Escuelas de Tegucigalpa suspenden labores por epidemias de gripe y dengue; los hospitales, en paro
Cierran aeropuertos de Honduras; 95 de sus técnicos, con la resistencia
Reinician marchas rumbo a San Pedro Sula y la capital para exigir la restitución de Manuel Zelaya
Un simpatizante del presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya, saluda a taxistas varados a consecuencia del bloqueo de carreteras realizado ayer en TegucigalpaFoto Reuters
Arturo Cano
Enviado
Tegucigalpa, 7 de agosto. Todo es normal en la Honduras del presidente de facto, Roberto Micheletti: los candidatos a la presidencia de la República se lanzan lodo, con excepción de uno, quien convalece con dos fracturas en un brazo, resultado de la macaniza que le dieron policías. Todo es normal. Los hospitales públicos cumplen cuatro días en paro, con todo y las epidemias de dengue y gripe A/H1N1. Los maestros completan una semana más sin labores para exigir la restitución del presidente José Manuel Mel Zelaya.
La vida nocturna se recupera, luego de que el gobierno levantó el toque de queda, una vez conseguido el objetivo de devolver la calma a la población. Los restaurantes, sin embargo, están casi vacíos. Todo en calma. Los cuatro aeropuertos del país cierran, porque 95 técnicos se suman a la resistencia. Nos hemos ido a un paro indefinido exigiendo el restablecimiento del sistema democrático que ha sido interrumpido por el golpe de Estado, señala Ramón García, dirigente de la Asociación Nacional de Meteorólogos.
Aunque las autoridades dicen que sólo se trata de un paro parcial, la aerolínea TACA anuncia la suspensión de sus vuelos nacionales e internacionales. Los trabajadores de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica también se suman al paro.
Hordas satánicas de Chávez
Es parte de la normalidad que, según los golpistas, sólo se ha visto ligeramente afectada por las hordas satánicas de Hugo Chávez, como los medios locales suelen llamar a la resistencia. Por ello, resulta normal que las autoridades de salud decidan suspender clases en las escuelas del departamento de Francisco Morazán, donde se ubica Tegucigalpa, por brotes de la gripe que aquí los medios todavía llaman porcina. De modo que las escuelas privadas, y las pocas públicas que tenían labores, se suman al paro. Los trabajadores sanitarios son duramente criticados en los medios por sumarse a la resistencia (sólo afectan a los más pobres) y el ejército mantiene el control de los hospitales.
En contraste, esta semana, al ministro de Salud, Mario Villafranca, lo pusieron como lazo de cochino en los medios, cuando se atrevió a sugerir que el encuentro entre las selecciones de Honduras y Costa Rica, eliminatorio rumbo al Mundial, se efectuara a puerta cerrada. Nada ni nadie impedirá que apoyemos a nuestra selección, se desparramaron los titulares. El juego está previsto para el próximo miércoles 12, en un estadio de San Pedro Sula, el corazón de la región del país con más casos del virus A/H1N1.
Claro, bastó con que el titular de la Federación Hondureña de Futbol abriera la boca para que el gobierno de facto reculara. Dicho dirigente se llama Rafael Leonardo Callejas, fue presidente de la República y todavía es hombre fuerte del Partido Nacional. El que tenga gripe que no vaya, dijo Callejas, y el asunto se dio por terminado. Con la misma seguridad, el pasado 19 de junio había dicho a un periódico nacional: En Honduras no habrá continuismo ni golpes de Estado. Es decir, todo normal en el país.
El jueves, los medios cacarearon en grande la carta enviada por el Departamento de Estado al senador Richard Lugar, prueba de que Estados Unidos suaviza su posición frente al gobierno de facto. Pero este viernes, ni radio ni televisión ni periódicos mencionan la declaración de Robert Wood, vocero del Departamento de Estado: “No estamos suavizando nuestra posición… Fue claramente un golpe, y lo condenamos”.
Es normal en un país donde el chiste (o anécdota) más socorrido sobre los medios de comunicación reza así: “El director del periódico acude a la oficina del dueño con la petición de que en Semana Santa el diario deje de publicarse desde el miércoles, ‘porque ya no hay nada de información’. El dueño del rotativo se niega con el argumento de la publicidad. El periodista insiste: ‘es que no hay material ni para el editorial’. ‘Pues escribe de Dios, al cabo es Semana Santa’. El periodista lo piensa unos segundos y responde: ‘¿A favor o en contra?’”.
“¿Y dónde está Mel?”
