Regreso a la normalidad
JOSé GIL OLMOS
Uno no siempre hace lo que quiere,
| pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere.
Benedetti in memoriam
MÉXICO, D.F., 20 de mayo (apro).- Pasada la psicosis de la influenza humana motivada por la campaña gubernamental, repetida hasta la saciedad en la mayoría de los medios, hoy volvemos a la normalidad. ¿Pero cuál es nuestra normalidad? Lamentablemente, la de los escándalos de corrupción, asesinatos, narcotráfico, impunidad, venganzas y ajustes políticos. Sí, esa es nuestra cotidianidad y a esa hemos retornado.
Durante dos semanas, de manera indiscriminada y hasta el hartazgo, fuimos presa de una campaña de miedo por parte del gobierno federal, que ante el desconocimiento del virus de influenza humana prefirió llevar las medidas precautorias al límite y pedir a la población recluirse en su casa y utilizar tapabocas --medida que no recomienda la Organización Mundial de la Salud--, lo cual creó una imagen de riesgo y peligrosidad a nivel internacional, de la que surgieron actitudes de temor y discriminación contra los mexicanos en muchos países.
Una vez que se asentó la epidemia y se diagnosticó que no era tan peligrosa y mortal, como en un principio se dijo, el gobierno ya no pudo sostener su campaña, que en algún momento sirvió para distraer la atención pública de nuestra normalidad: la de la inseguridad, la crisis económica que cada día se agudiza más, y la política reflejada en una incredulidad de la sociedad hacia el gobierno y los partidos.
De hecho, el mismo día que comenzó a levantarse la contingencia apareció el libro de Carlos Ahumada, Derecho de réplica, que reveló la podredumbre de la llamada clase política nacional.
Se confirmó la vigencia del poder de Carlos Salinas de Gortari, la supeditación a este personaje del inefable Diego Fernández de Cevallos, y la operación que ambos urdieron para desbarrancar las aspiraciones presidenciales de Andrés Manuel López Obrador.
Pero también se supo de la petición que el excandidato presidencial hizo al empresario argentino para que pagara la campaña del candidato del PRD al gobierno de Tabasco, Raúl Ojeda, y la pérdida de toda ética política por parte de Rosario Robles, a quien le daba lo mismo acordar con Salinas que con Vicente Fox, para pagar la deuda millonaria de su partido con Televisa.
La confirmación de que Salinas y Fox acordaron el uso de los videos en contra del PRD, a cambio de la salida de la cárcel de Raúl Salinas, fue la cereza del pastel.
Pero el regreso a la normalidad fue más duro cuando se presentó el nuevo escándalo: la entrevista de la periodista Carmen Aristegui al expresidente Miguel de la Madrid, quien confirmó las ligas de Raúl y Enrique Salinas con el narcotráfico y el robo que hizo Carlos Salinas de la partida secreta de la Presidencia.
Y lo peor fue que De la Madrid admitió que la impunidad es indispensable para el funcionamiento del sistema político mexicano.
Tales declaraciones trataron de ser borradas por un grupo de priistas, que estableció una estrategia política y de medios declarando senil y demente al exmandatario. Nada más burdo que negar la realidad y tratar de tapar el sol con un dedo.
A estos escándalos, le siguieron las acusaciones en contra de la familia del senador Ricardo Monreal, en el sentido de que estaría involucrada con el narcotráfico, pues en una de las propiedades de los hermanos del legislador fueron decomisadas 145 toneladas de mariguana.
El colaborador de Andrés Manuel López Obrador, que se pasó del PRD al PT, acusó a la gobernadora de Zacatecas, Amalia García, de encabezar una guerra sucia en su contra suya, para impedirle ganar en algunos municipios.
Mientras, en Morelos, entidad gobernada por Marco Antonio Adame, parte del equipo del panista es investigado por presuntas ligas con el narcotráfico.
Y si en la política siguieron los escándalos normales, otro golpe seco tundió la cara de la sociedad mexicana, ya que la crisis económica se ha profundizado en el bolsillo de la gente.
En los días siguientes de la contingencia sanitaria hubo expresiones en la capital del país que hacía tiempo no se escuchaban. Varios trabajadores que sobreviven con su salario diario, como taxistas, meseros y obreros, manifestaron que no tenían para comer.
Esta sola frase perdida en el trajín citadino es reflejo de la severa crisis económica que vivimos y que el gobierno ha intentado minimizar con declaraciones tan absurdas del secretario de Hacienda, Agustín Carstens, como que sólo es un "catarrito", o las de Felipe Calderón, quien señaló que pronto veremos una luz de esperanza porque ya hay señales de recuperación.
Y si ayer nos aseguraban que pronto estaríamos en franca recuperación, hoy los mismos nos dicen que será hasta el año entrante, porque la actividad industrial cayó 9.9%, la más baja desde 1995, cuando quebraron miles de familias. En ese entonces, las más afectadas fueron las industrias manufacturera, que cayó 13.8%, y la de la construcción con un descenso de 7.7%.
Igualmente, la caída del desempleo será más grave que en 2008, cuando se ubicó en 6.8%, equivalente a 422 mil 94 hombres y mujeres jóvenes desocupados. Y, según cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEGI), en lo que va del año el decrecimiento ha sido de 9.9%.
Estas y otras situaciones de crisis forman parte de nuestra normalidad, que ni una contingencia tan grave como la de la influenza humana, antes porcina, pudo cubrir con su manto de miedo irracional.
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