domingo, 4 de enero de 2009

PLAZA PUBLICA



PLAZA PÚBLICA
Nones, elecciones, complicaciones
Miguel Ángel Granados Chapa
4 Ene. 09

Las divisiones internas en el PAN y en el PRD han favorecido la recuperación electoral del PRI; el mal desempeño de esos partidos en el ejercicio gubernamental también abona al reposicionamiento del antes partido oficial

No será verdad en 2009 que un año de nones traiga consigo dones. El ripio se compondrá esta vez con las complicaciones y omisiones que en materia de elecciones pueden producir un conflicto en vez de ser la oportunidad para constituir una eficaz nueva legislatura en la Cámara de Diputados.

El panorama político del país produciría de suyo un proceso electoral al cabo del cual la representación nacional en San Lázaro sea por entero diferente de la que ha funcionado en la LX Legislatura. En ella, elegida en julio de 2006, el PRI, antaño partido hegemónico, fue relegado al tercer lugar en cuanto al número de sus integrantes. Ya en 1997 había perdido la mayoría absoluta, pero se mantuvo en 2000 y en 2003 como la bancada más numerosa. El desastre provocado por la postulación de Roberto Madrazo y la polarización entre las candidaturas del PRD y el PAN arrojó también un saldo desfavorable en la elección legislativa, que dejó al grupo tricolor como segundo en el Senado y a la zaga de sus rivales históricos en la Cámara, con apenas 106 legisladores. Tres años antes, el PRI había conseguido casi el ciento por ciento más en la integración de la LIX Legislatura: de esa enorme magnitud fue su caída.

El año próximo esa situación puede ser revertida. Si bien no constituyen datos duros que permitan formular una predicción a salvo de errores, los resultados de elecciones locales en 2007 y 2008, y las encuestas sobre las del año que ahora comienza, son indicadores de que el PRI abandonará el sótano (como se dice en la crónica deportiva), para alzarse a una posición que permita a sus líderes acariciar la idea de recuperar Los Pinos en 2012. Es altamente probable que el PRI sobrepase de nuevo la cifra de 200 diputados -es decir, que duplique el número de los que actualmente integran su bancada-, y no es por entero descartable que alcanzara más de 250, es decir que recuperara su papel de partido mayoritario.

Una variedad de factores explica esta reversión del ánimo electoral que en los tres lustros recientes logró el achicamiento de la presencia electoral priista. Por un lado, lejos de haber quedado suprimido como una fuerza principal tras la pérdida de la Presidencia en 2000, el antiguo partido oficial -que dentro de dos meses exactos cumplirá 80 años de edad- conservó relevantes instrumentos de poder, y los ha utilizado de tal manera que le ha permitido reproducirlo y aun recobrar el que había perdido. El uso de dinero público, las alianzas con grupos privados dotados de gran influencia, y las mañas electorales en cuyo ejercicio adquirió gran destreza, cuentan entre los factores que explican que de los 313 cargos de elección popular puestos en juego el año pasado, 2008, ese partido se quedara con 195, el 62 por ciento del total.

Contribuyeron a ese resultado, además, los partidos que disputan la primacía con el tricolor. Un mal desempeño gubernamental y disensiones internas, que llegan al grado de la escisión y el antagonismo, causaron la disminución de la confianza social hacia el PRD y el PAN. De aquella cifra de representantes elegidos -ayuntamientos y diputados locales- el partido del sol azteca consiguió la cuarta parte, 80 funcionarios, mientras que el PAN vivió meses de derrota en derrota, al punto de obtener el triunfo de sólo 21 de sus candidatos, el 6.7 por ciento del total.

Por su parte, las encuestas sobre intención de voto manifiestan en todos los casos una preferencia al alza por el partido tricolor. Tales sondeos son prematuros, se refieren sólo a los partidos y obviamente no incluyen la personalidad de los candidatos y dejan fuera el grueso número de votantes que deciden su posición durante las campañas y a última hora. Pero son señales que corresponden a los resultados alcanzados por el PRI. Han sido de tal dimensión que en 2007, por ejemplo, se permitió recuperar el gobierno de Yucatán. Si bien no abatió la presencia panista en esa entidad (perceptible sobre todo en la capital, gobernada hace casi dos décadas por ese partido), consiguió un fuerte repunte que se apreciará en los comicios federales próximos.

