miércoles, 24 de agosto de 2011

Jubilar a la jubilación


RAÚL CONTRERAS BUSTAMANTE - MARTES, AGOSTO 23, 2011

La semana pasada, platicando con mi querido amigo y maestro Néstor de Buen, ilustre laboralista y maestro Emérito de la UNAM, le sugerí que era el momento en que debería modificar sus libros de Derecho del Trabajo, para dejar de considerar a la jubilación como uno de los derechos del trabajador.

Se me quedó viendo con ojos de incredulidad, serio y medio en broma me dijo que tratara de explicarle esta aseveración tan atrevida e insolente.

Me parece –sostuve– que en esta época, el mejor derecho laboral que puede gozar persona alguna es tener empleo. Los tiempos han cambiado y existen circunstancias que se tienen que revalorar para tratar de rediseñar este concepto.

Hace años, el ex secretario de Salud, Jesús Kumate Rodríguez (a quien desde este espacio deseo un pronto restablecimiento), aseveró que los descubrimiento médicos que han permitido a la humanidad alargar la esperanza de vida a casi 80 años habían producido el efecto secundario de poner en serios predicamentos a dos instituciones sociales importantes: al matrimonio y a los sistemas de pensiones.

Porque cumplir el juramento de vivir juntos una pareja “hasta que la muerte los separe” –dijo en tono de broma– era soportable cuando las personas vivían 55 o 60 años, pero que se traduce en una carga extraordinaria cuando los cónyuges sobreviven hasta cerca de los 90.

En el caso de los sistemas de pensiones, dijo en serio, están diseñados por estudios de actuaria calculados en expectativas de vida del siglo pasado y para nada pueden soportar la nueva realidad de las tasas de sobrevivencia de los pensionados o jubilados.

Y es que por ejemplo, un joven que ingresó a trabajar al gobierno federal a los 18 años, con el sistema tradicional del Issste se puede jubilar después de 30 años de servicios. Si laboró de manera ininterrumpida lo podrá hacer al cumplir los 48 años de edad.

Si vive más de 80 años, el sistema de pensiones le pagará más años como jubilado que los que fue cotizante activo mientras trabajó; sin contar que posiblemente heredará a algún descendiente su pensión.

Esto explica uno de los principales motivos de la quiebra del fondo pensionario de esa Institución. Por eso, en fecha reciente, hubo una reforma a este sistema, para estimular que los trabajadores alarguen su etapa laboral para ahorrar mayores recursos, que en algo aliviará a las finanzas institucionales, pero no resuelve el problema de fondo.

Pero, respecto del jubilado, el dilema no es ése. El trabajador retirado tendrá “su derecho a la jubilación”, en términos totalmente injustos y con consecuencias económicas tremendas.

Estará siendo condenado a vivir casi la mitad de su vida en condiciones de pobreza –si no es que de miseria– con un sueldo mucho menor al que percibía al retirarse; con incrementos mínimos, que no le alcanzarán ni a defenderse de la inflación; y con rezagos cada día mayores en sus prestaciones.

Al dejar de trabajar, la mayor parte de las veces, sin haber planeado en que ocupará –de manera productiva– su tiempo libre, sobreviene la depresión, abandono, tristeza e inactividad; y con todo ello, las enfermedades.

En el caso de las empresas privadas, existen normas de operación no escritas, contrarias a la ley y hasta discriminatorias, que mandan al retiro a sus empleados y directivos a edades tempranas, motivado de manera principal por el temor de cargar con costos laborales excesivos por los años de servicio.

No conozco a muchas personas que después de retirarse o jubilarse hayan pasado a tener una mejor calidad de vida, al contrario. En nuestra época, mandar al retiro a las personas cuando están en buenas condiciones de salud, en plenitud de facultades, con una vasta experiencia acumulada y con una rica sabiduría es un desperdicio y una injusticia.

Cuando le hice ver mi punto de vista al maestro De Buen y le pregunté porqué a sus entrados 80 años, después de jubilarse en el IMSS, seguía yendo a dar clases, trabajar en su despacho, escribir artículos periodísticos y hacer programas de radio, se me quedó mirando y me dijo: tienes razón. Y entonces, le prometí escribir estas reflexiones en La Jornada, que es su espacio habitual de análisis, desde hace muchos años. Conste.

raulcontreraslajornada@gmail.com

Fuente: La Jornada de Veracruz

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