Publicado el 24 de mayo de 2013
Amy Goodman
En una extraordinaria pero poco publicitada audiencia de supervisión, el comité de servicios armados del Senado analizó la “Ley de Conflicto Armado, el uso de la fuerza militar y la Autorización de 2001 para el Uso de la Fuerza Militar” (AUMF, por sus siglas en inglés). La AUMF es la ley aprobada en el Congreso el 14 de septiembre de 2001, tres días después de los atentados de al-Qaeda contra Estados Unidos.
El senador independiente de Maine, Angus King, inició su interrogatorio a los funcionarios militares de la siguiente manera: “Señores, he estado aquí tan solo cinco meses, pero esta es la audiencia más sorprendente y la más perturbadora en la que he participado. Ustedes básicamente han redactado una nueva Constitución”.
A la afirmación del senador King le siguieron las preguntas del senador republicano de Carolina del Norte Lindsey Graham. Graham, que ha estado en el Senado durante muchos años, recientemente solicitó que el sospechoso de los atentados de Boston (un ciudadano estadounidense acusado de un crimen violento en suelo estadounidense) fuera declarado “combatiente enemigo”, lo que implicaría negarle sus derechos constitucionales. Los funcionarios interrogados respondieron afirmativamente a las preguntas de Graham: “¿Coinciden conmigo en que, en lo que refiere al terrorismo internacional, estamos ante una batalla mundial? ¿Estarían de acuerdo conmigo en que el campo de batalla es el que elija el enemigo y que podría ser cualquier lugar del planeta, de modo que tenemos que estar alertas y preparados para poder actuar?”. El subsecretario de Defensa para Operaciones Especiales, Micheal Sheenan, respondió afirmativamente, y aclaró: “Vigilamos a diario las amenazas a nivel mundial y estamos preparados para actuar”.
El mensaje del Pentágono fue claro: el mundo es un campo de batalla.
La AUMF establece, en una parte: “el Presidente está autorizado a usar toda la fuerza necesaria y adecuada contra los países, organizaciones o personas que determine que han planificado, autorizado o cometido los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, que colaboraron con ellos, o que protegieron a dichas organizaciones o personas, para evitar que en el futuro dichos países, organizaciones o personas cometan actos de terrorismo internacional contra Estados Unidos”.
Tan solo un miembro del Congreso votó en contra del proyecto de ley de 2001, Barbara Lee, demócrata de California, quien afirmó desde la Cámara de Representantes: “Estoy convencida de que la acción militar no evitará futuros actos de terrorismo internacional contra Estados Unidos. Es un asunto muy complejo. Se aprobará esta resolución, a pesar de que todos sabemos que un presidente puede librar una guerra sin necesidad de la misma. Por más difícil que sea esta votación, algunos de nosotros debemos apelar al uso de la restricción. Nuestro país aún está llorando a las víctimas de los atentados. Algunos de nosotros debemos decir: ‘Reflexionemos por un momento y pensemos bien en las repercusiones de las medidas que adoptaremos hoy para que esto no se vuelva incontrolable’”.
Sin duda, el senador independiente de Maine Angus King piensa que las cosas se salieron de control, al igual que el periodista Jeremy Scahill, cuyo nuevo libro “Dirty Wars” se subtitula: “The World is a Battlefield” (el mundo es un campo de batalla). Scahill me dijo: “El concepto de que el mundo es un campo de batalla no es algo que se me ocurrió a mí. Es una doctrina, más concretamente una doctrina militar denominada ‘preparación operativa del campo de batalla’, que considera que el mundo en su totalidad es el campo de batalla. Y lo que sostiene es que hay países donde se puede prever, donde si las fuerzas armadas prevén que es probable que ocurra un conflicto o que se puede desatar una guerra, se pueden enviar soldados a esos países por adelantado para preparar el campo de batalla. Y en los gobiernos de Bush y de Obama el mundo efectivamente ha sido considerado un campo de batalla”. La película “Dirty Wars”, basada en el libro de Scahill y dirigida por Richard Rowley, se estrena en los cines de Estados Unidos en el mes de junio.
Casi doce años más tarde de haber sido aprobada, la Ley de autorización de uso de la fuerza militar continúa en vigor y le otorga al gobierno de Obama y al Pentágono carta blanca para declarar guerras, ocupar países, matar gente con aviones no tripulados, no sobre la base de su culpabilidad, sino como resultado de un análisis remoto de los “modos de vida” de los sospechosos. Mientras estas guerras son cada vez más ocultas, se vuelve cada día más importante que los periodistas vayan donde está el silencio para para hacer que quienes están el poder rindan cuentas de sus actos.
Es por eso que el gobierno de Obama parece estar librando una guerra de baja intensidad contra los periodistas en Estados Unidos: los vigila para descubrir sus fuentes protegidas y persigue informantes apelando a la ley de espionaje. Mientras tanto, más de 100 prisioneros de la base estadounidense en Guantánamo están en huelga de hambre y sus vidas corren peligro. La mayoría no ha recibido acusación formal y se ha ordenado su liberación. Sin embargo, permanecen en esa especie de campo de concentración sin ninguna esperanza de que su situación cambie.
Si bien para muchos el Día de los Caídos no es más que un fin de semana largo, será conmemorado con muchas ceremonias solemnes. Las muertes más recientes de ciudadanos estadounidenses en Afganistán fueron las de dos soldados de la isla de Guam: el Sargento Eugene M. Aguon, de 23 años de edad, y el soldado Dwayne W.Flores, de 22 años. Ambos murieron el 16 de mayo por el estallido de un artefacto explosivo casero. A estas muertes se suman las de cientos de soldados y veteranos de guerra que se suicidan, y cuya cifra supera a la de los soldados muertos en combate. Estas muertes no son informadas por el Pentágono. Al 20 de mayo, el Departamento de Asuntos de Veteranos de Guerra tenía registradas 873.000 solicitudes de beneficios pendientes, de las cuales 584.000 estaban pendientes desde hacía más de 125 días.
Thomas Paine escribió el 21 de marzo de 1778 en la edición de su publicación denominada The Crisis: “Si hay un pecado superior a todos los demás es el de la guerra deliberada y ofensiva. Quien inicia una guerra abre las puertas del infierno y abre la vena que hace que una nación muera desangrada”.
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