En su presentación de la reforma de hidrocarburos, Peña Nieto se pasó de listo, por el abuso francamente grotesco que hace de los dichos y maneras de Lázaro Cárdenas, para convencer a las izquierdas que se han expresado de muchas maneras contrarios a la reforma petrolera de Peña Nieto. Si pudiera probarse alguna semejanza alguna semejanza en el terreno de la política entre Peña Nieto y Lázaro Cárdenas, podría justificarse esa avalancha de citas de Peña Nieto en su iniciativa de ley, pero resulta que no hay nada más distante entre los dos mandatarios que sus políticas y su personalidad histórica y política. Que me perdone Peña Nieto, pero habrá que repetir que una personalidad en cualquier aspecto del proceder humano no se improvisa ni se acerca a otro por simples referencias literarias.
Lázaro Cárdenas se trazó una personalidad recia y nacional mucho tiempo antes y mucho tiempo después de la nacionalización del petróleo, que significó en México la segunda independencia del país, según se ha dicho. Desde luego es el gran realizador de los principales objetivos de la Revolución Mexicana; con la nacionalización del petróleo puso las bases para un desarrollo económico nacional e independiente de México; con la Reforma Agraria realizó en su esencia los sueños de Zapata y de muchos otros revolucionarios que habían luchado por la tierra en beneficio de todos, y con su política internacional se situó como un Jefe de Estado y un luchador incansable por la paz y la libertad de hombres y pueblos, es decir, su personalidad de héroe mexicano en la historia y notable constructor de la misma no se refiere únicamente a la expropiación petrolera, aunque esa decisión contiene uno de sus grandes méritos, sino a un conjunto de acciones y decisiones que trascienden con mucho tal o cual redacción de la ley constitucional que consagra la expropiación.
Por todo lo anterior resulta claro que las citas abusivas que hace Peña Nieto de Lázaro Cárdenas (por razones de “oportunidad” política, por no decir “oportunismo” político) no añaden nada a su personalidad ya como presidente y parte de la historia de México, sino que lo colocan en una situación de clara inferioridad respecto a Lázaro Cárdenas. Con la expropiación éste último llevó a cabo un hecho histórico que trascendió por entero al Tercer Mundo y dio luz a batallas análogas (recordemos la nacionalización del Canal de Suez, en 1956, de Gamal Abdel Nasser, de Egipto) por la independencia y conquista de la plena soberanía de países que habían sido sometidos, a veces durante décadas, por el colonialismo y el imperialismo de los llamados países “centrales”.
Enrique Peña Nieto=apertura al capital privado. Lázaro Cárdenas=el petróleo como propiedad da le nación. Enrique Peña Nieto: se da por vencido ante las presiones del capital globalizado y busca la forma de hacer llegar a los privados al negocio del petróleo mexicano. Lázaro Cárdenas: toma partido en favor del pueblo mexicano y de las luchas del Tercer Mundo por su plena liberación de las potencias imperiales (en la época principalmente de Estados Unidos y la Gran Bretaña), para asegurar para México el goce de la riqueza petrolera. En su tiempo batalla heroica y profundamente patriótica. Hoy Peña Nieto se deja vencer por el capital globalizado y por la presión de los más obvios capitales de dentro del país. Tal es la diferencia fundamental entre los dos personajes y no hay semánticas o referencias pertinentes a determinadas frases que modifiquen este hecho, esta realidad.
Pero es verdad, hay una cuestión en la que no deja de tener razón Peña Nieto: la necesidad de que se modifique, de que cambie Pemex y en general nuestra industria de los hidrocarburos. Ya que no es posible que siga igual: deteriorándose apresuradamente y siendo fuente de enormes enriquecimientos ilícitos, de verdaderos saqueos a la industria, como se ha visto a lo largo de los años. Siendo simplemente Pemex la caja chica del gobierno mexicano, sin que se especifique nunca la utilización y aplicación real de la renta petrolera.
El problema es que la salida que encontró Peña Nieto es muy probablemente una salida falsa. ¿Existirá una real rendición de cuentas y un control efectivo de los participantes, o simplemente, como acostumbran, se llevarán las tajadas más grandes del pastel, otra vez engañado el pueblo de México con el señuelo de que a mayor competencia precios más favorables al consumidor (¿ahora incluso en la electricidad)? Eso mismo se nos dijo y repitió ad nauseam cuando se privatizaron los bancos y el teléfono, inclusive cuando se permitió venderlos a bancos o compañías extranjeros. ¿El resultado? Servicios bancarios mucho más caros y mediocres ahora que en su tiempo nacional, y transferencia al extranjero de enormes sumas que México sólo ve escurrir entre sus dedos. Es decir, enorme saqueo sin freno y sin sentido.
Y tal es precisamente uno de los ángulos que llevan a muchos mexicanos a oponerse a una transformación de Pemex como la que propone Peña Nieto, en que se modifican los artículos 27 y 28 constitucionales, y que abren los hidrocarburos al capital privado, incluso extranjero!! Tal es una cuestión central, porque después ¿cómo se les frena o acota? Resulta prácticamente imposible, ¿O no es así? Cuando entra el capital privado a algún sector de negocios a codazos amplía su espacio y lo mantiene. La experiencia mexicana es inagotable al respecto.
Desde el punto de vista de la izquierda, que se opone mayoritariamente a la propuesta de Enrique Peña Nieto, habría sin embargo que reconocer que no ha sido capaz, hasta ahora, de formular una vía alternativa realmente sólida para la explotación racional y efectiva de la riqueza en México de los hidrocarburos, y en beneficio del pueblo. ¿Llenará estos requisitos en estos días en la presentación del proyecto de reforma que ha prometido, con la presentación de Cuhautémoc Cárdenas y del PRD, sin modificación de los artículos constitucionales mencionados antes. Ojalá sea así. Es importante que la izquierda diga NO airadamente cuando se le pretende despojar o limitar, pero también es indispensable que formule alternativas para salir de un impasse como el que presenta la actual industria de los hidrocarburos en México.
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