jueves, 17 de mayo de 2012

Jóvenes universitarios y políticos


Jorge Rocha.- Desde la semana pasada los grandes protagonistas de las campañas electorales son los jóvenes universitarios. Porque se interesan por la política como parece que hace mucho tiempo no sucedía, porque intentan ver las diferencias entre los candidatos a puestos de elección popular, porque cuestionan de manera profunda la trayectoria de los que aspiran a gobernar el país o los ejecutivos estatales. También porque desairan convocatorias que no les interesan y dejan auditorios semivacíos, porque piensan, porque se expresan, porque preguntan, porque aparecieron y se convirtieron en protagonistas que no admiten ser porros ni acarreados y mucho menos manipulados. Que los estudiantes estén de regreso en los escenarios electorales de forma crítica es la noticia, muy buena noticia. Lo demás sale sobrando.




Ahora bien, las formas como buena parte de las y los jóvenes universitarios se movilizan y se expresan, poco tiene que ver con las formas que muchos analistas y académicos consideran las más pertinentes. No buscan interlocución con nadie, ni ser parte de los partidos, tampoco quieren los reflectores mediáticos para incrementar su capital político, simplemente tienen preguntas y exigencias; y las expresan y reclaman. Parten de la información sobre la realidad que se disemina en múltiples espacios (reales y virtuales) y que configuran redes espontáneas de acción colectiva, que aparecen y desaparecen según la exigencia del contexto, no buscan crear organizaciones, ni frentes, ni poner estatutos, ni construir vanguardias, simplemente se expresan, reclaman y entonces pueden llenar un auditorio, vitorear a un candidato o reclamarle su pasado político y luego hacer un video donde resalten su identidad de jóvenes-universitarios-autónomos. La descalificación fácil y la posición moralina de parte de los versados en las “buenas costumbres” políticas no ayudan al debate ni al análisis y mucho menos a comprender lo que está pasando. Si seguimos viendo estas expresiones sólo desde la lógica de una campaña electoral, entonces nos estamos perdiendo lo importante y lo que realmente tiene trascendencia; y si además estigmatizamos estas manifestaciones, pues entonces estamos perdidos.




En el escenario político actual, lo que debería llamarnos a la condena es que un sacerdote que defiende migrantes centroamericanos tenga que salir del país, lo que debería llenarnos de indignación son los desaparecidos y los asesinados en la “guerra calderonista” contra el narcotráfico, la muertes de periodistas es lo que debe convocarnos a la exigencia de justicia y no centrarnos en condenar los reclamos de unos estudiantes a un candidato presidencial. Ojalá todos los problemas del país fueran de esa magnitud. Las cosas están al revés, en lugar de alegrarnos con el despertar político de una juventud que creíamos apática, nos centramos en unos gritos, a los cuales desacreditamos cuando lo que es digno de reclamo es una nación que se nos deshace en las manos y que por supuesto no ofrece alternativas de futuro para esos jóvenes.




Ahora bien, otra de los descubrimientos que salieron a la luz y se confirmaron, sobre todo con la visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, es que algunos media masivos de comunicación tienen una clara apuesta electoral. Estas empresas de comunicación trataron de minimizar la fallida visita del candidato del PRI a la presidencia en aquella Universidad, no le dieron la relevancia al hecho e incluso trataron de mostrar algo que no había sucedido. El discurso de la “objetividad y la imparcialidad” quedó por los suelos. Quizá estamos en el momento, como en otros países, que los consorcios de medios de comunicación expresen claramente sus filias y fobias políticas en los procesos electorales, y entonces la audiencia decida si los consume o no, sabiendo de antemano desde dónde están diciendo las cosas. Sería lo más sano y los más transparente. Con esta situación queda una gran certeza: las empresas de medios tienen intereses político electorales muy definidos y arman su programación y comentarios de acuerdo a estos intereses, ni más, ni menos.
El tercer asunto que quedó en entredicho luego de las visitas de candidatos a puestos de elección popular en universidades es que las “campañas-burbuja” que suelen adoptar los candidatos punteros en las preferencias electorales, no son tan perfectas y tienen fuertes debilidades. Si un candidato está acostumbrado a tener espacios cuidados, donde intenten minimizar los riesgos y las posibilidades de un descalabro, cuando se tenga que enfrentar a espacios donde no se tiene control, es evidente que el riesgo de tener una mal evento se incrementa considerablemente. La sobreprotección de candidatos no ayuda ni a los ciudadanos ni a los políticos. Si además un aspirante a puesto de elección popular es incapaz de manejar un auditorio adverso, entonces qué podemos esperar de alguien así en el ejercicio de gobierno.




Creo que nadie hubiera pensado que los escenarios más críticos para los candidatos serían las universidades, parecería natural pero no era así. Sin duda esto representa una buena noticia, lo demás son declaraciones basadas en la incomprensión y en algunos casos en el temor de que los candidatos se vean evidenciados.


Fuente: La Jornada de Jalisco

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