miércoles, 21 de agosto de 2013

Las presiones sobre el tipo de cambio


Arturo Huerta González

El día de ayer, 19 de agosto, el dólar alcanzó un precio de venta de hasta 13.55 pesos, que representa la mayor cotización alcanzada por el dólar en relación al peso desde que la Reserva Federal de Estados Unidos anunció que modificaría su política monetaria en septiembre, en el sentido de que dejará de comprar deuda pública por 48 mil millones de dólares mensuales, lo que ha implicado inyectar mayor liquidez a los mercados financieros. Ante la proximidad de la fecha, han estado saliendo capitales del país. Éstos demandan dólares, lo que encarece su precio, y devalúa el peso. Tal situación seguirá, debido a que nuestro país no tiene condiciones endógenas para mantener la estabilidad peso–dólar. Es decir, no tenemos superávit de comercio exterior que asegure la estabilidad del tipo de cambio, sino por el contrario, tenemos déficit lo que presiona sobre la estabilidad cambiaria. Tal estabilidad se ha conseguido a través de la entrada de capitales; de ahí la política macroeconómica de disciplina fiscal, de altas tasas de interés, y las reformas estructurales tendientes a promover entrada de capitales, para así incrementar reservas internacionales que aseguren la estabilidad cambiaria y la convertibilidad del peso al dólar a la paridad cambiaria existente. El favorecido de dicha política ha sido el sector financiero, quien es el que controla la moneda, y exige la estabilidad de la misma, ya que la devaluación, desvaloriza su capital. Quienes pierden, es el sector productivo, ya que la entrada de capitales ha apreciado la moneda nacional y ha abaratado el dólar (ya que la paridad cambiaria no se ha ajustado al diferencial de precios entre nuestro país y Estados Unidos que es nuestro socio comercial), lo que reduce la competitividad de la producción nacional, así como las ganancias, el crecimiento de la inversión, y de la economía.

Al frenarse la entrada de capitales, y al darse su salida, tal como ha venido aconteciendo en las últimas semanas, ante la eventualidad de que Estados Unidos deje de inyectar de liquidez a los mercados, y presione ello sobre la tasa de interés, se ha visto presionado el peso, ante la mayor demanda por dólares. La reforma energética, anunciada el lunes 12 de agosto, no generó las expectativas deseadas por los grandes inversionistas, que esperaban que se contemplara la concesión de áreas de exploración y explotación a los inversionistas privados, lo que significaba mayores ganancias para ellos. De ahí que el mercado no vio con buenos ojos la reforma, lo que ha propiciado menor entrada de capitales, y salida de éstos, llevando a que la paridad cambiaria pasara de 12.59 pesos por dólar el 9 de agosto, a 13.55 el día de ayer, representando ello una depreciación del peso de 3.67 por ciento en una semana.

Tal situación ha de estar preocupando a las autoridades monetarias, dado que su objetivo es la estabilidad del poder de compra de la moneda, y las presiones sobre la paridad peso–dólar afectan dicha estabilidad, así como la ganancia deseada por el sector financiero, a cual responde. De ahí el interés del gobernador del Banco de México de que se aprueben las reformas estructurales para ampliar la frontera de influencia al capital internacional en el país, para que venga, y así asegurar entrada de capitales para mantener estable el tipo de cambio. Ha sido a costa de no tener políticas económicas a favor del crecimiento económico y del empleo, como a través de acentuar la extranjerización de la economía, que se ha mantenido estable el tipo de cambio y baja la inflación en el país. Dependemos del entorno internacional, y del comportamiento de los flujos de capital, por lo que al dejar éstos de fluir en los niveles necesarios para financiar los desequilibrios macroeconómicos, se presentan presiones sobre el tipo de cambio. De aumentar la tasa de interés en Estados Unidos, menos capitales fluirán al país, y habrá salida de estos, lo que generará mayores presiones sobre el tipo de cambio. El encarecimiento del dólar favorece la competitividad de la producción nacional, ya que ello aumenta el precio de los productos importados, y se abaratan los productos nacionales, lo que actúa a favor del crecimiento de la producción y del empleo, y reduce el déficit de comercio exterior, como los requerimientos de entrada de capitales.

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