JUAN PABLO PROAL
Sacerdote Adolfo Huerta Alemán
Esta, la lógica tradicional con la que El Vaticano se planta ante el mundo, fue la moral aplicada en el caso del sacerdote Adolfo Huerta Alemán, orillado a abandonar el cargo durante seis meses a raíz de una entrevista publicada en el sitio web de Proceso, titulada “El cura que duda de Dios y goza el sexo”.
¿Qué escandalizó tanto al clero de esa charla sostenida en marzo pasado? En la conversación, Huerta Alemán, de 35 años de edad, reconoce que llevaba una vida sexual activa y que incluso a veces duda de los dogmas católicos. “Yo mejor me aferro a la fe como una motivación de significado de vida, no tanto a un dios o una religión, si no existe Dios me vale madres, a mí la fe me motiva a buscar un significado para llegar a mejorar nuestras relaciones humanas y que esto me ayude a ser mejor ser humano”, me explicó en un restaurante de Monterrey.
“— ¿Tienes pareja?
“— Llevar una relación muy establecida no la llevo, no se puede, ando metido en muchos rollos.
“— ¿Hijos?
“— No.
“— ¿Practicas relaciones sexuales con frecuencia?
“— Sí.
“— ¿Te podrían excomulgar por eso?
“— (Se queda pensando) Sí…”.
La entrevista provocó una respuesta reaccionaria de los sectores más conservadores de la Iglesia, que de inmediato presionaron para exigir la separación del “Padre Gofo”, como es llamado cariñosamente. No obstante, la charla sólo fue un elemento más que indignó a la ultraderecha clerical.
Adolfo Huerta Alemán es un sacerdote católico atípico. Se ha caracterizado por respaldar causas sociales justas, como los movimientos “Indignados” y #Yosoy132. Mantiene una posición a favor de la diversidad sexual y continuamente se pronuncia contra los actos de corrupción que protagoniza la clase política mexicana. En el plano estético, usa el pelo largo, a veces se maquilla para caracterizarse y maneja una pequeña motocicleta. Se declara un amante del heavy metal, escribe cuentos y es lector de Foucault. Sin duda alguna es un delincuente ante la podrida y morbosa mirada del clero.
El fondo de este caso es la de doble moral que, de siempre, acompaña los actos de la iglesia católica.
En México abundan casos de sacerdotes protegidos por la alta curia tras cometer delitos de pederastia. Hombres de sotana que bendicen bodas de narcotraficantes y aceptan sus limosnas. Prelados aliados de corruptos gobernantes que disfrutan generosos manjares en actos privados. Líderes religiosos groseramente deshonestos, con vida de lujos ajena a la realidad nacional. Los más, personajes tibios que se desentienden de las necesidades del país.
Adolfo Huerta Alemán es una excepción a ese tufo desvergonzado. Un líder de su comunidad comprometido con sus semejantes, solidario, valiente. Lo conocí gracias a que presentó mi primer libro, Vivir en el cuerpo equivocado, en la Universidad Nacional Autónoma de Nuevo León. Es rarísimo que un sacerdote católico se preste a un acto así y más que defienda el derecho a no ser discriminado por el ejercicio de la sexualidad.
Hablamos de un hombre culto, abierto, querido por su cercanía con los feligreses de la parroquia “El Señor de la Misericordia”, con quienes come regularmente. Un líder transparente, linchado por negarse a “ocultar sus pecados”.
Paradójicamente, esta semana se dio a conocer que la santificación de Juan Pablo II, corrupto líder del Vaticano cuyo principal delito fue proteger a cientos de sacerdotes pederastas en todo el mundo, es prácticamente un hecho.
Al mismo tiempo, en las redes sociales circuló un video de un sacerdote católico masturbándose escondido bajo la vergüenza de su sotana. Es esa Iglesia de siempre, con cambios cosméticos, con un nuevo Papa que privilegia los protagonismos mediáticos pero conserva la anquilosada y podrida estructura del Vaticano. Por cierto, a la fecha no han puesto ante la ley ni señalado a todos los sacerdotes acusados de pederastia alrededor del mundo, casos firmemente documentados en investigaciones periodísticas y académicas.
Esa misma iglesia desprestigiada, venida a menos, que se escandaliza de un beso entre dos personas del mismo sexo pero continúa protegiendo a abusadores de niños. La misma que persiguió a científicos e indígenas, la creadora del exterminio de la Santa Inquisición y aliada de Francisco Franco. Esa misma que hoy se escandaliza del “Padre Gofo” pero aún cobija a figuras tan vergonzosas como Onésimo Cepeda y Norberto Rivera.
Es verdad, en muchos sectores de la población la Iglesia cada vez pierde más fuerza. Si bien la mayoría de los mexicanos sigue declarándose católico, no predominan quienes asisten regularmente a ceremonias religiosas y acatan a ciegas los mandatos del Vaticano.
No obstante, este vacío que ha dejado el clero lo han ocupado sectas destructivas mucho más nocivas, con pensamiento más reaccionario y prácticas peligrosísimas. Ahí están Los Defensores de Cristo, la Cienciología y Pare de Sufrir, por citar algunos casos. El mundo es muy complejo, las necesidades humanas más, y no dejan de florecer líderes siniestros que se aprovechan de ello para acumular riquezas y poder.
Lo cierto es que la posición de la iglesia ante el “Padre Gofo” es reflejo del pensamiento cristiano que aún conserva una nación oprimida por siglos por su cruel moral. La culpa, la represión de la sexualidad, la vergüenza y el silencio como el infierno morboso que esclaviza a la libertad individual.
Twitter: @juanpabloproal
www.juanpabloproal.com
P.D. El próximo jueves 11 de julio a las ocho de la noche presento mi libro Vivir en el cuerpo equivocado en la Pulquería Los Insurgentes, ubicada en el número 226 de Avenida Insurgentes, en el Distrito Federal. En esta ocasión me acompañan el cartonista José Hernández, el escritor Alejandro Páez Varela, el cantautor Armando Rosas y el periodista Alejandro Saldívar.
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