lunes, 18 de abril de 2011

No a la reforma laboral


JORGE ROCHA

La iniciativa de reforma laboral presentada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y que avala Acción Nacional (PAN) es una de las piezas fundamentales para lograr dar mayor certidumbre legal al avance del capitalismo global en México. Luego de que el modelo keynesiano de desarrollo capitalista entró en crisis y con ello las aspiraciones de lograr una situación de pleno empleo, las políticas económicas de muchos países apuntaron a la desregulación del empleo, es decir, a generar condiciones legales que posibilitaran que el trabajo se convirtiera en una mercancía flexible y fueron los grandes organismos financieros globales los responsables de obligar a las distintas economías, a realizar estos cambios en sus marcos normativos internos.

México no ha sido la excepción. Los últimos gobiernos de extracción priísta realizaron las reformas sobre el agro mexicano para permitir que la tierra entrara al libre mercado, cambiaron los sistemas de pensiones y los pusieron a jugar en las bolsas de valores; y privatizaron muchas empresas paraestatales que dieron pie a los grandes monopolios que ahora sufrimos. Sin embargo quedaron temas por resolver, entre ellos lograr la penetración del capital en las empresas de producción de energía y combustibles fósiles y reformar el marco jurídico en materia laboral. Cuando arribó al poder el PAN, una de las encomiendas del gobierno de la alternancia era llevar a cabo las modificaciones en la Ley Federal del Trabajo. Carlos Abascal, secretario del trabajo en aquel entonces y que provenía del sector empresarial, impulso estas reformas, pero no las logró sacar. Felipe Calderón continuó con este propósito, y través de su secretario Javier Lozano está intentando concretar ese objetivo y con ello volver a México “más competitivo y adaptado a las circunstancias y exigencias del mercado global”.

Los argumentos esgrimidos a favor de la ley son falaces: legalizar lo que ahora es ilegal, para dar certeza jurídica a los trabajadores, acotar derechos laborales para mejorar las condiciones laborales, facilitar los despidos para generar más empleos y controlar a los sindicatos para mejorar la calidad en el trabajo. Todo esto está encaminado para ser más “competitivos” y convertirnos en un platillo apetitoso para los grandes capitales. Se trata en el fondo de terminar de subordinar el trabajo al capital. Varios columnistas ha explicado con mayor profundidad los riesgos de aprobar estas reformas, que amenazan con ser votadas en periodo vacacional (al más puro estilo del régimen autoritario). Sin meterme más en el análisis mismo de la reforma, me quiero detener en dos asuntos que vale la pena rescatar para el debate: el primero es que en la experiencia empírica este tipo de reformas no ha logrado aumentar el número de empleos ni tampoco ha mejorado las condiciones de los mismos. Más bien ha provocado una feroz lucha por los trabajos que ha redundo en la precarización del empleo. No es cierto que hay mejoras, al contrario los empleos son menos y de menor calidad; y los que ganan, como siempre, son los dueños del gran capital. Sólo hay que mirar a nuestro alrededor, el problema del empleo es mundial, salvo las excepciones que precisamente mantienen el modelo del empleo keynesiano.

El otro punto que me gustaría resaltar es que en política económica el PRI y el PAN son lo mismo. Lo han sido desde hace muchos años y si a veces pareciera que difieren y que hasta se pelean, eso es una ilusión. Ambos partidos han impulsado y aprobado las reformas necesarias para que el país esté a merced del capitalismo global. Es cierto que pueden tener matices, pero son mínimos, casi insignificantes, por eso no resulta nada extraño que sea la bancada del tricolor la que ponga sobre la mesa la iniciativa y que el blanquiazul la respalde plenamente. Mientras que en otras arenas pueden llegar hasta los insultos, en este tema de crucial importancia hasta cabildean juntos, sólo hay que voltear a ver al presidente Calderón defendiendo una propuesta de reforma priísta frente a empresarios en Guadalajara. Quién lo diría, mientras en el Estado de México son agua y aceite, en la reforma laboral son como hermanos siaméses. Para la ciudadanía es fundamental no olvidar este tipo de cosas, ya que esta es una evidencia más de que en materia económica no hubo transición, ni alternancia y que desde Miguel de la Madrid seguimos este desastrozo modelo económico que luego de 30 años de implementación nos tiene sumidos en una crisis multidimensional y la pregunta ante esto es: ¿permitiremos que le den una vuelta más a esta tuerca?.

La tercera reflexión es que una vez más se comprueba la teoría de Atilio Borón de que en México y América Latina tenemos capitalismos democráticos y no democracias capitalistas. La diferencia en sencilla, en el primero la democracia llega hasta donde el capitalismo lo permite, en el segundo el capitalismo llega hasta donde la democracia lo permite. Esta iniciativa de reforma sólo refuerza esta hipótesis, la clase política mexicana puede pelearse vorazmente en el escenario electoral, pero cuando hablamos de proyectos esenciales para el capitalismo, se cuadran y van juntos. Entonces el dique y la oposición no vendrá de ellos, tendrá que salir de nosotros. Por eso: No a la reforma laboral.

jerqmex@hotmail.com

Fuente: La Jornada de Michoacán

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