FERNANDA NAVARRO
Miles de tragedias (asesinatos, secuestros, levantones, desapariciones) han transcurrido durante los últimos cuatro años, teniendo a México como escenario. ¡Se ha llegado a comparar el número de nuestros muertos con los de la guerra de Irak..! Pero pocas han conmovido tanto como la última acaecida en el estado de Morelos, llevando a miles de ciudadanos, grupos y organizaciones a improvisar marchas en 23 estados del país, alternando con la del lugar de origen, la multitudinaria de Cuernavaca, Morelos, el 6 de abril (por cierto, me sorprendió no ver a Michoacán en la lista de los estados mencionados).
Encontrándome yo en el Distrito Federal (donde también había una marcha programada), decidí desplazarme a la de la ciudad de la eterna primavera, (últimamente mejor conocida como la ciudad de la eterna balacera) porque no podía dejar de querer abrazar a nuestro entrañable amigo, el poeta Javier Sicilia en su inmenso dolor con motivo del asesinato de su hijo Juan Javier, de 24 años, hoy hace 12 días, junto con otras cinco personas. A Javier lo conocimos en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en uno de los tantos eventos zapatistas y desde entonces nos hermanamos.
La manera en que ha respondido Javier ante ese dolor incalificable es una lección de fortaleza humana, de valentía, de generosidad que, a diferencia del infinito número de tragedias anónimas anteriores (que no por anónimas menos dolorosas e inexplicables), ésta parece haber sido el detonador, la punta de lanza, de un posible camino que nos abra a los mexicanos, hoy inmersos en la incertidumbre, el temor y la degradación, un pequeño rayo de esperanza para recuperar a nuestro México, el que nos vio nacer y en el que queremos morir de muerte natural, entre los nuestros, no el que nos expulse ni aterrorice ni nos obligue a engrosar las filas de esa nueva categoría: la de los “migrantes”.
Javier Sicilia ha sabido agregar algo invaluable a todo este nuevo estatus o condición humana que el siglo XX ya nos anunciaba (y que supuestamente debía civilizarnos más… ¿¿¿pero…???). Javier ha sabido dignificar la rabia, como señalaron los zapatistas en su festival de hace un par de años, el de la Digna Rabia. Así ha comenzado a dar lecciones tanto a políticos como a los capos del narco y del crimen organizado que han llevado a nuestro país a un grado de degradación inaudita. La lección de Sicilia, entre otras, la publicó en la revista Proceso del 3 de abril bajo el título de Ya estamos hasta la madre. El contenido, el tono y sobre todo la altura con que ha expresado su hartazgo, su dolor, su humanismo, no tienen parangón con ningún otro caso anterior. ¡Dejaría de ser poeta! Quizá por ello, y porque lo hace desde, por y para la ciudadanía, pueda ser efectivamente el detonador de una apertura hacia una era donde la justicia empiece a asomarse en México.
Se dirige tanto al gobierno y a los políticos, a los altos funcionarios, por un lado, como a los delincuentes del narco, por el otro. A los primeros les pide que el que no cumpla bien su cargo, su función, ¡que renuncie! (como recordándoles que, ante todo, su función es de servidores públicos, que no gozar de privilegios con impunidad).
A los narcos les recuerda lo que alguna vez tuvieron, un cierto “códice de honor” que consistía en matarse entre los diferentes cárteles de droga, por territorios, entre otras cosas, pero respetando la vida de los civiles, de los ciudadanos que nada deben y ahora mucho temen.
Termino con una respuesta de Sicilia a un periodista que muestra la calidad moral del poeta. La pregunta fue: ¿quisiera usted que mataran al responsable de la muerte de su hijo cuando lo encuentren? Él respondió: “No. Primero, porque no creo en la pena de muerte. Segundo porque ninguna muerte me regresaría la vida de mi hijo, y tercero, porque en ese caso, estaría yo actuando igual que el asesino, al quererlo matar”.
Insisto, como en otros artículos, en mi convicción de que la mejor arma para transformar la sociedad es a través del arte, la cultura, la palabra.
P.D. Una sugerencia: sigan en la prensa el caso Sicilia. No termina aquí. Habrá propuestas para una reconstrucción nacional que nos conciernen a todos y todas.
Fuente: La Jornada de Michoacán
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