miércoles, 10 de agosto de 2011

Las posiciones económicas más conservadoras se imponen a nivel mundial


ARTURO HUERTA GONZÁLEZ

El 5 de agosto la calificadora internacional Standard and Poor’s bajó la calificación crediticia a la deuda estadounidense de triple A (AAA), a doble A positiva (AA+), que por primera vez en la historia de tales calificaciones le acontece a tal país. Dicha calificadora cuestionó la habilidad del gobierno para manejar sus finanzas, señalando que el recorte presupuestal anunciado quedó corto, y predice que los líderes no serán capaces para alcanzar más ahorro en el futuro; es decir, se pronuncia por mayores recortes del gasto público y del déficit fiscal, sin tomar en cuenta que los otros sectores de la economía están actuando negativamente sobre ésta. Es decir, el sector privado está disminuyendo consumo e inversión para pagar la gran deuda que enfrentan, lo que contrae el mercado interno, y por otra parte el sector externo es deficitario. Dicha economía importa más de lo que exporta, lo que actúa en detrimento de su actividad económica. Por lo que el gobierno de Estados Unidos al restringir el gasto y al tener que disminuirlo más, tal como es la recomendación de dicha calificadora internacional, vendrá a frenar más la dinámica económica y a incrementar el desempleo, configurando una tendencia recesiva de dicha economía, lo que arrastrará a la economía mundial, considerando que es la que ha venido actuando como motor de la dinámica del resto del mundo.

Sandard and Poor’s, junto con las otras calificadoras internacionales (Moody’s y Fitch) no tienen calidad moral de calificar la deuda de los países, siendo que ellas fueron copartícipes de la crisis financiera manifiesta en 2007–2009, que solaparon las burbujas especulativas en bienes raíces y los títulos financieros fraudulentos que se emitieron con respaldo de dicho bienes, y calificaron con triple AAA a los bonos basura de los prestamos hipotecarios subprime emitidos por las instituciones financieras internacionales, evidenciando los negociados que desarrollaron conjuntamente con Wall Street.

Ahora, con tales posturas de bajarle la nota a la deuda soberana de Estados Unidos están llevando al gobierno (como lo han estado haciendo con la mayoría de los gobiernos de los países europeos, y del resto del mundo) a tener que reducir su participación en la actividad económica, a disminuir los gastos de bienestar social, en salud, educación, etc. a fin de ampliar la esfera de participación el sector privado en la economía.

Estados Unidos es un país que tiene el control soberano de su moneda, por lo que no tiene problemas de insolvencia, no tiene problemas para financiar su gasto ni para pagar su deuda, ya que está en dólares, los cuales son emitidos por el gobierno. Obama, como la mayoría del Congreso de Estados Unidos, así como las calificadoras internacionales, no entienden cómo ha venido funcionando dicha economí; mientras el resto del mundo siga aceptando dólares como bonos del tesoro no hay problemas de que se trabaje con déficit fiscal y déficit del sector externo, el problema se daría cuando el resto del mundo deje de seguir aceptando dólares, y esto no ha acontecido.

Para un gobierno soberano que controla la moneda y la deja fluctuar no requiere emitir deuda para financiar el gasto. Emite una deuda para regular la liquidez de la economía, para evitar presiones inflacionarias, como para regular las reservas bancarias y mantener la tasa de interés objetivo. Ha sido decisión política de los republicanos poner límite a la deuda pública, para obligar al gobierno a restringir su gasto y el déficit fiscal. Estados Unidos no tiene problema de pagar su deuda, la cual está a muy bajas tasas de interés. El déficit fiscal y el monto de la deuda no están presionando la tasa de interés ni está originado el efecto de crowding out (exclusión) al sector privado. La banca tiene suficientes reservas bancarias para otorgar créditos, y si ello no acontece es porque las empresas no lo demandan por la contracción del mercado interno y menos demandarán crédito con la desaceleración económica que se avecina con el recorte del gasto público.

El gasto público y el déficit fiscal deben disminuir cuando la economía está creciendo y enfrenta presiones inflacionarias, pero nada de ello está aconteciendo en la economía estadounidense ni en la economía mundial ni en la mexicana. Los organismos financieros internacionales, como las calificadoras internacionales y los gobiernos de los países desarrollados, como la mayoría de los gobiernos de las economías emergentes, están defendiendo las políticas de austeridad fiscal para mandar señales de pago a los acreedores internacionales, así como de estabilización de sus monedas. El problema es que por más recortes fiscales los problemas de no pago siguen presentes en la mayoría de los países europeos, ya que tal política contrae la actividad económica y con ello la recaudación tributaria, ya que al caer el ingreso de empresas e individuos menos capacidad de pago de impuestos tienen, por lo que continúan las presiones sobre las finanzas públicas.

Asimismo, la guerra de divisas continúa como un mecanismo para mejorar competitividad para incrementar exportaciones y reducir el déficit de comercio exterior. Por más que actúe el Banco Central Europeo en la compra de la deuda pública de los países que no tienen condiciones de pago (Irlanda, Grecia, Portugal, España, Italia) la vulnerabilidad de los mercados financieros internacionales y la tendencia recesiva la economía mundial prosigue. Día a día las noticias nos informan de la crónica de una crisis anunciada a nivel mundial y nacional, y las autoridades de unos y otros países siguen sin hacer nada para evitarla. No les importa las crecientes manifestaciones de descontento que se están dando en todos los rincones del mundo ni el clima de violencia que en nuestro caso sigue creciendo.

Fuente: La Jornada de Oriente

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