MARGARITA GUILLAUMIN ROMERO - JUEVES, ABRIL 21, 2011
Se inauguró con bombo y platillo, sesión solemne y parafernalia habitual en este tipo de eventos a los que convoca la crema y nata de la clase política nacional, la costosa nueva sede del Senado de la República y tan solo tres días más tarde, con las lluvias del sábado 16, hizo agua literalmente; se inundó el salón de plenos con todo y curules importadas, dicen los informadores, de Italia. Hubo que retirar alfombras y cerrar el inmueble para corregir los múltiples desperfectos que, bajo ningún concepto se podrían considerar menores, si se toma en cuenta el monto invertido en este edificio que superó el costo originalmente presupuestado tanto como el tiempo programado para su construcción.
Por supuesto que hay cosas que en mi opinión son más importantes, sobre las cuales intentar reflexionar y opinar a través de estas líneas y el espacio que me brinda La Jornada Veracruz, por ejemplo el nuevo enfrentamiento protagonizado el martes pasado entre supuestos sicarios del crimen organizado y la armada de México en el Puerto de Veracruz, con un saldo de cerca de cuatro horas de miedo y angustia para las familias que a esas horas dormían o intentaban dormir en la tranquilidad de sus casas, antes de ser interrumpidas por el impacto de las balas en sus paredes, puertas y ventanas, o en los vehículos de su propiedad que habían estacionado al frente de sus casas o en sus respectivas cocheras; además oficialmente se reconocen 10 muertes (dicen que los decesos son de presuntos delincuentes, lo que es equivalente a decir que también podrían ser 10 presuntos inocentes), 10 detenidos y diversas armas aseguradas.
A contrapelo de los esfuerzos que realiza el gobernador del estado para aparecer y dar la cara siempre sonriente asegurándonos que en Veracruz (la entidad y el Puerto), todo va bien y estamos en calma, con estándares de seguridad que nos permiten ser ahora sí que puerto seguro para vivir y vacacionar, la terca realidad no deja de advertirnos que las cosas no van bien, que no basta con lamentar, como dice hacerlo el titular del Ejecutivo estatal, la mala noche que vivieron los vecinos de Río Medio I en las calles de Río Pánuco y Víctor Sánchez, entre otras. Se requiere de una estrategia inteligente para combatir con eficacia el crimen organizado y es imperativo que el gobierno federal abandone la autocomplacencia, soberbia, necedad o irresponsabilidad con la que se conduce en esta guerra que no lleva a ningún lado y que no tiene para cuando acabarse en tanto que, cada día, nos cobra una factura muy alta de dolor e incertidumbre a todos los mexicanos.
Por parte del gobierno estatal y sin dejar de apreciar el esfuerzo que debe significar para el gobernador Javier Duarte de Ochoa salir con cara sonriente a enfrentar y, más que eso, a reivindicar como necesarios hechos tan crueles, inaceptables, dolorosos, ilegales y torpes como lo son los tiroteos con armamento de alto poder en nuestras calles, colonias, parques o caminos, y a cualquier hora del día; lo que nos pone en grave riesgo a todos y lo que constituye una grave también, violación a nuestros derechos humanos, más nos valdría que se ocupara de hacer valer y garantizar realmente el derecho de los veracruzanos a la seguridad pública, a vivir, trabajar y transitar sin temor a ser víctimas de la violencia, ni la de los “malos”, ni la de un Estado que no encuentra, porque no sabe o porque no quiere encontrarla, una forma inteligente de combatir y prevenir el crimen. Si no pueden o no saben que se vayan, que pregunten, que diversifiquen, modifiquen o cambien de estrategia y que ésta no eluda el cumplimiento de las leyes ni el respeto a los Derechos Humanos: pero por Dios, señor gobernador y todos los que como él repiten este estribillo, dejen de decirnos que tantas muertes y tanta y tan absurda violencia son necesarias y el único camino para combatir el crimen organizado; porque eso, además, ofende nuestra inteligencia (la de todas y todos los veracruzanos).
Pero vuelvo al edificio del Senado y lo hago porque esta onerosa y mal hecha construcción se pagó, como todo el mobiliario, accesorios e instalaciones, con recursos públicos aportados por los contribuyentes mexicanos y porque en México hay necesidades y problemas sociales, esto es, de orden público que los gobernantes deben atender con urgencia y en el término gobernantes incluyo a todos y por supuesto a los señores senadores, que absurda, egoísta e irresponsablemente decidieron importar curules y otros enseres que bien pudieron hacerse en México y dar empleo, así fuera temporalmente, a algunos de los muchos mexicanos que carecen de él. ¿O qué en México no sabemos hacer butacas? Son este tipo de acciones las que desnudan a la clase política mexicana, como una especie depredadora, nociva, real y altamente nociva para la salud pública. Al listado de exigencias que debemos plantear a los que gobiernan, agreguemos esta nueva barbaridad; debe transparentarse el monto y destino de los recursos erogados en la nueva Sede del Senado, debe exigirse a los constructores que garanticen la obra o en su defecto que paguen indemnizaciones por defectos de construcción. Deben tomarse medidas normativas para que tratándose de obras públicas de todo tipo de obras públicas, se privilegie o de prioridad, al trabajo y mano de obra de los mexicanos; que al fin y al cabo esa es una de las previsiones contenidas en nuestra amenazada Ley Federal del Trabajo.
¡Ya basta! También estamos hartos de pagar el costo de los excesos y la frivolidad con la que generalmente se conducen los gobernantes mexicanos. Propongo que para resarcirnos, así sea un mínimo de los daños y perjuicios que esta obra nos produjo a todos los mexicanos, cada senador pague de su bolsillo su curul italiana y al término de su periodo constitucional se la lleve junto con su respetable humanidad, a su casa. En tanto mándense hacer nuevas curules o a trabajadores y artesanos mexicanos que los hay y muy buenos para estas y otras tareas.
Fuente: La Jornada de Veracruz
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