sábado, 23 de octubre de 2010

¿Cuál PRD?; ¿Cuál izquierda?

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

“O se salva en el 2012 o se muere el PRD”, afirmara con todo desparpajo (o desverguenza) el diputado local veracruzano Manuel Bernal, en rueda de prensa.

No se a que PRD se refiera el Sr. legislador y lider vitalicio de una amplia agrupación que, por el origen humilde y un sinnúmero de necesidades no satisfechas que les agobia, tiene presencia en las más excluidas colonias de la capital veracruzana.

¿Al PRD azul de los chuchos? ¿Al PRD negro amarillo de Marcelo Ebrard? ¿Al PRD rojo y amarillo de López Obrador? O al cadáver insepulto que por sus malos olores es objeto de repulsa en Veracruz.

Es difícil saberlo a ciencia cierta. Son tantas las corrientes, tribus, grupúsculos, capillas de dogmáticos conspiradores, y una bien engrasada maquinaria de oportunistas y vividores que conforman a un partido político que, tras un mal parto, padece endémica deformación, que identificar a unos u otros resulta ya, para todos, titánica tarea. Más fácil resultaría preguntarle al propio legislador que especificara a cual PRD se refiere y en que tribu milita, para salir de dudas. Su respuesta podría dar luz sobre el difunto que en el 2012, dice, resucitará de entre los muertos, por obra y gracia de Calderón Hinojosa, o ya, en definitiva, se le da cristiana sepultura por ya no responder a los intereses de la partidocracia en el poder.

En este espinoso caso del zombie perredista, el ex diputado local, Uriel Flores Aguayo, en un apretado texto, pretende sintetizar lo que a su juicio da lugar a la actual crisis de la izquierda en México; enfatizando que si bien, a pesar de su divisionismo crónico siempre ha tenido la esperanza de un futuro mejor, “ahora pareciera que la lucha es entre los defensores del cascarón y los que levantan machetes para cortarles las cabezas a los infieles”, concluyendo que la crisis de la izquierda mexicana tiene que ver, sobre todo, con la conducción del PRD y la candidatura presidencial del 2012.

Planteamiento que a mi modesto entender, contribuye a generar una aún mayor confusión. ¿Quiénes son los infieles a descabezar? En el caso del “cascarón”, ¿estamos hablando de un vaso medio vacío o del vaso a medio llenar?

A mi juicio no es aceptable su análisis. Se justifica, por su juventud, no habiéndole tocado vivir la etapa en la que militar en la izquierda en México bajo las banderas del ideal socialista, representaba una forma de vida, con reciedumbre en principios y valores, no pocas penurias económicas, sacrificio personal y familiar y, por cierto, se pagaba con persecución y carcel, en el mejor de los casos.

Confunde a la izquierda en México, de una muy larga data de lucha en la clandestinidad y, aunque dividida por diversos enfoques, corrientes, apego a Stalin o Trotsky, simpatía con la burocracia sovietica, china o cubana, organizada en capillas de notables o pequeños partidos de cuadros, se coincidía ideológicamente en sustentar teoría y praxis en la lucha por el socialismo.

Lo que el ex legislador y dirigente perredista, conoce y se refiere como “izquierda en México”, es hoy otra cosa muy diferente. Integrada en sus inicios por lo ideológicamente más atrasado de las corrientes “socialistas” y “comunistas” del país, acogiéndose a la reforma electoral, acepta renunciar a la lucha por el socialismo y competir electoralmente bajo las reglas de su tradicional enemigo de clase; sin más bagaje ideológico que un reformismo pragmático y populista. Deja de ser expresión de la izquierda auténtica y, tras varios reacomodos de corrientes y tribus clientelares, termina por ser el Partido de la Revolución Democrática que todos conocemos.

La ideología socialista deja de ser amalgama enriquecedora, sin nada que le sustituya. El oportunismo, pragmatismo y corrupción, inscritas en las reglas del juego electoral oficial, se encargan de minar, dividir y acelerar la muerte del recien aceptado socio incómodo. A lo largo de su breve existencia, el PRD ni es partido de cuadros ni partido de masas. Es apenas un mazacote, sin pies ni cabeza, tan clientelar y corrupto como sus homólogos y, de paso, la expresión más débil de la trilogía que, conocida ya como “partidocracia”, desde el Congreso de la Unión y las gubernaturas estatales está hundiendo al país. Asumiéndose a conveniencia como palero del mejor postor. Con la salvedad de que una cosa es la militancia de buena fe y otra, muy diferente y nefasta, la prostituida cúpula conductora a la que se refiere nuestro buen amigo Uriel.

La competencia entre Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, con vías al 2012, no propicia la división al interior del PRD. Además de su fragmentación de origen, la fractura que hoy se expresa entre los antagonismos de los cuadros de dirección, a favor o en contra de las alianzas con el PAN, ya estaba dada de antemano. Después del 2006, la corriente mayoritaria de “los chuchos” se arregló con Calderón Hinojosa de espaldas al partido. Hoy día tenemos a un PRD partido en dos, el azul, de la corriente dominada por Jesús Ortega y su cercana cofradía, controlado por la derecha, y el de los tan irreverentes como ingenuos seguidores de Andrés Manuel López Obrador, que hacen mucho ruido pero aportan muy pocas nueces a la vida democrática y recuperación del partido.

Unos y otros hacen su propio juego. Marcelo Ebrard simplemente está prestándose, pragmáticamente, en su calidad de Jefe de Gobierno del Distrito Federal, al juego de “los chuchos”, más por razones de gobernabilidad de una de las urbes más complejas del mundo, que por aspiraciones viables a la candidatura perredista para la contienda por la presidencia de la República. Sabe bien y a eso me atengo en mi juicio, que su presunto competidor, o recupera la conducción del PRD en el 2011, o lo manda al diablo, llevándose consigo a la militancia que le apoya. Sin ideología definida ni compromiso programático, el pragmatismo manda.

Y eso, con perdón del diputado Bernal, no tiene relación con la aún lejana elección presidencial, cuyos resultados dependen de lo que, a juicio de los poderes fácticos, estos consideren como su mejor camino para el México a que aspiran. Es apenas un indicio del grado de descomposición que guarda nuestro sistema de partidos políticos y la democracia representativa en México. La crisis que vive éste reventará por el eslabón más delgado, el PRD.


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