sábado, 22 de mayo de 2010

EL JEFE DIEGO Y NUESTRO INDECENTE REGOCIJO

Viernes Contemporáneo

Armando Ortiz

El Jefe Diego y nuestro indecente regocijo

Creo que nunca la noticia sobre la desaparición de alguien había causado tanta polémica en nuestro país; quizá también se deba a que gracias al Internet nos enteramos de primera mano del sentir de muchas personas. Y es que se podría editar un libro con la cantidad de expresiones que en los foros cibernéticos se suscitaron a partir de la desaparición del llamado “Jefe Diego”.

Por ejemplo: “Mi madre dice que en la tele le pidieron que rezara por la vida de ese hombre, pero ella me dijo ‘que Dios me perdone pero yo por ese hombre no rezo’”; “Vamos a hacer una coperacha para juntar lo del rescate, lo pagamos pero para que no lo devuelvan”; “Las armas de nuestro país se llenaron de gloria”; “¿Y Elba Esther y Perverto Rivera cuándo?”; “¿Ya lo buscaron a un lado de la cama?”; “En esta vida todo se paga, te salvas del rayo pero de la raya no, ojo Salinas.”

Sin duda Diego Fernández de Cevallos es uno de los tipos más odiados en nuestro país, el que piense lo contrario no vive en la realidad. Polémico al señor nunca le importó rebasar los límites de la ética que marcaban sus oficios. Lo mismo cuando fue diputado, senador o litigaba en su bufete a favor de los grandes intereses. Ganó millones y millones obligando a Hacienda a devolver cientos de millones de pesos de impuestos a empresas como Jugos del Valle. Diego fue el principal causante de que se quemaran las boletas de la elección de 1988, sepultando con ello el fraude electoral que hizo llegar a Salinas al poder. Dicen que Diego vendió su triunfo en las elecciones del 94 por unos terrenazos en Punta Diamante y por eso dejó que Zedillo llegara a la presidencia. Diego estaba detrás de la solicitud de desafuero de López Obrador y fue uno de los operadores de la guerra sucia en contra del tabasqueño en las elecciones del 2006. Diego fue el de los video escándalos y junto con Salinas maquinó un plan para incriminar, sin conseguirlo a Andrés Manuel; ahora su amigo Salinas dice que nadie debe celebrar un delito, que nadie debe burlarse de la desaparición de su amigo Diego; ¡poca madre! Por supuesto también hay expresiones a favor de Diego, pero son escasas y menos creativas.

Diego sembró muchos vientos, por eso no debe extrañar que esté cosechando tempestades. Estaba entre los intocables del libro de Zepeda Patterson, junto con Elba Esther, Norberto Rivera y Manlio Fabio Beltrones; nadie podía tocarlos ni con el pétalo de una ley.

Da miedo pensar qué sucedería si los delincuentes (quizá narcotraficantes) se dieran cuenta de cómo la percepción de sus actos se eleva de manera positiva con estas acciones. Es decir, cuando la gente celebra un acto delictivo como éste, estamos ante la certeza del dicho: “Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”. Algunos hasta llaman patriotas a los secuestradores y otros, en casos verdaderamente extremos, piensan que Dios está usando a estos delincuentes para ejercer su justicia Divina.

En los medios, la decencia de muchos analistas no les permite mostrar el regocijo que les causa la desaparición de Diego. Todos lamentan el suceso lo mismo que políticos y gobernadores, algunos de los cuales ya han puesto sus barbas a remojar. En el caso de los analistas entiendo su autocensura, en el caso de los políticos entiendo que son un poco iguales a Diego y por eso, hacer ver su regocijo sería como escupir para arriba.

Pero, así como es censurable mostrar regocijo por la desgracia del prójimo, también me parece censurable reprimir el regocijo que nos causa el que un sujeto pagué un poco el mucho daño que ha hecho a sus prójimos. México es en parte lo que es gracias a Diego Fernández de Cevallos; la corrupción, la impunidad, el influyentismo han llegado a grados indecentes gracias a Diego Fernández de Cevallos. Los presidentes imbéciles que hemos tenido, nómbrense Salinas, Zedillo, Fox o Calderón, también los hemos tenido en parte gracias a Diego Fernández de Cevallos. Hoy día los que lo defienden dicen que pagó la operación al hijo de un hombre pobre; pero ese grano de arena, muy loable por supuesto, no cambia el daño inmenso que este sujeto le ha hecho a miles de familias en todo el país.

Por favor no me pidan que rece por Diego porque no lo voy a hacer. No me digan que lo sienta por que no lo siento. No me pidan que no muestre mi regocijo, porque sí lo quiero demostrar. Perdonen mi descaro, mi indecencia, ya después los compensaré. Que me perdone Televisa, Gómez Mont y Salinas, pero a mí sí me parece justo que cada ser humano reciba de la vida lo que se merece. Si le han robado gozo a la vida mediante sus malas artes, justo es que la vida se los reclame ahora.

Yo no soy de los que caen en los lugares comunes y dicen que no se le debe desear el mal a nadie. Lo que le pasa a Diego, aunque yo lo hubiese deseado con todo mi corazón, no le hubiese sucedido si el señor se manejara de manera correcta. A su vez lo que le va a pasar a Diego le va a pasar así yo rece todas las noches y recen todos los mexicanos juntos, incluso si lo hiciera Norberto Rivera y el Papa. En esta vida hay una ley que nadie puede eludir, la ley de la retribución: Lo que uno siembra eso es lo que uno cosecha.

Ahora mi zozobra está en que el gobierno lo catafixie por Nacho Coronel. Entonces el “Jefe Diego” regresará sintiéndose más intocable que nunca.

Armando Ortiz aortiz52@hotmail.com

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