lunes, 11 de abril de 2011

Temacapulín: del desdén al diálogo sin diálogo


JORGE GÓMEZ NAREDO

El reconocimiento del desdén

Los de Temacapulín quieren que no se les eche de su pueblo. Han estado haciendo de todo y por todas partes han ido. De las oficinas gubernamentales solamente han recibido indiferencia. Llevan años queriendo hablar sobre soluciones a sus problemas, pero siempre se les ha rechazado, se les ha ignorado. Tomaron las obras de la presa El Zapotillo, y comenzaron las autoridades dizque a tomarlos en cuenta. Anunciaron las instancias gubernamentales un diálogo. ¡Un gran diálogo! Eso, en los hechos, es el reconocimiento tácito (por parte de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), de la Comisión Estatal del Agua (CEA) y de los gobiernos estatales de Jalisco y Guanajuato y el federal) de que anteriormente no hubo diálogo, sino solamente desdén. Hasta lo dicen, así, muy ufanos: Raúl Antonio Iglesias Benítez, director del Organismo de Cuenca Lerma Santiago Pacífico, dependiente de la Conagua, argumentó: “Los avances [en el diálogo] son que a final de cuentas estamos conociendo detalles tanto la población de nosotros como nosotros de la población, y vamos caminando en torno a esto”. Es decir, ¿hasta ahora, que se han iniciado las obras, comienzan a conocer el sentir de los afectados?, ¿hasta ahora les explican a los afectados de qué se trata eso de la presa El Zapotillo? Vaya, el cinismo es enorme, gigante: ¿qué hemos hechos para merecer que estos tipejos sean nuestros funcionarios públicos?, ¿acaso nos hemos portado tan mal?

El cinismo

Los que quieren construir la presa El Zapotillo reconocen, bien clarito, que el diálogo no es efectivo y que sirve para poco. Las palabras de César Coll Carabias no dejan lugar a dudas: “los habitantes de Temacapulín van a ser afectados ¿ok? no podemos llegar a un acuerdo en que no sean afectados, porque si se hace la presa se va a inundar. Lo que sí podemos trabajar con ellos es cómo podemos ayudarles a que esa afectación sea lo menos fuerte posible y que ellos tengan ciertas ventajas de esa afectación para mejorar su calidad de vida”. Don César Coll Carabias es un hombre de buenas y decentes costumbres. Para él la vida es bella: su sueldo quincenal es de 58 mil 336.50 pesos, más casi tres mil pesos en ayuda de despensa y transporte. Además, no lo van a desalojar de su casa ni su terruño será inundado. La vida le pinta bien. Por eso él piensa en “ayudar” a los demás. Sí, “ayudarlos”. Que quede claro, parece decir Coll Carabias: “los vamos a joder, pero no se preocupen, les vamos a dar una palmadita de solidaridad”. ¿Qué hemos hecho para merecer que estos tipejos sean nuestros funcionarios públicos?, ¿acaso nos hemos portado tan mal?

El otro cinismo

Raúl Antonio Iglesias Benítez es bastante inteligente: un genio. Es un hombre capaz, perspicaz, ¡lúcido! Descubrió el jueves pasado algo que cambia la lógica en todos los sentidos: ni Kant ni Hegel ni Marx ni Heráclito ni todos los filósofos que hasta ahora han existido en la historia de la humanidad habían descubierto lo que Iglesias Benítez descubrió. Él dio en el clavo: el diálogo no se entabla para llegar a acuerdos: “Son mesas de diálogo, no necesariamente tenemos que salir con acuerdos, [son simples] mesas de diálogo”. Sí, el diálogo se produce para no llegar a acuerdos. Vale la pena preguntar, entonces, ¿para qué dialogar? Don Raúl Antonio Iglesias Benítez ha abierto los ojos a cientos de personas, al mundo entero. Es una mente brillantísima, un pensador excelso. ¿Qué hemos hecho para merecer que estos tipejos sean nuestros funcionarios públicos?, ¿acaso nos hemos portado tan mal?

La ley a modo

En una minuta de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, fechada el 14 de julio de 2009, se asienta que Raúl Antonio Iglesias Benítez les pidió apoyos económicos a los empresarios de la construcción: los invitó a invertir en la presa El Zapotillo, la cual, mencionó el funcionario público federal, es “una oportunidad para inversionistas, sobre todo por ser una obra a largo plazo”. Y agregó: “Están previstas todas las instancias legales que llegaran a presentarse en la localidad de Temacapulín”. ¿Quiso decir Iglesias Benítez que está “prevista” la represión?, ¿la expoliación?, ¿el dejar a los habitantes de Temacapulín sin su pueblo? No cabe duda, ellos van por todo, y a costa de todo. Y ellos tienen la ley, la ley, la pura ley: el “Estado de derecho”, “las reglas” y “la normatividad”. Cuando les conviene hablan del “imperio de las normas y de los reglamentos”. Hacen análisis, se meten en discusiones jurídicas, tratan de asirse de un inciso de algún código para decir que ellos actúan bien, que van y caminan conforme a la ley, que la ley los obliga y/o los mandata a hacer tal o cual cosa, o a dejar de hacer tal o cual cosa. Sí, la ley para joder al de abajo y beneficiar al de arriba (“inviertan, señores empresarios”). Sí, la ley como artilugio: la ley para pegar. La ley para despojar. La ley para golpear y amenazar, para perjudicar. La ley para violar las propias leyes. Sí, el bonito, lindo y limpio imperio de las leyes a modo. Iglesias Benítez lo expresa nítidamente: “lo que tenemos que cumplir legalmente ya lo cumplimos”. ¿Qué hemos hecho para merecer que estos tipejos sean nuestros funcionarios públicos?, ¿acaso nos hemos portado tan mal?

jorge_naredo@yahoo.com

Fuente: La Jornada de Jalisco

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