martes, 24 de mayo de 2011

La subespecie “clase política”


LEOPOLDO GAVITO NANSON - LUNES, MAYO 23, 2011

Alguien dijo que la única ventaja de jugar con fuego es que aprende uno a no quemarse. Felipe Calderón tiene más de cuatro años con el juego del soldadito; vistos los resultados hay razones sobradas para afirmar que tiene problemas serios de aprendizaje. Por el contrario, salvo contadas excepciones el tono constante en el Presidente para hablar de los aspectos de su guerra ha sido la frivolidad. Desde aquel memorable diagnóstico presidencial forense al inicio del sexenio que punto menos decretó la muerte por indigestión de la indígena de Soledad Atzompa, Ernestina Ascencio, violada por soldados, hasta los penosos shots de tequila para turistas de hace unos cuantos días, justo en vísperas de que Javier Sicilia anunciara que el próximo 4 de junio iniciarán desde Cuernavaca una Caravana Nacional Ciudadana por la Paz con Justicia y Dignidad con destino a Ciudad Juárez, ciudad del horror y la orfandad.

Y es que aunque el gobierno oculte y minimice con instrucciones a embajadas y consulados, las noticias del desastre trascienden. Organizaciones civiles estadounidenses se adhieren a la caravana y arribarán desde aquel país a Juárez.

El presidente Felipe Calderón y sus colaboradores, creyentes obsesos, se niegan a aceptar la realidad rotunda. Y lo hacen al grado del absurdo. Ante una realidad en casi todo aspecto adversa, el gobierno opta por negarla.

La semana pasada la directora del Instituto Politécnico Nacional (IPN) hizo varios señalamientos que describían la realidad adversa del país. Entre ellos el de que la educación es el camino para erradicar de raíz la violencia y que para ello las mejores armas son el crecimiento económico, la seguridad y el empleo. Que la pobreza y la desigualdad permanecen como gran rezago y que frente a ello el Estado se encuentra obligado a comprometerse con los más grandes esfuerzos. Criticó la forma peyorativa de referirse a los jóvenes sin empleo y escuela “que deberíamos, por vergüenza, desterrar del lenguaje público”. El absurdo imbécil de pagar por formar cuadros de alta calidad que no encontrarán trabajo y terminarán en el subempleo o la economía informal.

Uno por uno, cada señalamiento fue rebatido por el presidente Calderón. Dijo, por ejemplo, que hace 70 años, cuando se fundó el IPN, 70 por ciento de la población vivía en pobreza extrema. Que de los 39 millones de miserables que eran ahora sólo son 18. Que 70 por ciento de los egresados del IPN se incorporan “de inmediato” a la vida productiva, tasa que no tienen muchas instituciones ni públicas ni privadas. Insiste el Presidente con ello en que, en efecto, esto es un problema de percepción. Y sí, el problema es su percepción a contrapelo de la realidad. Ese mismo día la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) había señalado el imperativo de reducir subsidios. Frente a la ceguera gubernamental fue el doctor Narro quien puntualizó que no se trata de quitar o poner impuestos, sino de revisar integralmente las políticas gubernamentales, los sistemas fiscales, y la distribución del ingreso, e incluso la aplicación de sus programas sociales, “el País no puede seguir como va”, concluyó el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México en su respuesta a los lineamientos de la OCDE y por extensión a la amable visión que de su desempeño tiene el Presidente. Sus propios colaboradores, un poco menos contaminados por verdades axiomáticas que no resisten la mínima revisión, y dogmas. El subsecretario de Hacienda, en un alarde de osadía burocrática dijo que el desempeño de la economía en los últimos años ha sido claramente insuficiente para revertir los rezagos en el bienestar de la mayoría de la población. A pesar de lo que se desgañita Felipe Calderón en demostrar lo contrario.

Pero el Presidente vuelve a mostrarse de cuerpo entero como un hombre lejano e insensible al dolor que ha desatado. Viajó a Estados Unidos y en el marco de la Cumbre Mundial de Viajes y Turismo, habló de las bondades y la seguridad de los paradisiacos destinos turísticos mexicanos. Los turistas pueden estar y dormir tranquilos en tierras mexicanas porque, de nuevo estadísticas, los delitos graves que han sufrido “equivale al 0.001 por ciento”.

Ante la imposibilidad de cambiar la percepción de los mexicanos obstinados en toparse con cadáveres, Calderón se dirige directamente al auditorio norteamericano. En menos de seis meses ha ido tres veces a Estados Unidos para cambiarles la percepción porque, según su decir, la criminalidad sólo impacta en algunas zonas del norte. Con un sentido del humor más bien patético, el Presidente dijo en una televisora que lo entrevistaba que los únicos “shots” (disparos) que recibían los turistas norteamericanos son de tequila, para subrayar su dicho de que la violencia no afecta al turismo. Frivolidad obscena.

Así, la percepción del Presidente es que somos punto menos que un país en paz. Los hay quien viven una violencia demencial fortuita, pero son casos irredentos de percepción pesimista y parcial. Como la de los xalapeños luego de los hechos de ayer. O el inexplicable pesimismo de los residentes mexicanos en Estados Unidos que abiertamente hablan de su miedo por viajar en carreteras mexicanas para visitar a sus familias. Luego el Presidente dijo en Las Vegas que la clave es pegarle duro a los delincuentes, sean chapos, zetas, equis o yes, y si para ello tiene que emplear a las fuerzas armadas, insistió: lo voy a seguir haciendo para limpiar las carreteras. Hasta ahí da su pensamiento estratégico, pegar duro. Sería inapreciablemente útil un esfuerzo de abstracción adicional dirigido a definir en dónde pegar duro. Dónde es el punto débil en el que pegar duro puede significar ganar. Esa es la idea del uso de la fuerza del Estado. De lo contrario es usar al Ejército como mero grupo de choque más o menos organizado.

Lo deprimente es que esta simulación del Ejecutivo es que es compartida por legisladores de todos colores.

Miembros del Subcomité de Derechos Humanos del Parlamento Europeo estuvieron en el país y cuestionaron con severidad las violaciones a los derechos humanos comentados por el Ejército. El veracruzano Bueno Torio contestó con lo serio que se toman los soldados su papel “coadyuvante” y que con sus propios cuerpos protegen a los civiles. Claramente el senador no es especialmente creativo ni afortunado en sus alusiones figurativas.

El senador García Saldivez del PRD simplemente no tiene medida. Les dijo a los europeos que el Ejército tiene una “imagen maravillosa” en el país.

Eso es la clase política que toma decisiones en el país. No hay razones para pensar que los mexicanos se merecen eso.

*Es Cosa Pública
leopoldogavito@gmail.com

Fuente: La Jornada de Veracruz

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