El infortunio panista no muestra a cabalidad la suerte del partido en el gobierno en todo el país. Sus cifras mejorarán no sólo en el proceso federal sino también en los locales de julio próximo, de modo que haría cuentas alegres quien imagine la caída del PAN como semejante a la del PRI en 2006. Pero sin duda, sus candidatos resentirán el desgaste gubernamental, que provoca no sólo insatisfacción por el desempeño de las autoridades federales sino también decepción respecto de expectativas positivas o confirmación de las negativas. De esa suerte, muchas de las 206 curules en que hoy se sientan panistas serán ocupadas a partir de septiembre próximo por miembros del tricolor. Tan clara conciencia se tiene de esa posibilidad en el PRI, que sus dirigentes enmendaron ya los errores cometidos en 2003 y 2006 al aliarse con el Partido Verde, al que en ambas oportunidades hicieron concesiones irritantes para muchos priistas. Irán de nuevo en coalición ambos partidos, pero lo harán sólo de manera parcial: en 62 distritos (la mitad de los cuales corresponden al estado de México) que abarcan 11 entidades, apenas un tercio del total.

También contribuirá a la recuperación priista el desastroso proceso de descomposición interno del PRD y de su alianza con el PT y Convergencia. Nadie duda que los 126 diputados que permiten al PRD ser la segunda fuerza en la Cámara es una cifra inasequible el 5 de julio. Es muy probable que ni siquiera alcance los 95 que hizo elegir en 2003. Y su pérdida no ocurrirá en beneficio de sus antiguos aliados y ahora rivales, que acaso logren engrosar sus bancadas pero no lo harán en la medida que les permita ser la tercera presencia en San Lázaro. El tamaño de las fracciones de lo que fue el Frente Amplio Progresista dependerá del curso que decida Andrés Manuel López Obrador, que no podrá eludir una definición electoral en las próximas semanas. Cuando la asuma se le hará presente el lamentable resultado de la elección en Acapulco, donde unidos PT y Convergencia contra el PRD, no sólo provocaron la derrota de sus candidatos sino el triunfo del beltronista Manuel Añorve, que recuperó para el PRI el más importante municipio guerrerense, al que gobierna desde hace 72 horas.

Es probable que en la próxima legislatura crezca la representación de Nueva Alianza, el convenenciero partido de Elba Esther Gordillo que ya se alía con el PAN, ya con el PRI como si fueran (acaso porque lo son) la misma cosa. Acción Nacional no se coaligará en los comicios federales con ese partido que le es tan afín (hasta en la denominación: PAN-al), pero no está excluido que lo haga el PRI, como lo ha hecho fructuosamente en elecciones locales como las dos de Hidalgo (municipal y legislativa) habidas el año pasado. En cambio, la jornada de julio próximo quizá traiga consigo la desaparición del Partido Socialdemócrata, antes llamado Alternativa, pues su división interna lo ha dejado en precaria posición, tras el retiro de Patricia Mercado, su candidata presidencial del 2006, cuya personalidad produjo sin duda la mayor parte de los votos que permitieron a ese partido una tenue presencia parlamentaria. Para infortunio de la nueva dirección de ese partido, se frustró su alianza con el PRD, convenida de antemano con Nueva Izquierda pero echada atrás en función de acuerdos que permitan el funcionamiento perredista sobre bases mínimas de convivencia. Despechado por ese contratiempo, que acaso lo lance a la cuneta y deje fuera de la contienda electoral, el PSD se lanza ahora contra López Obrador, a quien con razón ha de considerar como autor de la situación que lo marginará de la política financiada por el Estado.

Las autoridades electorales tendrán en el proceso que ya está en curso una prueba que podría rebasar sus alcances. El Consejo General del IFE, reconstituido el año pasado pero con restos del que fue elegido en 2003, no ha mostrado aún la gran consistencia que se requiere para poner en práctica la nueva legislación electoral, que arrojó sobre ese instituto cargas que pudieran ser excesivas, como la de administrar con carácter exclusivo la propaganda de los partidos. Veremos, además, cómo libra batallas para las que no fue armado.


Correo electrónico: miguelangel@granadoschapa.com


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