Viernes Contemporáneo
Armando Ortiz
Mouriño, la muerte de un patriota
Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia,
puesto que ellos serán saciados.
Sermón del monte
Las tragedias siempre han tenido un efecto extraño en el espíritu del hombre. Nuestra respuesta a ellas suele ser completamente primitivo. La tragedia toca la parte ancestral que los genes se han ocupado de transmitir por siglos en el ser humano. El calor, el frío, el hambre, el miedo, el regocijo, la tristeza, el coraje se despiertan en el hombre cuando las tragedias suceden. Ciegos de razón nos convertimos en el invidente de la película Los olvidados de Luis Buñuel, ese memorable personaje interpretado por don Miguel Inclán, quien cuando escuchó los balazos de la policía y los gritos del Jaibo caído por el plomo simplemente gruño maldiciones: “Uno menos, uno menos. Así irán cayendo todos”. Claro, así es la vida, uno a uno todos algún día habremos de fallecer.
Por supuesto que Calderón lamentó sobremanera la muerte de su secretario de Gobierno, de su amigo y cómplice; por supuesto que fue un golpe duro para el gobierno calderonista, para los intereses de los que administran este país, y para Repsol y otras empresas españolas que ya tenían un pie adentro de los negocios petroleros. No cabe duda de que murió un gran padre, un gran hijo, un hombre de familia, y por supuesto que como dijo Calderón, murió un gran patriota, un hombre que velaba por los intereses de su nación. Porque a pesar de ser secretario de Gobernación de México, Juan Camilo Mouriño nunca dejó de pensar en España, su verdadera patria.
Y es que un discurso, por muy bien elaborado que esté, no puede ocultar que Juan Camilo Mouriño confesó haber realizado negocios a favor de las empresas de su familia siendo éste, primero diputado y presidente de la comisión de energía, luego funcionario de la Secretaría de Energía y al final miembro del gabinete presidencial. A pesar de que salieron a la luz dichos contratos, el tráfico de influencias no cesó, ya que en los últimos días nos enteramos que la PGR había solicitado un amparo para no entregar información al IFAI sobre cierta investigación por lavado de dinero en contra de el padre de Juan Camilo Mouriño; si eso no es ser un buen hijo, no sé que podría serlo.
Asimismo Calderón señaló que la Reforma Energética aprobada por el Congreso era fruto del trabajo político de quien servía en Gobernación, pero todos sabemos que Mouriño sólo resultó ser un lastre para dicha Reforma y que si ésta se aprobó como se aprobó, fue gracias las movilizaciones y a los intelectuales, técnicos, maestros y juristas que participaron en los debates que organizó el Senado.
Nos queda claro que en la Secretaría de Gobernación estaba el amigo de Calderón, quien no precisamente era el hombre idóneo para el cargo. La inoperancia de dicha Secretaría era más que evidente y con un discurso Felipe Calderón no puede ocultar que Mouriño estaba a semanas de dejar el cargo. Nos queda más claro que murió el compañero, porque en el homenaje celebrado en el campo Marte, el amigo se olvidó de las otras trece personas que también murieron, cuatro (hasta el momento) de las cuales no tenían ninguna culpa y seguramente si eran verdaderos patriotas.
Ahora bien, sobre las especulaciones de si fue un accidente o atentado eso sólo se esclarecerá si existe voluntad por parte del gobierno para brindarnos la información verídica, posibilidad que considero lejana pues tenemos el ejemplo de la muerte del entonces Secretario de Seguridad Pública del gobierno de Fox, Ramón Martín Huerta. Su helicóptero cayó y no hubo posibilidad de aseverar un atentado pues el gobierno se montó en su macho de que fue un accidente; lo mismo sucederá ahora.
Cuando a principios de su designación surgió el asunto de los contratos de IVANCAR, que involucraban directamente a Juan Camilo Mouriño, algunos le sugirieron a Calderón que cambiara a su Secretario de Gobernación, pero éste se obstinó en dejarlo ahí, pues además de su fiel colaborador era su amigo. Cosas de la vida, si hubiera escuchado esos consejos su amigo no hubiera fallecido.
Al final de su discurso en el campo Marte, Calderón citó del Sermón del monte las bienaventuranzas, entre ellas la más justa para su amigo: “Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia; porque su recompensa será grande”. Quien más que él fue perseguido por la justicia, sólo que ésta nunca lo alcanzó. Yo añadiría a estas bienaventuranzas: Bienaventurados los cobijados por la impunidad porque a ellos pertenece la presidencia.
Se lamenta la muerte de un hombre por que su ausencia no puede ser llenada con discursos, ni su vacío con homenajes y frases lindas. Cuando un hombre muere, dicen las Escrituras, sus pecados son perdonados, (atrás quedan los negocios ilícitos, las frivolidades, las mentiras, las impunidades que todos pudiéramos cargar) y sólo queda en las manos de Dios su posibilidad de recompensa. Que en este caso, sea pues Dios quien juzgue y haga su voluntad.
Armando Ortiz aortiz52@hotmail.com
(fuente: Newsver)
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