miércoles, 21 de septiembre de 2011

Independencia y soberanía, los alimentos en México


JAIME MORALES HERNÁNDEZ

En estos días que se celebra un aniversario más de la Independencia de México conviene reflexionar sobre aquellos ámbitos de la vida nacional donde nuestro país ha cedido sus espacios de soberanía, alejándose así de sus ideales originales de ser una nación verdaderamente independiente. No tan evidente como la pérdida de soberanía en seguridad, pero no por ello menos importante, avanza y se profundiza la pérdida de la soberanía alimentaria.

Uno de los indicadores más claros de la crisis rural en México es la grave situación alimentaria que afecta especialmente a la mayoría de los habitantes rurales. La crisis tiene sus bases en la agricultura industrial y globalizada que se ha impuesto en el país a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la apertura unilateral de las importaciones de maíz, la dedicación a hortalizas y frutales para la exportación, la carencia de apoyos a la producción local de alimentos, la caída de los precios agrícolas locales, y la reciente alza global en los precios de los alimentos, son algunas de las razones de esta crisis. Al paso del tiempo se ha desarticulado la pequeña y mediana agricultura familiar, practicada por la mayoría de la población rural y que genera una importante cantidad de alimentos para el consumo de las familias del campo como para los mercados locales. Esta desarticulación ha causado un alto impacto en el deterioro de la alimentación de las mayorías y en la soberanía alimentaria. El resultado es 46.1 por ciento de mexicanos que padecen escasez alimentaria, y que 21 millones de mexicanos se ubican en pobreza alimentaria, de acuerdo al Centro Nacional de Evaluación en 2011.

La pobreza alimentaria según el reciente informe del relator para el derecho a la alimentación de la Organización de las Naciones Unidas, es un fenómeno que se presenta principalmente en el campo en donde vive el 80 por ciento de la gente con niveles de alta marginación. La pérdida de la soberanía alimentaria es evidente al observar por ejemplo que en 2005 el 89.6 por ciento de las exportaciones fueron a EUA y que en los años del TLCAN México ha gastado más de 20 mil millones de dólares por encima de las exportaciones en importar alimentos. En su edición del 18 de septiembre de 2011, La Jornada, a partir del análisis del informe presidencial, da cuenta de cómo México en la última década ha triplicado las importaciones de maíz y arroz; duplicando las de trigo y leche y el déficit en la balanza agropecuaria se disparó en un 125 por ciento. A pesar de las promesas gubernamentales el TLCAN no ha significado alimentos más baratos y en su periodo la inflación en alimentos llega ya al 389 por ciento, alejándose del acceso a la población más pobre.

La crisis rural y la pérdida de la soberanía alimentaria son razones para cuestionar desde la sociedad civil a una agricultura industrial sin agricultores familiares y en manos de trasnacionales, que exporta alimentos, pero genera hambre, pobreza y emigración, que utiliza el 80 por ciento del agua del país y ocasionan un creciente entorno natural y rural cada vez más degradado. Los efectos de la pérdida de soberanía alimentaria se extienden a las ciudades porque involucran a los consumidores y habitantes urbanos, en torno al vital asunto de la disponibilidad y calidad de nuestros alimentos cotidianos.

De acuerdo con Vía Campesina, la soberanía alimentaria significa devolver a cada familia, comunidad y nación, el control sobre los alimentos que produce y consume, recuperando todas las herramientas jurídicas, técnicas y políticas que necesite incluyendo el control de precios y los circuitos de intercambio para priorizar la producción agrícola local destinada a alimentar a la población. La soberanía alimentaria promueve el derecho de los campesinos a decidir qué cultivos sembrar y a quién vender, y el derecho de los consumidores a poder decidir lo que quieren consumir y cómo y quién se los produce. Demanda además el reconocimiento de los derechos de los campesinos, que desempeñan un importante papel social en la producción y alimentación de los pueblos.

La soberanía alimentaria es una parte central en la soberanía de los países y en el caminar hacia ella es fundamental la transición hacia agriculturas más sustentables que atiendan tanto la problemática rural, como a las demandas ciudadanas que buscan mayor disponibilidad y calidad en los alimentos, más cuidado de recursos naturales y una activa participación social en su derecho a una alimentación sana. La construcción social de la soberanía alimentaria, va más allá del medio rural y su ejercicio es responsabilidad tanto de los agricultores como de los consumidores y ciudadanos.

El escenario en México muestra avances en la construcción de agriculturas más sustentables donde se involucran muy diversos movimientos sociales y ello constituye un importante y necesario paso hacia la soberanía alimentaria. Por otra parte los movimientos sociales han logrado avances también en el ámbito jurídico institucional y por fin el derecho a la alimentación está incluido en la Constitución mexicana, sin embargo los desafíos son enormes y demandan el reconocimiento de la soberanía alimentaria como un concepto clave para asumir la relevancia política de los alimentos en nuestra vida cotidiana, para fortalecer la articulación de los movimientos urbanos con los movimientos rurales, y para estrechar los vínculos entre la ciudad y el campo.

La agricultura sustentable y la soberanía alimentaria son factores de movilización ciudadana tanto en el medio rural como en el urbano, que apuesta por la acción colectiva para la construcción de una soberanía alimentaria para todos. La soberanía alimentaria es una necesidad ante la situación alimentaria de las grandes mayorías de nuestro país, y un componente incuestionable de la independencia nacional.

Fuente: La Jornada de Jalisco

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