viernes, 15 de abril de 2011

Las narcofosas



EDUARDO GONZÁLEZ VELÁZQUEZ

Las escenas son dantescas. La cantidad de cadáveres no parece tener fin. Las narcofosas irrumpen por doquier. Atraen la atención allende nuestras fronteras. Se ensancha la geografía nacional donde hombres y mujeres, luego de haber sido levantados, torturados y asesinados, son enterrados clandestinamente. Se les niega la dignidad de la última morada. Asistimos a la transmutación del terror: los desaparecidos de ayer, hoy se contabilizan como asesinados. Las prácticas de los sicarios se redimensionan. Cruzan el umbral de lo imaginable. El desconcierto de las “autoridades” nos deja pasmados. El miedo inunda a la sociedad ante la falta de capacidad y voluntad política del “gobierno” para terminar con el flagelo de la violencia que erosiona todo intento de respuesta social. Los entierros clandestinos que estos días irrumpieron en la escena nacional muestran una cara más de la descomposición social a la que se ha llegado en el marco de la guerra contra el narco. Frente a las decenas de cadáveres encontrados en Tamaulipas, Sinaloa, Chihuahua y Coahuila, irrumpen estrepitosas las preguntas: ¿cuántos de los miles de desaparecidos de este sexenio permanecerán en silencio en alguna fosa clandestina? ¿Cuántos padres o madres de los 12 mil menores huérfanos por la violencia en Ciudad Juárez estarán bajo tierra sin poder escuchar el grito ensordecedor de los menores que llevan su sangre?

Quizá las tumbas furtivas vengan a recordarnos que nuestro país se encuentra en un lugar parecido. Un lugar donde domina el miedo, el silencio, la oscuridad, la impunidad y la incertidumbre frente a un futuro que no logramos construir, y que la vorágine de la violencia condena a la ignominia. Hasta nuestros muertos terminan en la clandestinidad. Por lo tanto, los macabros hallazgos no deben abordarse desde la lógica policiaca o militar; no es un asunto de “ajuste de cuentas”: las narcofosas son claras manifestaciones de la barbarie que deja a la sociedad inerme frente al poder del crimen organizado y la incapacidad del “gobierno” para enfrentarlo.

Frente a la indignación nacional por la ola de violencia, Felipe Calderón utiliza la confusión en sus piezas oratorias, lanzadas a los auditorios a modo, para defender su “estrategia” contra el crimen organizado. Para el inquilino de Los Pinos “las manifestaciones populares en contra de la violencia no deberían de ir en contra de su gobierno o del Ejército, sino contra la delincuencia organizada, porque son ellos los que asesinan, secuestran, extorsionan y los que tienen asolada a gran parte de la sociedad y del territorio nacional”.

De nueva cuenta Felipe Calderón es insensible a los reclamos de la ciudadanía agraviada. Desde luego, que la mayoría de los 40 mil asesinatos que se han contabilizado en lo que va del sexenio no han sido perpetrados por las fuerzas del “orden”, sin embargo, es debido a la falta de capacidad del “gobierno” para terminar con los cárteles de la droga lo que potencia las carnicerías cotidianas en la geografía nacional. La disputa por el control de las plazas se debe a la ausencia de “autoridades”, y en ocasiones, al maridaje entre gobernantes y criminales. La incursión de jóvenes en las bandas del crimen es producto de la falta de oportunidades escolares y laborales. El poder económico de los narcotraficantes crece al amparo de una legislación incapaz de frenar el lavado de dinero y así atacar de manera frontal el corazón financiero del crimen organizado. El nivel en el consumo de drogas ilegales en México aumenta peligrosamente cada año como consecuencia de la falta de políticas de salud pública.

Nuevamente Felipe Calderón mira y habla de un México que millones de ciudadanos no logramos aprehender. Un México que sólo habita al interior del cerco militar que acompaña al jefe del Ejecutivo por su diario andar. Felipe Calderón no debe confundirse, no debe engañar a los ciudadanos, su “gobierno” es responsable por comisión u omisión del clima de violencia e inseguridad que sufrimos todos los habitantes de este país. Es harto necesario ya no insistir en la estrategia militar como el método para terminar con la delincuencia, y menos aceptar la propuesta del Ejército mexicano de suspender las garantías ciudadanas para que el Ejecutivo pueda enfrentar con éxito” esta lucha. Frente a este panorama, por momentos tan desolador, no es gratuito que esta semana de nueva cuenta se hablé en los círculos de poder cercanos a la Casa Blanca del Estado mexicano como un “Estado fallido”, y se piense en la posibilidad de enviar tropas estadunidenses a nuestro país, con el propósito de terminar con el “clima de inseguridad” que tenemos. En la medida que el “gobierno” calderonista continúe renunciando a su responsabilidad y obligación de brindarnos seguridad, el vacío de poder que se genera a consecuencia de ello puede ser aprovechado no sólo por el gobierno de Washington, sino por el crimen organizado.

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Fuente: La Jornada de Jalisco

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