ¿Ya la sabe? Bueno, entonces hay que, como quien dice,
repasarla hasta que llega bien en su cabeza. ¿Lo trae su cuaderno de apuntes?
Escriba ahí “resistencia y rebeldía”, o “rebeldía y resistencia”, es lo mismo,
porque el orden de las “r” no afecta la autonomía, ¿qué no las estudió usted
bien las matemáticas? ¿Puras canciones? No, mire, se necesitan las artes y las
ciencias, si no pues cómo”.
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