JENARO VILLAMIL
MEXICO, D.F. (apro).- Edward Snowden no sólo reveló uno de los secretos mejor guardados por las 17 agencias estadunidenses de inteligencia. El joven experto en sistemas de informática lanzó una auténtica bola de nieve que puede arrastrar no sólo las relaciones entre Estados Unidos y China, la Unión Europea y Rusia sino el futuro mismo de Barak Obama y su segundo periodo presidencial.
El presidente de Estados Unidos que llegó con la oferta del “cambio”, de una nueva generación política y que encumbró a las redes sociales –en especial, a Twitter y Facebook– como nuevas herramientas de interlocución con la sociedad, puede acabar como un vulgar Richard Nixon que, en lugar de espiar a su gabinete, espía a sus ciudadanos, a sus aliados y no logra acertar a modernizar al imperio herido.
El caso Snowden ha pasado del escándalo mediático a la crisis diplomática global, en una trama digna no sólo de una gran novela de espionaje sino de una serie de ciencia ficción que supera los peores pronósticos orwellianos.
La revelación del sistema PRISM constituyó, en esencia, una hoja de ruta para demostrar que Estados Unidos no es menos autoritario que China en el control de sus ciudadanos en sus redes sociales, sino más hipócrita con sus presuntos aliados. El tamaño del negocio que pone en riesgo Snowden supera los 2 mil millones de dólares anuales, tan sólo en el llamado “Big Data”.
Los últimos detalles de PRISM, publicados por The Washington Post el lunes 1, indican que el FBI tiene equipos incrustados en los “proveedores de datos”, es decir, en Google, Yahoo o Facebook, de donde las autoridades pueden extraer información con o sin el consentimiento de estas grandes compañías.
Una vez que se consigue la información, ésta es analizada por diversos sistemas y programas en función de su tipo. Para cada caso, ya sea bien una notificación generada en tiempo real o una pieza de datos que debe ser almacenada, se le otorga una anotación. Al 5 de abril pasado, en la base de datos de PRISM existían más de 117 mil 675 objetivos de vigilancia activa.
Cuando Snowden lanzó el 7 de junio la bomba informativa a The Guardian y The Washington Post sabía de qué dimensiones eran sus revelaciones. No se trata de un sistema de “entrega de datos” habitual, a solicitud de la NSA, sino de un “acceso directo” a las cuentas de los ciudadanos. Con ello se acaba el mito del Internet libre.
“En buena conciencia, no puedo permitir que el gobierno de Estados Unidos destruya la intimidad, la libertad de Internet y las libertades fundamentales de las personas con esta máquina de vigilancia que está construyendo en secreto”, declaró Snowden en la única entrevista pública que se ha conocido hasta el momento.
Es decir, colocó al gobierno de Obama contra las cuerdas y lo desnudó frente a sus aliados, ante los ciudadanos estadunidenses –que son los menos alarmados hasta ahora– y ante la prensa mundial.
Desde que la Unión Europea reaccionó a las últimas revelaciones del caso Snowden, el joven dejó de ser un “traidor” o un “topo” para convertirse en un auténtico disidente del régimen estadunidense.
Por esta razón, Daniel Ellsberg, el protagonista de la filtración de los llamados Papeles del Pentágono, de 1971, calificó lo revelado por Snowden como la más importante en la historia de Estados Unidos, nación a la que rebautizó como United Stasi of América, en clara alusión a la Stasi, la policía secreta de la República Democrática Alemana que convirtió a los ciudadanos de la Alemania Oriental en víctimas de un sistema de intromisión y lavado de cerebro, apenas documentado en películas recientes.
La persecución reciente contra Snowden, su condición de perseguido del Estado estadunidense y el papel clave que está jugando el gobierno de Vladimir Putin –un exjefe del sistema de espionaje de la KGB, que sabe las dimensiones del asunto– bien pueden prepararnos para lo que sigue: la caída de la cortina informática mundial.
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