LEOPOLDO GAVITO NANSON - LUNES, MAYO 16, 2011
El viernes pasado Felipe Calderón se reunió con parte importante de sus colaboradores, secretarios, subsecretarios, directores generales, la procuradora, pero fundamentalmente con delegados federales de las dependencias de gobierno en todo el país. A iniciativa del secretario Ernesto Cordero, aquel que al anunciar un crecimiento de producto interno bruto (PIB) en 5.5 por ciento, quizá la única noticia más o menos decente del gobierno, fue preso de la euforia y emprendió a razonar cómo un salario de 6 mil pesos era suficiente para que una familia pagara la mensualidad de coche, las colegiaturas y además ahorrar.
Una reunión de burócratas colaboradores convocados a escuchar la arenga motivadora de su jefe. En un despliegue de sencillez y horizontalidad jerárquica el Presidente les dijo que eran un gobierno humanista, preocupado por la dignidad de las personas. Ese mismo viernes se daba la noticia del cese de delegados de Migración por la venta de indocumentados a bandas criminales. Las inhumaciones clandestinas en Durango sumaban 180 cuerpos. El informe de Amnistía Internacional sobre la situación de los derechos humanos en el país en 2010 la calificaba de extremadamente grave por las razones de siempre, a la violencia se suma la impunidad. Dice textual el informe: “…lo más grave es que no se termina con la impunidad de tantos abusos para romper el círculo vicioso de la violencia. El mensaje es claro: todo sigue igual por falta de voluntad política y la ausencia de una verdadera política de Estado en materia de derechos humanos”. Las cifras del ejercicio humanista supera 40 mil asesinatos.
Dijo también el presidente Calderón que “si hay una persona que sufre el azote de la delincuencia, esa persona debe saber que contará decididamente con el “compromiso claro e indubitable del gobierno de la República al que ustedes y yo orgullosamente representamos”.
Desde ese punto de vista, las manifestaciones por la paz de hace una semana en varias ciudades de país y el mundo son injustificadas. Punto menos que la necedad generalizada debida a una incomprensible vocación por el pesimismo.
En el evento el Presidente también dijo que se habían decidido a transformar el país. Que para nadie es desconocido la ruta que se trazaron desde el principio. En efecto, desde el principio el Presidente trazó la ruta de la guerra interna. Ruta de la que podrán decirse muchas cosas, pero hay una que está por encima de cualquier cuestionamiento o duda. Ha transformado a México. Lo transformó en la pesadilla febricitante de la sociopatía.
Se reveló ahí la preocupación presidencial por el registro que la historia hará de su gestión y diluyó la responsabilidad en la masa de colaboradores. Ustedes son la voz, ustedes son el rostro, ustedes son los oídos del gobierno al que orgullosamente todos pertenecemos, les dijo a los delegados federales. “Una misión que nos hemos impuesto, y que con todos los costos y los riesgos que esa misión ha implicado, la estamos cumpliendo y estamos decididos a cumplirla hasta el último día de nuestro mandato”. ¿Estamos? “Ese sueño (…) que tienen millones y millones de mexicanos, y que tenemos nosotros, quienes tenemos (…) la responsabilidad de conducir al país”. ¿Tenemos?
Fue una reunión singular, inusual. Se vio ahí a un hombre contenidamente angustiado por infundir ánimos en un equipo desalentado, desincentivado. No es para menos, cualquier balance superficial sobre su gestión revela inmediatamente terribles fallas en el proceso de toma de decisiones que han tenido impagables consecuencias. La violencia exacerbada es la más notoria, pero es sólo una de ellas.
Al Presidente se le acaba el tiempo y lo sabe, por eso le dice a sus lejanos e indirectos colaboradores que no hay tiempo que perder; no hay pero que valga. “No hay servidor público que pueda excusarse o pretextar el regatearle a México una sola hora de su trabajo”… Luego se refirió a que todo tiempo pasado fue peor.
A fines de enero pasado ECP decía que el presidente Calderón se envolvía en heroicidades prestadas y afectado parafraseaba a Winston Churchill cuando prometía sangre, sudor y lágrimas. El viernes pasado, sin embargo, el presidente Calderón dejó de lado todo resto de prudencia y pudor cuando sin paráfrasis de por medio dijo que Winston Churchill era, como él, también acosado y señalado en medio de un mar de titubeos, de una corriente de opinión titubeante de las decisiones de aquellos terribles años del 39 y del 40.
El Presidente y sus asesores en historia contemporánea tienen mucho que aprender. Entre 1939 la Guerra había estallado y nadie dudaba de la hostilidad alemana. En 1939 había invadido los Sudetes de Checoslovaquia, se había fusionado Austria y en septiembre invadido Polonia, asunto que hizo estallar la guerra. En 1940 el desastre de Dunkerke cuando Inglaterra usó todo tipo de embarcación disponible para sacar de la playa holandesa contigua a Bélgica a más de 300 mil tropas aliadas inglesas, francesas, polacas, belgas y holandesas. En ese mismo 1940 Hitler hizo caso a su amigo Göering y durante tres meses fueron las operaciones aéreas de bombardeo conocidas como la Batalla de Inglaterra. Fueron los 10 años previos en los que nadie oía las advertencias de Churchil sobre el rearme Alemán. Nadie lo criticaba, simplemente predicaba en el desierto. Churchill tuvo acceso a un dossier confidencial del Foreing Office donde se demostraba que el gobierno sí sabía del rearme, Neville Chamberlain empezaba a tambalearse. La guerra estalla en septiembre de 1939 y fue hasta el desastre de la fuerza expedicionaria a Noruega que cae el gobierno en que Winston Churchill es nombrado primer ministro.
La distancia entre Churchill y Calderón es sideral. Inquieta incluso el intento de comparación. Winston Churchill era un hombre de Estado. Felipe Calderón sólo quiere serlo. En esa frecuencia del ánimo presidencial, cualquier día de estos el presidente Calderón nos recetará la frase “nunca antes, en la historia de los conflictos bélicos, tantos debieron tanto a tan pocos.” Churchill se refería a los casi 2 mil pilotos más el personal de tierra de la RAF que habían librado la Batalla de Inglaterra. Deliberadamente Winston Churchill omitió mencionar los 300 espartanos que detuvieron a los persas en las Termópilas. Pecata minuta. La diferencia es que el presidente Calderón decide usarla, casi con seguridad se referiría a García Luna y su Policía Federal. No sería extraño, por lo pronto ya hay una telenovela de eso todos los días en Televisa.
Una súbita exacerbación de la megalomanía gubernamental.
*Es Cosa Pública
Fuente: La Jornada de Veracruz
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