“Hacer todo lo que sea necesario” para recuperar las economías del planeta es el gran acuerdo de los veinte Estados que representan el 80 por ciento de la economía mundial. No es poca cosa que se hayan reunido tan poderosos personajes pero tampoco lo es que la crisis en curso haya golpeado a todos los países.
La conclusión no tiene peso económico más que por cuanto el fortalecimiento del FMI y el Banco Mundial –instituciones formadas para otra época y para otra situación–, lo cual tiene por objeto garantizar que los países con problemas de pago cuenten con dinero suficiente para pagar, es decir, que los pobres no dejen de cubrir sus obligaciones con los ricos mediante nuevos préstamos que algún día tendrán que pagar. México ya lo ha hecho, sin necesidad alguna, al anunciarse que hay en el FMI 45 mil millones de dólares para ser usados si acaso la situación lo hace inevitable, lo cual, por cierto, tranquilizó un poco al mercado cambiario, por ahora.
En cuanto a la cancelación de los paraísos fiscales –demanda de los gobiernos de Francia y Alemania— se espera una regulación, cualquier cosa que tal expresión indique, pero de seguro que van a seguir existiendo. Parece que Brown siguió el texto convenido de “la era del secreto bancario ha terminado”, pero agregó de su cosecha una exageración: “Esto es el principio del fin de los paraísos fiscales”. No es fácil que lo del secreto bancario se lo vayan a tomar muy en serio los financieros de la ciudad londinense, los parlamentarios franceses y los banqueros suizos, para no poner énfasis en los financistas del gobierno mexicano. La verdad es que el capitalismo no puede ser reformado –nunca lo fue— sin movimientos sociales y políticos poderosos, capaces de obligar a los Estados a entrar en negociaciones serias.
En realidad, Obama no logró lo que se propuso: inversión pública en Europa a costa de un mayor déficit público. Pero tampoco México se sintió presionado por el mandatario estadunidense, pues Calderón no ha dicho nada sobre la exigencia de aumentar el gasto gubernamental en infraestructura productiva.
En realidad, es natural que no haya acuerdo sino sólo líneas de entendimiento sobre puntos concretos. La intervención del Estado en la economía no es poca cosa para las derechas de todos los países. Mientras el llamado mercado no puede eludir su responsabilidad en la crisis actual y los grandes excedentes de capital han sido sin duda los generadores principales de la recesión y la bancarrota de bancos, las derechas no quieren que el Estado perturbe el capitalismo, aunque plantean que éste funcione bien. Ah, los paraísos fiscales son el problema, dice Sarkozy, lo que no es cierto en general pero sí lo es en alguna medida.
En cuanto a regular los riesgos, la verdad es que eso sí tendrá que hacerse pero sería una decisión de doble filo, que crearía inspectores tanto sobre los grandes fondos como sobre préstamos a las pequeñas empresas.
Hemos tenido una cumbre llena de fotos y con magros resultados, pero eso ya lo sabía todo mundo, digo, el mundo.
pgomez@milenio.com
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viernes, 3 de abril de 2009
G-20 ante el mundo
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