lunes, 15 de noviembre de 2010

El Estado mexicano debería dar recursos a las iglesias, afirma la Aquidiócesis en Semanario

"Viéndonos democráticos y constitucionales, las leyes permitirían este tipo de apoyo", señala

MAURICIO FERRER

El Estado mexicano debería proveer de recursos a las iglesias, así lo expresa la Arquidiócesis de Guadalajara en su edición de hoy de Semanario, su publicación dominical.

“Es más, el Estado, aunque esto no sucede en México, debería proveer de ciertos recursos a la iglesias, porque los que las forman son parte de su ciudadanía, que ofrece a sus gobernantes diversos impuestos para que los administren en beneficio de su desarrollo integral. Al hablar de desarrollo integral de las personas, estamos hablando también del aspecto espiritual. A la postre, de acuerdo a nuestra situación, es mejor seguir el modus operandi actual, pero viéndonos democráticos y constitucionales, las leyes permitirían este tipo de apoyo, del que ya mejor no abundamos”, destaca el arzobispado tapatío en la editorial titulada “Ni estado eclesial ni iglesia política”.

En el texto, la publicación alude al artículo 130 de la Constitución mexicana que marca la separación entre estado e iglesia.

“Esta separación nos conviene a todos, y así es como la proclama también la Iglesia católica. Si ya está señalada en la Constitución, y todos la entendemos, ¿para qué pelear con esta separación? Es decir, separación no es confrontación, y para algunos es lo equivalente”, se aprecia en Semanario.

Pero según el órgano religioso de difusión, dentro del Estado se encuentran las iglesias y, por ello, éstas pueden expresar sus opiniones respecto de la vida pública pero “sin querer determinar quiénes deben ser los gobernantes”.

Cuando se confunden los ámbitos de acción de ambas partes, según la Arquidiócesis de Guadalajara –que toma como argumentos los del especialista Jorge Adame Goddard, de la UNAM– el resultado es que “el poder político se absolutiza, de modo que reclama del ciudadano una subordinación sin condiciones y sin ninguna posibilidad de crítica (así, el Estado lo es todo, él es el autor y gestor de todo bien y no admite crítica alguna que no provenga de sí mismo –tipo Distrito Federal; esto es nota nuestra–)”.

“Sin la distinción entre el orden temporal y el orden espiritual religioso, el orden jurídico se convierte en la única regla de la conducta humana, en un orden absoluto que desconoce la libertad y la dignidad natural del ser humano”, concluye.

Fuente: La Jornada de Jalisco
Difusión: Soberanía Popular

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