FERNANDO ACOSTA RIVEROS
"Los independentistas Miguel Hidalgo y José María Morelos han sido traicionados”, aseguraba una estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) el día jueves 17 de septiembre de 1981 a dos asilados políticos que recientemente llegaban procedentes de Centro y Sudamérica. Un día después del suntuoso desfile patrio la universitaria mexicana, solidaria con las luchas de los pueblos de El Salvador y Colombia, expresaba su indignación por dos sucesos ocurridos en la patria de Benito Juárez en ese mes de septiembre: el proyecto de desintegrar a la comunidad estudiantil en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la principal casa de estudios del país y la presencia de George Bush, ex director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), entonces vicepresidente de Estados Unidos, en la ceremonia del Grito la noche del 15 de septiembre en Dolores Hidalgo.
“Una profunda amistad existe entre México y Estados Unidos”, nos han repetido durante tres décadas los mandatarios Ronald Reagan, Miguel de la Madrid Hurtado, George Bush, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, George W. Bush, Vicente Fox Quesada, el usurpador Felipe Calderón Hinojosa y Barack Obama. Está claro que estos nueve gobernantes han cultivado una profunda amistad para proteger los intereses de la oligarquía y el imperio. En 1981 la estudiante de la UNAM precisaba en la Ciudad de México: “Una cosa es la amistad entre dos países y otra es la imposición de un modelo económico y político. Una cosa es la alianza entre gobiernos y otra cosa significa el sentimiento de los pueblos”.
Los proyectos de organización económica, política y social de los independentistas en 1810 y los revolucionarios en 1910 estaban dirigidos a lograr un México soberano donde la población fuese la primera destinataria de los logros de la nación. Con el paso del tiempo Miguel Hidalgo, José María Morelos, Josefa Ortiz de Domínguez La Corregidora, Benito Juárez, Emiliano Zapata, Ricardo Flores Magón y la mayoría de patriotas mexicanos han sido utilizados en discursos, recordados en estatuas y nombres de avenidas, aeropuertos, edificios, pero olvidados su esencia y pensamiento. Han sido traicionados. Autoridades que intentan privatizar la educación y desintegrar las universidades públicas no deberían hablar de Independencia.
En 1981 destituyeron a Octavio Rodríguez Araujo, prestigioso académico de la UNAM en un intento por callar las voces críticas y desmovilizar la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Las fuerzas reaccionarias fracasaron y el doctor Rodríguez Araujo fue restituido el lunes 14 de septiembre. Profesores y alumnos sugirieron entonces organizar urgentemente los planes de estudio para integrar a la comunidad universitaria.
Hidalgo y Morelos, utilizados en 1981 para hablar de Independencia y soberanía, negados por los círculos reaccionarios de la derecha, han vuelto a ser acusados públicamente en 2011 por Juan Sandoval Íñiguez, el polémico cardenal de Guadalajara, quien asegura que Miguel Hidalgo fue un violador de monjas. Sandoval Íñiguez, su amigo Emilio González, precandidato a la presidencia de la república y gobernador “panamericano” de Jalisco, así como sus aliados del PRIAN quisieran que el pueblo mexicano se olvide de su historia y se resigne a ser una nueva colonia de Estados Unidos. Al fin y al cabo, los directivos de la CIA y la DEA estadunidenses ya dieron el visto bueno para que Enrique Peña Nieto sea el próximo presidente de México y les garantice otros seis años de neoliberalismo y guerra contra la población, disfrazada de “combate al crimen organizado”.
En 1814 don José María Morelos, Siervo de la Nación, condenó la rapiña en los siguientes términos: “La peste destructora de hombres viciosos que entregados a la rapiña talan y asolan las propiedades de sus conciudadanos con notable descrédito de la santa y justa causa que sostenemos, abusando del honroso nombre de americanos, ha llegado a tal punto, que nada ha estado exento de la depravación de estos malvados”.
Otros hombres viciosos desde 1981 se han dedicado a saquear la nación en nombre de la modernidad y el progreso. México padece un proceso degradante. Delincuentes de “cuello blanco” se hacen nombrar políticos, pero desconocen la esencia del término. Con engaños dirigen colectividades y manipulan a los ciudadanos, sobre todo a los ingenuos y a quienes se olvidan de la historia. Cuando alguna mujer o algún hombre reclaman sus derechos, son acusados, calumniados y señalados por los “dueños” del PRI y del PAN a través de Televisa o TV Azteca, donde los conductores de noticias se convierten en jueces para defender “los intereses de la nación”, es decir los grandes negocios fraudulentos y las estafas del PRIAN y sus dos empresas de medios.
A Miguel Hidalgo lo acusaron de ateo, criminal, hereje y loco. Benito Juárez también fue perseguido y calumniado. Ricardo Flores Magón, hijo de Margarita Magón y Teodoro Flores, dos entusiastas juaristas, puso énfasis en la idea de que educar al pueblo y hacer propaganda entre él era un medio de lograr un cambio. Varias veces prisionero político, el también fundador del periódico Regeneración, al llegar a un mitin en Los Ángeles, pocos días después de salir de la penitenciería de Mc Neil, el 19 de enero de 1914, declaró: “Héme aquí entre vosotros una vez más, después de mis acostumbrados viajes al presidio. Revolucionario me despedí, y revolucionario vengo”.
Para no olvidar la rica historia de México invito a leer tres libros de Octavio Rodríguez Araujo, profesor Emérito de la UNAM y articulista en los diarios: Excélsior, El Día, Uno más Uno y La Jornada. Tres obras vinculadas con la historia más reciente de la patria de Emiliano Zapata: Los partidos políticos en México, La Iglesia contra México y Mi paso por el zapatismo. Con honrosas excepciones, los principales dirigentes de los partidos tradicionales PAN y PRI han traicionado durante el siglo XX y lo que llevamos del presente siglo XXI el ideario independentista de Hidalgo y de Morelos.
Fuente: La Jornada de Jalisco
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