JORGE ROCHA
Hace un año nadie hubiera pensado que un movimiento antisistémico se hiciera presente en el corazón del capitalismo financiero global: Wall Street. Los ocupa norteamericanos se manifiestan contra los que dominan el mundo, exigiendo “democracia real ya” y sumándose a los movimientos de indignados españoles, chilenos, árabes y de otras latitudes.
La crisis financiera mundial del 2008 no acabó a pesar de lo que nos quisieron hacer creer los interesados en que se mantenga el estado de las cosas. Esta crisis se sigue prolongando en el tiempo y muestra sus efectos sobre el planeta a través del desempleo y los recortes al gasto social de los Estados. Notables economistas condecorados con el Premio Nobel, como Joseph Stiglitz y Paul Krugman, sintetizan las causas de la crisis: la creación de burbujas financieras que enriquecen a unos pocos y socializan las pérdidas a todos a partir de los rescates de los gobiernos a estos desastres financieros. La perversidad del sistema está en que estas grandes corporaciones hacen sus negocios, socializan las pérdidas y subordinan la acción gubernamental para seguir protegiendo sus intereses. El mensaje de fondo que trae consigo la demanda de “democracia real ya” en Wall Street significa que los que generaron el desastre económico asuman las consecuencias y que los gobiernos actúen no para defender las finanzas de las grandes transnacionales, sino para garantizar que las personas no pierdan su casa (como pasó en 2008). Democracia significa gobierno del pueblo, no gobierno de las corporaciones; es decir, entidades públicas que efectivamente atiendan los intereses de los pueblos y no de los capitales.
La indignación significa que muchos se están dando cuenta de la perversidad de estas estructuras sociales y empiezan a revelarse a seguir reproduciendo este tipo de relaciones sociales que mercantilizan todo y tienen como su principal propósito la acumulación del capital, aún a costa de las propias personas y del planeta.
Parece que los discursos de los gobiernos, de los grandes empresarios, de algunos medios de comunicación e intelectuales cooptados por el poder ya no tienen asideros empíricos. La terca realidad se encargó de desenmascararlos y mostrar su verdadero rostro. No es cierto que cuando la riqueza se crea luego se distribuye, más bien se concentra en muy pocas manos. Cuando hay desastres financieros no es real que los que lo provocaron la pagan, más bien pagamos todos a través de desviar el dinero público para “rescatar” a las empresas y a través del desempleo. Los mercados no son estables y no tienden al equilibrio y tampoco es cierto que los actores económicos actúan racionalmente (2008 fue una prueba contundente de ello). No es real que los modelos matemáticos (por muy elegantes que sean como dice Krugman) son garantía de explicación y predicción de la realidad económica, la insuficiencia de estas teorías quedó en evidencia.
Lo que sí es cierto es que la promesa de un mejor nivel de vida para todos no ha llegado después de 30 años de neoliberalismo y de capitalismo financiero global. Lo que tenemos como resultado es mayor pobreza, notable incremento del deterioro ambiental, amplios sectores sociales excluidos de los beneficios del modelo económico y una democracia precarizada y reducida a su mínima expresión (delegativa).
Los indignados, los ocupa, los estudiantes, los que están “hasta la madre”, ya se dieron cuenta de lo que pasa y saben que lo imposible no es crear otro mundo, lo imposible es mantener este mundo como está.
No sabemos aún si esta irradiación de esperanza y estos vientos de cambio florecerán en un movimiento mundial como en 1968, que cuestione de manera profunda la manera como nos hemos conducido hasta ahora. Tampoco podemos vislumbrar con certeza si estamos ante un cambio del país hegemónico en el capitalismo (desde hace tiempo Wallerstein afirma que la época del dominio estadunidense estaba en profunda crisis) o finalmente presenciaremos el inicio del fin del capitalismo.
Es cierto que ahora hay una serie de variables que no estaban presentes en otros momentos como la crisis ambiental, pero lo que sí se puede esperar con cierta certidumbre es que el dominio estadunidense está en declive y que varios países se disputarán ese lugar. Tampoco podemos afirmar que este tránsito durará poco y sobre todo, no está nada escrito sobre el punto de llegada de este fenómeno social.
Por eso habrá que estar muy atentos a lo que pasa en Wall Street y lo que seguramente ocurrirá a lo largo y ancho del planeta. Los cambios no llegan solos ni por generación espontánea, se lucha por ellos, y es por eso que llenarnos de indignación puede ser el primer paso para crear un mundo donde quepan todos los mundos y un México globalizado por la solidaridad.
jerqmex@hotmail.com
Fuente: La Jornada de Michoacán
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