“¿Y dónde está Mel?”, pregunta a los periodistas uno de los líderes de la resistencia. Los periodistas, por supuesto, le habían hecho la misma pregunta tras la salida del presidente Zelaya de territorio mexicano. Otro rasgo ya más o menos normal de la crisis hondureña: el teléfono descompuesto entre Zelaya y quienes lo apoyan dentro de su país.
No estamos de acuerdo en que en San José se firme la renuncia a la convocatoria a una asamblea nacional constituyente, dice el líder campesino Rafael Alegría, quien expresa así la principal objeción del movimiento de resistencia al Acuerdo de San José.
Ya va siendo normal, también, que los partidarios de Zelaya salgan a las calles. Hoy protagonizan una nueva jornada de marchas, en el día 41 de la resistencia, mientras varias marchas avanzan por las carreteras, rumbo a esta ciudad y San Pedro Sula, a donde arribarán el martes.
Alegría dice que esas caminatas, con las que esperan reunir 100 mil personas en ambas ciudades, serán contundentes, porque la resistencia está empeñada en apretar para impedir que triunfe la estrategia de los golpistas, que es traer al presidente Zelaya a última hora, sólo para que les legitime las elecciones.
El dirigente campesino habla mientras la marcha –de unas 5 mil personas– arriba al campus de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, donde hace dos días la policía arremetió contra los estudiantes con gases lacrimógenos y carros lanza agua .
A la universidad llegan juntos y revueltos los contingentes de la resistencia, pues el golpe ha echado en la misma bolsa a grupos y corrientes políticas que ayer se daban de sombrerazos.
Operación Milagro, programa médico financiado por Venezuela
Aquí todos nos damos la cara; antes nos odiábamos, dice con una gran sonrisa la profesora de artes plásticas Reyna Centeno, experimentada activista que lo mismo ha participado en luchas populares que en la Operación Milagro, un programa médico financiado por el gobierno de Venezuela.
La académica se refiere a las ancestrales disputas de la izquierda hondureña, pero también a los pleitos con los compañeros de partido del presidente Zelaya, los liberales que se quedaron de su lado. “O sea que Mel nos ha unido a todos… o Micheletti”.
La profesora Centeno nunca ha votado, igual que muchos miembros de la resistencia, para quienes Zelaya era, hace apenas dos años, un enemigo de clase.
El terreno electoral en Honduras ha sido desde siempre propiedad de los partidos Liberal y Nacional. Las demás fuerzas políticas nunca han obtenido, juntas, ni 10 por ciento de los votos.
Por eso algunos líderes de la resistencia no confían en la manzana que les ha puesto el gobierno de facto: Participen en las elecciones, pruébense ahí. La contienda está encima (las elecciones son en noviembre) y la resistencia carece de un aparato electoral.
Otro problema es unificar en torno a un proyecto y candidato la energía que ha surgido frente al golpe. Un ministro del gobierno de Zelaya ubica tres grupos en la resistencia. El primero, los liberales zelayistas, que dirigen bases sobre todo rurales agradecidas con el presidente. El segundo, los grupos que quieren sacar ventaja electoral utilizando la fuerza de la resistencia para seguir planteando la asamblea nacional constituyente, una bandera que choca con el Acuerdo de San José.
En este grupo, que ha sido la piedra angular del Frente de Resistencia, el mando lo lleva el Bloque Popular, que conducen experimentados líderes, como Juan Barahona, Rafael Alegría y Carlos H. Reyes. El ministro advierte la existencia de un tercer grupo, no visible, que ya plantea acciones de autodefensa y de propaganda armada. En este país hay un millón de armas y un AK-47 se consigue en 100 dólares.
Sí, hay gente radical que se envalentona, pero también la decisión y el mando del frente, que tiene el mando en la resistencia. Nosotros no queremos más muertos, dice Centeno.
A 41 días de marchar a diario, la profesora Centeno se dice feliz. Habla con orgullo de cómo se han sumado más sindicatos y grupos a la resistencia; refiere las columnas que avanzan hacia la capital, goza con que el golpe de Estado les haya quitado las máscaras a todos; ahora ya sabemos quién es quién en Honduras. Quizá lo que más la hace feliz es la duración de la resistencia.
Siempre ha habido represión, pero nunca había respuesta, a la semana todo se acababa, y éramos de luchas con horario. Ahora hay respuesta en las calles, en las paredes, en todos lados.
Vuelve a reír Reyna Centeno antes de soltar su conclusión: Estamos viviendo los mejores momentos de nuestras vidas.
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