miércoles, 17 de diciembre de 2008

El lado oscuro de la FIL


JUAN JOSé DOñáN

En sus 21 años de existencia y aunque a primera vista parezca "impecable y diamantina" como la patria, según el poeta, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara ha sido también un fraude. Bajo su pulida y engañosa superficie abundan componentes fraudulentos que se disimulan entre cosas meritorias que, explicablemente, son aplaudidas por muchas personas. Y así como la luna tiene su cara oscura, la FIL tiene así mismo su lado ídem.
Esa parte nada luminosa la conocen mejor que nadie los organizadores de este evento (las autoridades de la Universidad de Guadalajara, con el exrector Raúl Padilla a la cabeza), expertos en prácticas fraudulentas y en manejar una universidad pública según sus intereses particulares. A continuación, algunos ejemplos de este singular estilo de promover la industria editorial, la lectura y las manifestaciones artísticas e intelectuales, un estilo en el que no han faltado ni las chapuzas ni el derroche presupuestal ni el clientelismo ni la compra de voluntades.
Los dirigentes de la UdeG llevan años repitiendo que la FIL es "autofinanciable", que no gravita sobre el presupuesto de la casa de estudios, pero los hechos demuestran lo contrario. Hacia la segunda mitad de los noventa, los escuetísimos pero no por ello menos contradictorios informes financieros oficiales de la FIL provocaban suspicacias entre los mismos fans de la feria librera, pero el inamovible presidente de ésta (el mencionado exrector Padilla) tuvo que reconocer (Reforma-Jalisco Semanal, 24 de noviembre de 1997) que su "autosuficiente" empresa parauniversitaria no habría podido arrancar sin el subsidio estatal otorgado en 1987 y 1988 por el entonces gobernador de Jalisco, Enrique Álvarez del Castillo, quien entregó a fondo perdido 3 mil millones de viejos pesos.
Agregó también que "los primeros años" de su rectorado (1989-1995), él apoyó financieramente a la FIL; para fines de su gestión, dijo, la feria librera ya era autofinanciable. Sin embargo, cuando se revisó la cuenta 1998 de la UdeG, los auditores enviados por la Cámara de Diputados constataron que tanto la feria del libro como las otras empresas parauniversitarias seguían subsistiendo a costa del presupuesto universitario, de los recursos fiscales que tanto el gobierno federal como el de Jalisco entregan, en proporciones parecidas, a la casa de estudios. Desde entonces quedó claro que la cacareada autosustentabilidad financiera de la FIL no pasaba de ser una leyenda urbana chafa, en la que sólo podían creer ingenuos y desinformados.
En otras palabras, la FIL se ha hecho, sostenido y "prosperado" a golpe de chequera, echando mano directamente del presupuesto y de la nómina de la universidad pública de Jalisco, con recursos carranceados al renglón esencial: la educación. Pero la feria también ha absorbido tajadas presupuestales de otros organismos e instituciones oficiales: el gobierno de Jalisco, los ayuntamientos de Guadalajara y Zapopan, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Fondo de Cultura Económica, la banca oficial y numerosas dependencias públicas. La FIL es, ha sido y no se ve cómo pueda dejar de ser una empresa altamente presupuestófaga, hasta el extremo de que sin el dinero del erario sencillamente no podría existir ni siquiera ahora, cuando tiene un considerable rebote social, que en buena medida es inducido y exagerado por la parte interesada: la cohorte de padillistas y padillófilos.
Pero el lado oscuro no se limita a la tenebrosa parte financiera, que desvía recursos públicos con el "civilizatorio" pretexto de estar apoyando el libro y la lectura. También tiene que ver con el clientelismo político, la demagogia intelectual, un filantropismo huero y una de las grandes especialidades del grupo de poder que maneja la UdeG: la probada y comprobada experiencia tanto para dar gato por liebre como para el cinismo.
Así, se ha tratado de presentar a la FIL como un medio para promover la lectura, sobre todo entre las nuevas generaciones, cuando se ha demostrado que tal afición no se adquiere en ferias multitudinarias e histéricas, pues es un fenómeno mucho más sutil, de fraguado lento, que surge en ámbitos más sosegados: en la familia, cuando la biblioteca doméstica es algo más que parte de la decoración de la sala y los libros un medio que no sólo sirve para las tareas escolares, y también en las aulas, siempre que aparezca en ellas el mentor adicto a los libros y no el chambero anclado en lo que marca el programa educativo oficial.
Más que para promover la lectura y relanzar la industria editorial, la FIL ha servido para que sus organizadores compren voluntades, contrarresten e inhiban críticas al grupo político que maneja la UdeG. También ha funcionado para defender, apuntalar y ensanchar los intereses creados de dicho grupo. A lo largo de más de 20 años, el acontecimiento librero y muchas de las actividades relacionadas con él han sido aprovechadas por los jeques universitarios para halagar a escritores, intelectuales y comunicadores, especialmente a aquellos que tienen mayor renombre.
En el amplio y seductor repertorio de mimos, coqueteos y masajes al ego, concebidos para el halago de algunos de nuestros cocos pensantes, se pueden enumerar homenajes, preseas, reconocimientos, grados académicos, banquetes, paseos, invitaciones para formar parte del jurado de equis premio, o para dictar equis "conferencia magistral", o para impartir un curso dentro de la Cátedra Julio Cortázar. En esta última, por ejemplo, sólo pueden participar los amigos de Carlos Fuentes, pues dicha cátedra se sostiene con la beca vitalicia que el gobierno de Carlos Salinas de Gortari otorgó al autor de La región más transparente; y también con la que le fue concedida a perpetuidad a Gabriel García Márquez por el gobierno donante que declaró al novelista colombiano como otro más de los "creadores eméritos mexicanos".
Es precisamente la relación clientelar entre Fuentes y el exrector Raúl Padilla la que explica que la UdeG haya subsidiado, en 1993, un par de homenajes internacionales al primero: uno de ellos en Brown University (en Rhode Island, Estados Unidos) y el otro en Paraninfo de la propia UdeG. Este año, Fuentes volvió a dobletear a expensas del presupuesto de la misma expoliada casa de estudios al ser elegido por Padilla para que inaugurara uno de los más recientes desfiguros de la UdeG (la pretensión de abrir una sucursal de ésta en Los Ángeles, California), y sobre todo con el patrocinio, por más de 5 millones de pesos, del fraudulento remedo de ópera Santa Anna, para el que Fuentes escribió el libreto y escogió al compositor (el cubano José María Vitier), y cuyo resultado fue una pretenciosa y aburrida revista musical, producida para celebrar los 80 años del novelista.
Al cuestionársele sobre el desmesurado subsidio que las autoridades de la UdeG destinaron a esta obra, el rector sustituto de la UdeG, Marco Antonio Cortés Guardado, un padillista que como el famoso can de la RCA Victor no hace sino repetir la voz del amo, salió con su domingo siete: "No es necesario justificar el gasto de la ópera [de Fuentes, pues ésta] se justifica por sí sola" (Público, 12 de noviembre de 2008). Todos estos ribetes de abuso, cinismo y desvergüenza forman parte del lado oscuro de la FIL, la cual también tiene su lado rosa.
Este último es aportado tanto por la ramplonería de muchos chicos de la prensa, que acríticamente ensalzan a la FIL y confunden "lo grandote con lo grandioso" (Ibargüengotia dixit) como por la cursilería de autoridades de la UdeG: la FIL 2008 se dedicó a Italia, el país "de los pinceles sublimes" (Raúl Padilla); un país del que han brotado "chispas de luz de nuestra inteligencia" (Marco Antonio Cortés Guardado), etcétera.

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