En concreto | Laura Itzel Castillo
Las expectativas de lograr una reforma política que cristalizara el espíritu de apertura hacia la ciudadanía y la democratización en nuestro país, quedó rebasada. Las opciones de que mejorara el sistema de democracia representativa prevaleciente, y que se abrieran nuevos cauces para institucionalizar segmentos de democracia participativa ejercida por sectores de la población, han sido mutiladas.
En la Cámara de Diputados, principalmente la fracción del PRI, en dramático contubernio con integrantes de otras fracciones parlamentarias, se ha dado paso a una reforma regresiva y presidencialista. Se da preeminencia al Poder Ejecutivo, con lo que vuelven a convertir al Congreso en una institución servil del Presidente en turno, tal y como lo era en las peores épocas priístas.
Legisladores integrantes de las fracciones parlamentarias del PT y el PRD, integrantes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que encabeza el licenciado Andrés Manuel López Obrador, nos opusimos a dicha farsa.
Si bien en este espacio es imposible tratar todos los temas que se han venido analizando en el debate, considero relevante como mecanismo de evaluación de los gobernantes, comentar la propuesta de introducir la revocación de mandato, figura que fue rechazada por 186 votos a favor, 220 en contra y dos abstenciones. Propuesta que de aprobarse hubiera sido una señal de que el proceso a favor de la ciudadanía era una pretensión real, al otorgarle al pueblo la capacidad de deponer al mandatario que no ha cumplido con sus compromisos de campaña.
De igual manera, en el tema relacionado con las consultas ciudadanas en realidad el procedimiento para llevarlas a cabo se convierte en un viacrucis, pues tiene que pasar siete etapas, y cumplir con el aval de alrededor de 100 mil firmas, lo que la hacen en la práctica inviable.
Y si hablamos de la posibilidad de un ciudadano para la presentación de iniciativas ante el Poder Legislativo, tiene umbrales tan altos que la convierten —al igual que la consulta ciudadana— en una mascarada para encubrir su real intención de fortalecer al presidencialismo de antaño.
Pero quedó muy clara la posición del PRI: está en contra de los intereses de la gente, como se ha demostrado con las aprobaciones del gasolinazo, y como se ha visto a lo largo de la historia, con el aumento del IVA o con el Fobaproa. Lo que ha quedado claro es que el PRI piensa que los problemas de este país se van a resolver regresando a su enfoque presidencialista, sin restricciones, vertical y autoritario, tal y como en el pasado ejerció el poder y soñando en reimplantarlo como la única forma de gobierno.
Fuente: El Gráfico
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