lunes, 27 de septiembre de 2010

Triunfalismo macabro en Colombia

Utopía

Eduardo Ibarra Aguirre

Intoxicado de triunfalismo, Juan Manuel Santos Calderón sentenció que la muerte de Víctor Julio Suárez Rojas “es el golpe más contundente” contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, "más que el de Raúl Reyes, porque Mono Jojoy era el símbolo del terror y la violencia”. Más aún: éste es un “triunfo de la seguridad democrática”, nombre de la estrategia de Álvaro Uribe Vélez, su antecesor, amigo y promotor.

Paradójicamente fue en su estancia en Nueva York para participar en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, donde el antes secretario de la Defensa y autor intelectual de la masacre de Sucumbíos, Ecuador, sitio en que fueron asesinados mexicanos, hizo derroche de la intransigencia militarista que contiene la estrategia de seguridad democrática, al advertir a los dirigentes guerrilleros que deben deponer las armas y desmovilizarse, de lo contrario “Vamos por ellos, no bajaremos la guardia”.

46 años de guerra de guerrillas impulsada por las FARC y después por el Ejército de Liberación Nacional, le sirvieron de poco al presidente sudamericano para escudriñar en las raíces socioeconómicas y sociopolíticas que tiene el movimiento, más allá del discurso de Washington que lo reduce a narcoguerrilla y terrorismo.

Los enfoques posguerra fría de Estados Unidos, ideologizados hasta el extremo, calaron tan hondo en Santos Calderón que, ya de regreso en Bogotá, juzgó que la liquidación del comandante de 57 años de edad y con una diabetes muy avanzada que finalmente fue lo que le costó la vida, es tan importante que equivale al abatimiento de Osama Bin Laden. Lo anterior para corresponder a los halagos de Barack Hussein Obama, aunque en Nueva York Santos defendió que fue “una operación ciento por ciento colombiana”, afirmación que con el tiempo quedará en su justo lugar, como sucedió con el bombardeo del campamento de Sucumbíos.

En la vasta operación publicitaria –con entusiasta reproducción mediática local--, destacan que cientos de guerrilleros “huyen en desbandada”, pero no pueden ocultar que persisten los combates y cuando menos una veintena de soldados resultaron heridos y se oculta el número de muertos.

Subrayo lo anterior sólo para evidenciar que después de la Operación Sodoma –seguramente por la orgía de sangre y muerte--, en la que participan 70 aeronaves en bombardeos, de ellas 27 helicópteros equipados con bombas inteligentes, 400 efectivos de elite y miles de soldados en La Macarena, departamento de Meta, los combatientes de las FARC resisten y se repliegan para ponerse a salvo.

Más allá del video que promueve Juan Manuel Santos y que tendrá varios capítulos con las computadoras dizque rescatadas tras los bombardeos, existen voces como la de Piedad Esneda Córdoba Ruiz que advierten lo obvio, salvo para la oligarquía: “El aplastamiento del otro no fortalecerá la democracia”.

Apenas el 30 de julio, Alfonso Cano --máximo dirigente de las FARC-- propuso a Calderón establecer un diálogo y tras el sólido golpe militar recibido, insistió en buscar juntos una solución política y pacífica al conflicto social y armado.

El también autor de La tercera vía: una alternativa para Colombia, en el que contó con la colaboración de Anthony Charles Lynton Blair, y de Jaque al terror: los años horribles de las FARC, libro prologado por Carlos Fuentes Macías, está a tiempo de asumir, más que de entender, que el histórico disenso no tiene solución militar, sino política y en la mesa de negociaciones. De lo contrario, se topará con la misma piedra que su antecesor y prolongará la orgía de sangre y terror.

Acuse de recibo

Juan Amael Vizzuett Olvera –pintor y caricaturista-- comenta sobre El derecho castrense a matar (24-IX-10), lo siguiente: “Opino que el mejor antídoto, no sólo contra la impunidad, sino contra todas las vejaciones, muertes y acosos de los militares contra los civiles es, sencillamente, que aquéllos regresen a sus cuarteles para cumplir con sus tareas en tiempos de paz. Cualquier ejército que sale de sus cuarteles, no para partir al frente, sino para ocupar las calles, tiende a caer en el pretorianismo. Sospecho que entre las derechas se alentaba desde el principio el objetivo de que esta ‘guerra sin cuartel al crimen organizado’, provocara precisamente las situaciones de terror, muerte y pretorianismo que hoy padece el país. ¿Por qué? Posiblemente por emulación de la fórmula Uribe, de Colombia: una guerra civil, un estado de angustia y de miedo, le valieron al señor Uribe mantenerse en el poder, gracias a la capitulación de una ciudadanía aterrada”... En tanto que el ingeniero Luis Enrique Torres Prieto agrega: “Lamento mucho lo que le está pasando a mi país desde la firma del TLCAN, el asesinato de Colosio, la guerra en Chiapas, el 68, Aguas Blancas, El Charco, el golpe de Estado en el Congreso --cuando la toma de posesión de Felipe Calderón-- y ahora el Ejército en las calles; va a ser casi imposible regresarlos a los cuarteles, tal y como lo ordena nuestra Constitución Política.

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Difusión: Soberanía Popular

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