Llegó la hora de las reformas a las telecomunicaciones. Inicia una batalla que puede redefinir la relación entre el Estado mexicano y los poderes fácticos.
Un estereotipo que acompañó a Peña Nieto como candidato fue el de ser un "político ignorante y vacío", un "esclavo del teleprompter", un "producto de Televisa".
Con el anuncio del Pacto por México y con la reforma educativa empezó el revisionismo sobre sus motivaciones y objetivos. En efecto, ¿quién es y qué quiere el ahora Presidente?
Para entender a Peña Nieto hay que partir de una de sus frases: "estoy a favor del presidencialismo". Eso quiere decir que desea recuperar la capacidad de árbitro, de gran decidor que alguna vez tuvo la figura del presidente mexicano. En palabras de Jorge Zepeda Patterson: no quiere ser títere, "quiere ser titiritero" (El Universal, 17 de febrero de 2013). Es un objetivo extremadamente ambicioso dada la debilidad que tiene la institución presidencial.
Para lograr ese objetivo, Peña Nieto y su grupo han desplegado una estrategia de tres puntos (un tridente) bastante parecida a la que les funcionó para su asalto a palacio. La primera columna es mantener el control sobre el PRI. Lo están logrando y uno de los ejemplos ha sido la doma de Jorge Hank Rhon, quien terminó disciplinándose a la decisión de nombrar a Fernando Castro Trenti como candidato priista a gobernador de Baja California.
Una segunda vertiente es la relación con el PAN y el PRD. Después de las elecciones inició un cortejo que culminó en el Pacto por México, ese acuerdo portentoso que conjunta en un proyecto común a PAN, PRI y PRD bajo el liderazgo presidencial. Las dirigencias del PAN y del PRD apoyan el Pacto porque incorpora parte de sus programas, además de ser una forma elegante de salirse por un tiempo de los pleitos que fracturan a los dos partidos.
El Pacto lleva a la tercera punta del tridente: la redefinición de la relación entre Estado y poderes fácticos. La presentación de la Ley de Telecomunicaciones seguirá el mismo ritual seguido con la reforma educativa: el Presidente la anunciará acompañado de los dirigentes de los tres grandes partidos. Aunque esta ley también afectará a las telefónicas, por el espacio me centro en la interacción entre Estado y televisoras.
Existen cuatro razones que hacían predecible y lógico que Elba Esther Gordillo y las televisoras recibieran un trato preferencial. La primera es que habían acumulado demasiado poder. Durante los dos sexenios panistas Elba Esther llegó a ser la política que manejaba más presupuesto, mientras que las televisoras se expandían, como pulpos, por distintas áreas de la economía.
Un segundo motivo es el modo ostentoso y grosero como usan a veces su poder. La compulsión por la adquisición de vestuario y mobiliario convirtieron a Elba Esther -una maestra que gana 24 mil pesos mensuales- en paradigma de la corrupción; la forma como TV Azteca envió a sus grupos de choque a tomar posesión de las instalaciones del Canal 40 en el Cerro del Chiquihuite (diciembre de 2002) fue una bofetada a la autoridad presidencial acentuada por la respuesta que dio el entonces presidente Vicente Fox a las exigencias de que interviniera: "¿Y yo por qué?".
El tercer motivo tiene que ver con la rectoría del Estado. Los dos poderes fácticos salieron de sus espacios para meterse a formular políticas públicas. Además de controlar la educación formal e informal el sindicato magisterial tiene un partido y el duopolio una "Telebancada". Con ello amenazan, ¡oh sacrilegio!, al monopolio de los partidos sobre los asuntos públicos.
Una última razón es la existencia de coaliciones sociales inconformes con estos poderes fácticos. Un ejemplo serían los organismos civiles, tales como Mexicanos Primero o la Asociación Mexicana del Derecho a la Información, AMEDI. Ni Telmex ni los petroleros tienen una oposición tan organizada.
Sostengo como hipótesis que la reacción de las televisoras será bastante parecida a la de Elba Esther: vociferarán y cabildearán todo lo que puedan antes de que se aprueben las leyes mientras buscan acercamientos con el Presidente y los partidos para negociar acuerdos que les permitan preservar parte de su poder. De confirmarse esta hipótesis, Peña Nieto quedará como el árbitro magnánimo. No tendremos reformas estructurales a profundidad pero tal vez sea mejor que lo actual.
Las grandes reformas no siempre se hacen por la mejor de las razones. John Godfrey Saxe aseguraba en 1869 que "con las leyes pasa como con las salchichas: es mejor no ver cómo se hacen". Pienso diferente: para madurar como ciudadanos tenemos que conocer los ingredientes de lo que ingerimos.
LA MISCELÁNEA
¿Qué está pasando con la Secretaría de la Cultura del Distrito Federal? Se multiplican los informes sobre irregularidades en un área que fue una de las joyas de los gobiernos de izquierda capitalinos. ¿Se le está aguando esa sopa a Miguel Ángel Mancera?
Colaboró Paulina Arriaga Carrasco.
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