EDUARDO GONZÁLEZ VELÁZQUEZ
A no dudar, la última crisis económica en nuestro país se puede ligar a todas las anteriores sin dejar un espacio libre para tomar aire y recomponer el rumbo, situación que ha venido de nueva cuenta a zarandearnos el famélico bolsillo que ya de suyo presentaba débiles muestras de vida. Sin más, los indicadores oficiales de 2008 a 2010 nos dejan helados: el ingreso en los hogares mexicanos se desploma inexorablemente. Para “consuelo” de algunos la caída resulta “democrática” e “incluyente” porque alcanza a todos, aunque con diferentes magnitudes.
La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2010 elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), indica que el ingreso promedio de los hogares en la República Mexicana se desplomó 3.8 por ciento de 2008 a 2009, pero el año pasado se desbarrancó 12.3 por ciento. El documento muestra que 10 por ciento de la población más rica tuvo una caída en sus ingresos de 17.8 por ciento, hace tres años estos hogares percibían trimestralmente 144 mil 65 pesos y cayeron a 118 mil 428 pesos en 2010. En tanto, 10 por ciento de los hogares más pobres sufrieron una baja de 7.6 por ciento, al pasar sus percepciones trimestrales de 6 mil 668 pesos en 2008 a 6 mil 163 pesos durante el año del bicentenario.
Sin embargo, la reducción en los ingresos no impacta a todos de la misma manera; los hogares pertenecientes a los estratos más altos recienten menos la disminución porque cuentan con recursos adicionales (ahorros en la mayoría de los casos) para afrontarla; al tiempo que los más pobres carecen de mecanismos para compensar la pérdida de ingresos; además, la diferencia que existe entre los hogares que reciben más recursos y los que obtienen menos dinero es de 18.2 veces (La Jornada, 16 de julio de 2011). La reducción de los ingresos en los hogares mexicanos encuentra su explicación en los pequeños salarios que obtienen millones de connacionales: 40 millones de personas sobreviven con hasta dos salarios mínimos, o sea, 3 mil 500 pesos o menos al mes; otros 20.9 millones tienen un ingreso de entre dos y seis veces la mínima remuneración legal, y tan sólo 5.4 millones de mexicanos acceden a un ingreso superior a seis veces el salario mínimo (La Jornada, 19 de julio de 2011).
Esto viene a consolidar el desigual reparto que se hace de la riqueza que generamos todos los mexicanos: 30 por ciento de los hogares concentran 62.2 por ciento de los ingresos totales, mientras que el 70 por ciento restante sólo accede a 37.8 por ciento. Por otro lado, 10 por ciento de la población más pobre del país obtiene un ingreso mensual de 2 mil 54 pesos, mientras que 10 por ciento más rico, obtiene 39 mil 476. Lo que nos muestra que el promedio de ingreso mensual de 11 mil pesos que manifiesta el Inegi es sólo eso, un promedio muy lejano a la realidad que enfrentan millones de habitantes en este país.
Las consecuencias de este oscuro panorama son harto complejas para la alicaída economía nacional, a saber: una sociedad con niveles tan bajos de ingreso no colabora, o lo hace marginalmente, con el crecimiento y dinamismo de la economía; con ello, empuja en sentido opuesto para la activación y fortalecimiento del mercado interno, lo que ocasiona que no se rompa el círculo vicioso en el que estamos entrampados desde 1982, y que arroja un raquítico crecimiento promedio de 2.1 por ciento anual desde la llegada de Miguel de la Madrid a la Presidencia de la República.
La puesta en marcha de una política económica neoliberal desde el inicio de los años 80 del siglo pasado ha hecho que millones de mexicanos se encuentren hoy sumidos en la más aguda de las pobrezas, y no sólo eso, sino que cada día el número de personas que ingresan al universo marginal de la miseria es cada vez mayor, según los propios datos del “gobierno” federal: entre 2006 y 2008 el número de personas pobres pasó de 44.7 millones a 50.6 millones. Hoy en día en el país existen al menos 56 millones de mexicanos en pobreza patrimonial. De ellos, al menos 23 millones no cuentan con los suficientes recursos para adquirir la canasta básica alimentaria. Al tomar en cuenta la pobreza multidimensional, que incluye las carencias sociales, la cifra de personas sobreviviendo en la pobreza llegaría a 52.5 millones. Esta compleja situación ha orillado al menos a nueve de cada 100 habitantes en México a vivir de las transferencias que recibe de instituciones de asistencia sean gubernamentales o privadas (La Jornada, 19 de julio de 2011).
En los últimos 30 años los resultados obtenidos en materia económica regida por una política neoliberal han demostrado ampliamente que ese no es el mejor camino, no sólo para repartir equitativamente la riqueza, sino tampoco para producirla. Pretender seguir bajo el mismo esquema fondomonetarista-neoliberal es condenar al abismo a la sociedad mexicana. Las cifras oficiales (para no hablar de los indicadores de la UNAM o de El Colegio de México) nos enseñan que cada día se añade más gente a los estratos económicos más bajos, cuando la estrategia debería de ser a la inversa: sacar a los pobres del lugar sin futuro en el que se encuentran y repartir con justicia y equidad las riquezas que todo el pueblo generamos.
Veremos si en los siguientes meses de dinámica electoral, alguno de los candidatos “a la grande” se lanza al ruedo con propuestas económicas que ayuden a sacar de la oscuridad a los millones de pobres de este país, y eviten que los que aún no acceden a esos contextos de penuria se alejen de ellos consolidando su crecimiento y desarrollo económico. Estoy cierto que un país donde su población mantiene altos y equitativos ingresos económicos, es un país democráticamente saludable.
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Fuente: La Jornada de Michoacán
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