lunes, 21 de marzo de 2011

Desastre nuclear


En abril de 1986 explotó la central nuclear de Chernóbil en territorio de la antigua Unión Soviética. Cientos de personas de la región, incluyendo trabajadores, murieron inmediatamente a causa de la radiación liberada, decenas de miles fueron tratados por afectaciones a su salud, todavía muchos más padecen en la actualidad de cáncer, mutaciones, alteraciones genéticas y un gran número de enfermedades propias de ese tipo de contaminación. La nube radiactiva se elevó a kilómetros de altura sobre Europa dejando caer su carga de muerte sobre todo ser vivo; a su paso por Inglaterra, a causa de la lluvia, se depositaron grandes cantidades de radiación en el suelo. Posteriormente el gobierno mexicano, mediante la empresa Conasupo, siendo director Raúl Salinas de Gortari, importó leche radiactiva producida por las vacas que infortunadamente consumieron el pasto contaminado, y se entregó para la alimentación de sectores populares. Ése es el tipo de riesgo nuclear que niegan los promotores de esa industria.

Chernóbil funcionó hace 25 años como un disparador en las conciencias de numerosos mexicanos. Académicos ligados a la física, química, medicina, la biología y las cuestiones sociales, de inmediato advirtieron de los riesgos que se corrían por la próxima operación de la central nuclear de Laguna Verde, ubicada en la costa veracruzana a menos de 100 kilómetros en línea recta de Xalapa. Se ofrecieron numerosas evidencias de otros accidentes nucleares, como el de Isla de Tres Millas en EU, en centrales de Francia, incluso en Japón. Sin embargo los directivos del proyecto nuclear mexicano y el gobierno se empeñaron en descartar todo perjuicio futuro en la población. Mediante una intensa campaña propagandística, amenazas y corrupción, se desmovilizó la protesta ciudadana, que para entonces había incorporado a amplios sectores de agricultores, ganaderos y la población en general de buena parte de Veracruz y los estados vecinos.

Contra las afirmaciones gubernamentales, a 20 años de la generación de electricidad en Laguna Verde, la afectación a la población ha brincado la censura oficial. Sin embargo a manera de broma las autoridades encargadas de velar por la salud atribuyen los cánceres y malformaciones de los habitantes aledaños a esa región costera al estrés y al alcoholismo. En lugar de investigar con la instrumentación adecuada, los políticos prefieren soltar la barrabasada propia de su formación social y científica. Ante el desastre nuclear en Japón, el encargado de la Comisión de Seguridad Nuclear y Salvaguardias, el ingenirto Juan Eibenschutz, férreo promotor de la energía nuclear, dice que la prensa magnifica el daño en las nucleoeléctricas japonesas. En su opinión se deben enfocar hacia los efectos del tsunami y olvidar la radiación escapada desde las centrales colapsadas. También, los empresarios gringos fabricantes de la tecnología demandan no preocuparse por los daños y piden continuar con la expansión de la energía nuclear. Estos personajes desdeñan los daños al ambiente y la vida, sólo les interesa el supuesto progreso técnico y la expansión de los negocios asociados a esta industria. Se pierde dinero, la gente no importa, la ganancia sí.

Japón es de los países más nuclearizados. A raíz de su carencia de fuentes de energía, desde los años 60 apostó por la instalación de centrales nucleares. 30 por ciento de su electricidad tiene su origen en el calentamiento de agua mediante la fusión del núcleo del átomo. En los comienzos de la energía nuclear, científicos e industriales aseguraron las plantas nucleares representaban el progreso, no contaminaban y eran completamente seguras, estaban diseñadas para soportar tifones, sismos y lo que fuera. Lo más sólido dentro de lo sólido, igual que Laguna Verde. Para desgracia de la humanidad no es verdad y las centrales nucleares se han convertido en una seria amenaza para la estabilidad de las naciones y la salud de la población. Como muestra la experiencia japonesa, la radiación liberada por los reactores descontrolados en la central nuclear de Fukushima podría llevar a una de las naciones más desarrolladas y ricas a una hecatombe sin precedentes y que parte de su territorio se vuelva inhabitable.

Conmueve leer que se sugiera a los habitantes de 30 kilómetros alrededor de los reactores colapsados que cierren puertas y ventanas y casi dejen de respirar, como si la radiación se detuviera ante esa barrera. Las agencias informativas dan cuenta que la radiactividad ambiental de Tokio, distante a 250 kilómetros, se ha incrementado 40 veces. Como sucedió con Chernóbil y en muchos accidentes nucleares, la radiación se dispersa libremente por la atmósfera y afecta a todo tipo de objetos, agua, alimentos y los seres vivos. La contaminación radiactiva ni su grado de afectación se pueden determinar a simple vista, se exige instrumentación específica. Habrá que ver en años los efectos en los 40 millones de habitantes de la región de Tokio y sus alrededores, si no es que en todos los habitantes de ese país y en todo lo que denominamos seres vivos y ambiente. Y las consecuencias no paran ahí. Habrá qué estudiar cuál es el nivel de radiación en las televisiones, autos, pantallas, ipods, todo objeto producido en suelo nipón. La pesadilla apenas empieza.

En México el gobierno prefiere cerrar los ojos ante la advertencia y avala la seguridad de funcionamiento de la central nuclear de Laguna Verde. Claro, no se dan explicaciones cómo allá pudo darse un desastre de tales dimensiones y en nuestro país no puede ocurrir un sismo, una marejada, huracán o error humano que provoque un accidente nuclear. Eibenschutz es dado a equiparar la caída de un avión, la fundición de un fusible casero y afectar a 100 o 200 personas, con los accidentes nucleares. Omite decir la desgracia en un avión o el apagón en una casa son de alcance limitado, el accidente en una central nuclear es otra cosa. Ni siquiera se atreven a admitir que ambas centrales, Fukushima y Laguna Verde, son iguales. Un accidente en Laguna Verde provocaría la muerte de miles de personas, la radiación alcanzaría el DF, una distancia similar entre Fukushima y Tokio, y dejaría yermo el centro del estado de Veracruz por los siglos de los siglos.

Lo que son los negocios y la soberbia humana.

plizor@yahoo.com.mx

Fuente: La Jornada de Veracruz

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